En el marco del Tercer Plan Nacional de Pastoral, el Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia, Jesús Castro Marte, durante la homilía del Encuentro Nacional de la Hermandad Emaús celebrado este domingo en Higüey, resaltó la importancia fundamental de la Iglesia como manifestación concreta de la Resurrección de Cristo.

En su mensaje, enfatizó que la Iglesia nace del triunfo pascual de Jesús sobre el mal y la muerte, celebrando la victoria del plan divino de salvación y vida para toda la humanidad.

El obispo también hizo un llamado a la valentía y al coraje de la Iglesia para defender la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, recordando la enseñanza bíblica de “obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Encuentro Nacional Hermandad Emaús Higüey, La Altagracia

Tercer Domingo de PascuaDomingo 4 de mayo de 2025.

Hechos 5,27b-32.40b-41; Sal. 29,2 y 4.5 y 6. 11 y 12a y 13b;

Apocalipsis 5, 11-14; Juan 21, 1-19

Homilía

Hermanos y hermanas:

¡Cristo ha Resucitado!

       Pascua, la buena noticia de la vida

En el itinerario de nuestro Tercer Plan Nacional de Pastoral se ha previsto para este año reflexionar sobre el Misterio Pascual, y quisiera destacar en esta celebración, la destacada centralidad de la Iglesia como concreción de la noticia de la Resurrección de Cristo.

La Iglesia nace de la pascua, del triunfo de Jesucristo sobre el mal, la muerte y el pecado.  Celebramos la victoria del proyecto de salvación de Dios para toda la humanidad, la salvación y la vida.

La buena noticia de la pascua es la vida que no acaba y que nos es anunciada para seguir dando más vida.  El ministerio de la Iglesia es el anuncio de la vida.

       Obedecer a Dios ante que a los hombres

Cuidado con los que tienen miedo de anunciar y defender la vida humana de toda persona.  Jesucristo ha venido de parte de la vida, Él es el evangelio de la vida, que ningún hombre de esta tierra podrá tutelar o manipular.

Como Iglesia esta obediencia a Dios nos da valentía y coraje para anunciar el triunfo de Cristo que quiere que tengamos vida. 

Siempre vamos a defender como Iglesia la vida del Resucitado que late en cada concebido, en cada hombre y mujer venido a la existencia humana. 

Toda vida humana, absolutamente toda vida humana, desde vientre de la madre hasta que muere es sagrada y hoy como Iglesia que somos no nos vamos a dejar introducir ideologías baratas de la cultura de la muerte como norma de convivencia ni tampoco es aceptable todo aquello que atente contra la dignidad de las personas, sin importar su condición ni origen, así como la santidad del matrimonio y el don de la familia humana.  Que quede claro hermanos, “es preciso obedecer a Dios ante que a los hombres”.

       Dios está con nosotros y a favor de la vida

El Salmista nos da la clave para vernos siempre alcanzados por una especial gracia de Dios, con la que los agravios de los que se apandillan para dañar y crear estragos en el humilde rebaño Señor, en los pobres y necesitados, en los que defienden la belleza de la familia y la verdad del Evangelio.

Dios no nos deja a merced del mal, él nos salva de la muerte, nos fortalece en las pruebas y en los ataques de los enemigos del Reino.  Por eso nuestra vida es una eterna acción de gracias.

       La Iglesia es la casa de la vida

El Apocalipsis, una palabra de esperanza para la Iglesia en momentos de turbación, duda y persecución, y de confusiones a lo interno de la comunidad cristiana. 

Es una clave que la creencia cristiana es una cuestión de la vida, de los vivientes.  La gran batalla, es la batalla por la vida que nos espera en la eternidad y que se combate defendiendo la integridad y veneración de la vida humana.

La Iglesia nos devuelve a la vida y nos recuerda que la vida no es una condición biológica sin más, si no que es tener a Cristo Resucitado como orientación fundamental de la vida.

