Modificar los horarios en los que se consumen los alimentos puede mejorar el aprovechamiento de las reservas de energía del organismo y reducir la sensación de hambre, todo ello sin necesidad de alterar la cantidad total de calorías ingeridas a lo largo del día, según una investigación reciente.
El ayuno intermitente podría reducir el apetito y aumentar la quema de grasas sin alterar el gasto energético total, según un trabajo de la Universidad Estatal de Louisiana.
La investigación, publicada en la revista Obesity y difundida por Sportlife, aporta nuevas evidencias sobre esta estrategia alimentaria en expansión, al demostrar que el horario de las comidas influye directamente en el metabolismo energético y en la utilización de las reservas de grasa corporal.
El auge del ayuno intermitente y su atractivo
El ayuno intermitente se ha consolidado como una de las estrategias dietéticas más seguidas en los últimos años, tanto entre quienes buscan perder peso como entre quienes desean mejorar su salud metabólica.
Según Sportlife, su popularidad no se debe únicamente a su potencial para adelgazar, sino también a los beneficios que se le atribuyen en la regulación hormonal, la sensibilidad a la insulina y el control del apetito.
El método consiste en alternar periodos de ingesta con otros de abstinencia, ajustando los horarios de las comidas al ritmo circadiano, es decir, al ciclo natural de luz y oscuridad. Esta sincronización implica desayunar temprano y dejar de comer al atardecer, una pauta que, según Sportlife, puede resultar exigente en sociedades con costumbres sociales y laborales que favorecen cenas tardías.
Resultados del estudio: metabolismo y apetito
La investigación de la Universidad Estatal de Louisiana, reproducida por Sportlife, analizó el impacto de distintos esquemas de distribución horaria de las comidas sobre el metabolismo energético y la oxidación de las grasas.
Los participantes mantuvieron la misma cantidad de alimentos, tanto en tipo como en calorías, variando únicamente el horario de consumo.
Los resultados mostraron que ajustar las comidas a un periodo más acotado durante el día puede generar una reducción de la hormona grelina, responsable de estimular el hambre, así como un aumento en la quema de grasas durante las horas posteriores al ayuno.
A pesar de que no se observaron cambios en el gasto calórico total, sí se registró una mejora significativa en la eficiencia metabólica y el control del apetito.
Evidencia complementaria: estudio en adultos mayores con obesidad
A estos hallazgos se suma una investigación publicada en Nature Communications, que analizó el efecto del ayuno con restricción temprana de horario en adultos mayores con obesidad.
El estudio, desarrollado por la University of Alabama at Birmingham, comparó dos grupos con la misma dieta hipocalórica pero con diferentes franjas horarias para las comidas.
El grupo que concentró su alimentación en las primeras horas del día presentó mayor pérdida de peso, mejor control glucémico y reducción en la presión arterial, en comparación con quienes comieron durante una ventana horaria más extendida.
Estos efectos positivos se lograron sin diferencias en la actividad física ni en el cumplimiento de la dieta, lo que sugiere que la franja horaria de las comidas tiene un impacto independiente en la salud metabólica.
Los estudios de la Universidad Estatal de Louisiana y la University of Alabama at Birmingham refuerzan la idea de que el momento del día en que se come puede ser tan relevante como la calidad o cantidad de los alimentos.
La práctica del ayuno intermitente, enfocada en sincronizar las comidas con los ritmos biológicos, ofrece ventajas comprobadas en términos de regulación del apetito y eficiencia en el uso de grasas como fuente de energía.
No obstante, su sostenibilidad a largo plazo dependerá de la capacidad de las personas para adaptar sus rutinas y de posibles ajustes culturales que faciliten la integración de este enfoque en diferentes contextos sociales. La evidencia científica continúa acumulándose, pero su verdadero impacto dependerá de cómo se traduzca en hábitos cotidianos.