Al gato se le ha estereotipado como la representación del traidor por excelencia, que no mira la cara de quien le da de comer para no reconocerle cuando deba agredirle. Pero no sólo de comer han dado muchos a sus traidores antes de ser traicionados, mucho más aún si en política.
Quizás les hayan dado nombradía, celebridad y posiciones dirigenciales que no se merecen y para las que no tienen capacidad ni valía. Es, en realidad, lo que ha hecho Miguel Vargas Maldonado con muchos en el PRD que, sin su pie de amigo, sin su mano acogedora, no habrían pasado de lo que su pobre personalidad y escasa –sino inexistente- iniciativa les habría permitido: un rol de mandaderos, algo así como una especie de corre-ve-y-dile, fieles exponentes del mangansonismo político.
Pero a Miguel está bueno que le pase, dicen muchos que conocen de su bonhomía, talvez impropia de un político que tiene que actuar entre mangrinos de la peor calaña, como esos que hoy le traicionan y quieren ser sus verdugos…
Bacá
La creencia en lo mítico, en lo sobrenatural, en las supersticiones, es muy común entre muchos. Por eso, desde encumbradas figuras políticas hasta simple gente del pueblo tienen sus brujos preferidos y creen en sus pronósticos y consejos.
Uno que se ha establecido en las cercanías de San Cristóbal dizque está de moda en estos días, precisamente con visitantes que buscan sus “servicios” pensando en la segunda mitad de agosto.
Según me cuentan, hay un desfile de yipetas transportando figuras con aspiraciones a cargos públicos hasta el altar con velones de diferentes tamaños, maní y chifles que tiene este hombre en La Benemérita, creyendo en “un bacá” que podría proteger a los que ya tienen cargos y “ayudar” a los que no tienen para que el presidente electo, Danilo Medina, los coloque en el tren administrativo público. Me dicen que “él no cobra nada ahora, pero hay que cumplirle después del 16 de agosto”. ¡Huuummm…!