Como decía Benedicto XVI, lo que nos hace cristiano es el encuentro con Cristo, que una orientación decisiva a nuestra existencia.

Encuentro con Cristo Resucitado nos devuelve a la vida

Ustedes hermanos de la Hermandad de Emaús están aquí hoy, porque un día vieron con los ojos de la fe y sintieron con el corazón ardiente de pasión, la presencia de un Vivo que vive para siempre y ha llenado en adelante sus vidas de sentido, y sienten que su existencia tiene un propósito de realización y felicidad aquí en la tierra como anticipo de la gloria futura.

Se encontraron con Jesucristo e inmediatamente se dieron cuenta que estaban llamados a estar vivos como Él y hoy ha venido a dar testimonio de lo hermosa que es la vida, el matrimonio, la familia, los hijos, los hermanos, los amigos, los compañeros de camino, y la vida de fe y de Iglesia compartida en las comunidades y grupos de vida de nuestras diócesis y parroquias.

       La fe y la vida en la Iglesia es un proceso, y es con Pedro

Todos ustedes han sentido la misma alegría que Pedro y los apóstoles, pero también hemos experimentado la duda, la confusión, las desilusiones de la vida, los desengaños y corta visión de nuestras expectativas.  En fin, como ellos también hemos sido unos pobres hombres y mujeres desorientados, a quienes los venció la falta de fe o el miedo.

Pero también como a ellos, Cristo Resucitado salió a nuestro encuentro, y nos volvió a encontrar en la cotidianidad de nuestras tareas, en la frustración y fracaso de nuestros proyectos, en la precariedad de nuestras habilidades venidas a menos, en el sin sentido de nuestra vida ordinaria, rutinaria y vacía.

Todos somos Pedro.  El atrevido, a veces torpe, y pobre Pedro.  Y como a Pedro, la Palabra plantada un día de tantas formas, nos hizo amar a Jesús y darle como respuesta el asentimiento, el sí de nuestra fe.  La fe de Pedro es la de toda la Iglesia, a la que una y otra vez vuelve Cristo Resucitado a devolverle y ensancharle el horizonte de su fe.

Oremos por la fe de la Iglesia

Oremos por Francisco y el próximo Papa

Hoy es la última celebración del novenario por el papa Francisco y nos unimos a la oración de toda la Iglesia, para que Dios premie con vida eterna su labor apostólica como Vicario de Cristo aquí en la tierra.

También, el miércoles de esta semana, inicia el cónclave para la elección de próximo papa y oramos para que Dios nos regale un pastor según su corazón y acorde a lo demanda el tiempo presente de la Iglesia, para que nos confirme, como Pedro, en la fe y seguimiento de Cristo.

       La misión de la vida es la misión del amor

En los demás relatos de la Resurrección se insiste en el saludo inicial de la paz; sin embargo, en este relato del final del evangelio según san Juan, la clave de todo el texto está en el amor.  La vida del Resucitado es un compromiso de amor, y solo puede servir en la obra del Señor quien le ama verdaderamente.

Es el amor el que hace ver quién es Jesús y dónde está la vida.  Juan es el ideal de discípulo, el amado que reconoce al Amor, mientras que Pedro es el que ama con un amor más real, parecido al nuestro que no está del todo completo y que necesita una y otra vez, oír y obedecer lo que dice la voz del Maestro Amado de Nazaret.

Pidamos a Dios que nos apremie siempre el amor de Cristo, que nos impulse a reconocerlo presente en nuestro diario vivir, en nuestros compañeros de vida, en los humildes y sufridos que buscan y necesitan redención, en los niños, adolescentes y jóvenes que quieren la aventura de subirse a su barca, en la embarazadas y lactantes, en los campesinos, en los pescadores de la vida que pescando el pan desean ser pescados ellos para alimentarse del pan de vida eterna que nos da Jesús con la Palabra, los sacramentos, la vida cristiana y la fraternidad hecha servicio a la vida, la verdad y la justicia.

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