Conocidos los planes oficiales para promover el Polo Turístico IV, muchos de los que gustan de pescar en río revuelto, flamantes colegas y voceros destacados de la denominada sociedad civil incluidos, acudieron presurosos a gastados argumentos y a desfasadas vigilias, denuncias y protestas para cuestionar la voluntad del gobierno del presidente Danilo Medina para impulsar proyectos encaminados a crear las condiciones para que el desarrollo pueda llegar, a través del turismo, a la depauperada y siempre olvidada región Suroeste, esgrimiendo –algunos hipócritamente- “la defensa del patrimonio nacional, el ecosistema y el medio ambiente”. Sin profundizar en el análisis de la propuesta gubernamental, hubo hasta quienes plantearon que habían intenciones de prevaricación en el proyecto, y no faltaron los que comenzaron a difundir conjeturas buscando enlodar reputaciones y liderazgos. Como ha sido su estilo, el presidente Medina inició consultas, escuchó pareceres, oyó a apologistas y disidentes del proyecto, y cuando los críticos viscerales de la gestión peledeísta ya aceitaban artillería y recopilaban municiones, anunció que desestimaba el acuerdo para comprar terrenos de Bahía de las Águilas a poseedores de títulos que se dicen fraudulentos. Es lo que se llama, en buen dominicano, matarle el gallo en la funda a los que ya preparaban todo para “las jornadas de lucha” que veían aproximarse. ¡Ja, ja, ja…!
¿Por dónde?
Apropósito de esto, hace unos días me encontré con un gran amigo, agudo colega de la crónica política, al que no veía desde hace mucho, ya que está dedicado a un muy exitoso proyecto de periodismo digital, y en un rápido análisis de la actualidad nacional, ambos concluimos en que, con su modo de hacer las cosas, el presidente Medina ha tenido la suerte de desmontar las banderas de los habituales críticos de toda gestión que se inicia, dejándolos desconcertados y medio turulatos con la única salida de preguntarse: ¿Por dónde lo atacamos…?