E stamos a punto de iniciar las vacaciones de verano y en estos días en los que los centros educativos del país se encuentran inmersos en los procesos de cierre del año escolar quiero aprovechar para dedicar este artículo a los docentes, quienes tienen en sus manos la delicada tarea de educar.
En el marco de mi trabajo como acompañante de docentes de Nivel Secundario, al término de cada año escolar se percibe en ellos un alto nivel de cansancio físico y emocional, como resultado de las tareas propias de sus funciones, a la suma de las implicaciones que tiene el trabajo con adolescentes y el ausentismo de las familias en la mayoría de los casos.
El estado de ánimo de los docentes resulta comprensible si analizamos los planteamientos de Antonio Pérez Esclarin en su libro “Jesús, maestro y pedagogo”. En su libro, Pérez habla de una crisis en los Centros Educativos, que alcanza incluso a los centros religiosos, se refiere también a la dificultad de integrar el currículo con los principios del evangelio, entre otros asuntos que justifican el estado de ánimo de los docentes. En relación con lo expresado el autor invita a cuestionar el interior de la escuela y repensarla desde los valores del evangelio.
Sin embargo, aunque el panorama presentado por Pérez en su libro pudiera tornarse como desalentador, quiero aprovechar estas últimas líneas para motivar a los docentes a mantenerse firmes en su labor educativa ejerciéndola desde un enfoque centrado en la pedagogía de Jesús, a la que el mismo autor nos remite.
Finalizo con una cita de éste que versa así: “El auténtico maestro no debe usar el saber como poder sobre los demás, sino para empoderar, lavar cansancios y carencias, para hacer crecer a los demás, para liberarlos de las cadenas que les oprimen”.