¿Escuchan algo? Es la compañía bananera, con sus maquinarias estruendosas robándole la paz al pequeño Macondo. Hay basura por doquier. Pensar que cuando llegó, deslumbró a todos con sus luces enigmáticas y promesas de progreso. No es más que un manojo de desperdicios de otros pueblos.
Nada sobrevive a su paso. Todo lo aniquila, lo revuelve. La gente anda desesperada, buscando una salida. Está cansada de la vorágine de infamias y abusos en la que ha sucumbido por su culpa. Enloquecida, se tira a las calles a reclamar su salida. – ¡Que se vaya, que aquí no la queremos! – gritan los indignados, embestidos con macana y empujados por los de la seguridad de la bananera.
No hay esperanza, dicen algunos entendidos. A los que les falta el alimento, miran sombríamente su presente y el futuro les sabe a mentiras. ¿Qué pasará? Es difícil saberlo, pese a los augurios. Cuando se apague el bullicio solo quedará el despojo, las hojas secas crujiendo bajo los pies cansados de unos cuerpos abatidos. Lo único seguro e inminente es la hojarasca.