Consejos para el ajuste

La amenaza del ajuste se cierne sobre el país porque los déficits son grandes e insostenibles. Los rezagos cambiarios y productivos han…

La amenaza del ajuste se cierne sobre el país porque los déficits son grandes e insostenibles. Los rezagos cambiarios y productivos han contribuido a acumular un déficit de Cuenta Corriente de unos US$ 3,500 millones. El déficit fiscal es de más de RD$50,000 millones, y en los próximos años los pagos por deuda, tanto a acreedores externos e internos, como al Banco Central, crecerán. Mientras tanto, el Banco Central acumula una deuda de unos RD$250,000 millones, la cual le genera un déficit recurrente debido a los intereses que tiene que pagar que ascienden a unos RD$35,000 millones por año.

La disponibilidad de financiamiento externo y la inversión extranjera han contribuido a cubrir los desbalances y a posponer el ajuste. Sin embargo, no es posible continuar en esa dinámica. En algún momento habrá que pararla, y ese momento parece acercarse. Las preguntas son qué forma tomará el ajuste y quién pagará las consecuencias.

En nuestra historia reciente, los ajustes macroeconómicos han sido violentos y empobrecedores. Se han caracterizado por drásticos ajustes fiscales y cambiarios (devaluación), alta inflación, abruptos aterrizajes económicos, aumento del desempleo y deterioro de la calidad del empleo, y aumento de la pobreza.

Sin embargo, no tenemos por qué repetir esa historia. Aunque el pacto para una reforma fiscal integral, pieza clave para resolver el enredo, tardará, todavía parece haber espacio para evitar lo de siempre y lo peor. En particular, el país puede asegurarse un flujo de financiamiento razonable el próximo año y evitar que se reduzca súbitamente la disponibilidad de divisas y el financiamiento de las brechas externa y fiscal.

En ese contexto, la política económica debería considerar al menos cuatro elementos para guiar el proceso de ajuste. Primero, hay que evitar un violento ajuste fiscal y una drástica reducción del gasto público. Hay que mirarse en el espejo de los Estados Unidos y Europa en donde los cortes están llevando a un deterioro aún mayor del empleo y a una caída de la actividad productiva que a su vez erosiona las recaudaciones e impide cerrar la brecha fiscal. No debemos dispararnos a los pies. Esto implica aprovechar racionalmente los espacios de financiamientos internos y externos disponibles, mientras se logra moderar gradualmente el déficit y atenuar en el mediano plazo el peso de los pagos de deuda pública.

Segundo, hay que evitar una devaluación violenta. Estas generalmente vienen aparejadas de alta inflación, reducción del salario real, desconfianza, salida de capitales, freno de la inversión y del empleo, y deterioro fiscal. Eso no significa que una devaluación es negativa. Por el contrario, hay evidencia de que un ritmo de devaluación más acelerado que el actual hubiese sido positivo para la economía y no hubiese generado alta inflación. En lo que hay consenso es que lo pernicioso es una devaluación rápida, inestable y fuera de control.

Tercero, hay que incrementar el impacto del gasto sobre el producto y el empleo. En un escenario inmediato como el previsible, de serias estrecheces fiscales, es necesario que el gasto público tenga el máximo impacto posible de tal forma que, aunque se gaste menos, el resultado en crecimiento y empleo sea mayor. Esto se logra dirigiéndolo hacia iniciativas y proyectos con un alto componente local y menor componente importado. Por ejemplo, muchas pequeñas obras locales tienen esa característica, en oposición a grandes proyectos viales urbanos.

Cuarto, la política monetaria no debe centrarse exclusivamente en contener la inflación y la tasa de cambio. A menos que haya una amenaza grave de alta inflación, también debe apoyar el crecimiento y apostar por bajas tasas de interés que impulsen la inversión y el empleo. Además, esto redundaría en mayores recaudaciones.

Quinto, como se ha dicho en tantas ocasiones, en tiempos de crisis la prioridad es proteger a la gente y evitar perder el futuro. Además de proteger el empleo, hay que evitar que niños y niñas salgan de las escuelas prematuramente, que se nutran de forma precaria o que se hagan más vulnerables a enfermedades. Esto implica repensar los énfasis de la política social.

El ajuste es inevitable y provocará dolores pero éstos pueden ser minimizados y la amenaza puede ser convertida en oportunidad.

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