Los años pasan, las luchas son las mismas

Decía Borges, refiriéndose al conflicto que desde 1833 mantienen Argentina y Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas,…

Decía Borges, refiriéndose al conflicto que desde 1833 mantienen Argentina y Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas, que esta disputa era como “dos calvos peleándose por un peine”. Justamente este próximo 2 de abril, el mundo recuerda y tristemente conmemora el 30 aniversario de la última conflagración militar ocurrida entre ambos países por este tema, acontecida en 1982 y en la cual murieron cerca de mil personas.

Muchos años han pasado y aunque la posición internacional de ambas partes ha variado significativamente, la razón no les ha llevado a buscar una forma de congeniar en buenos términos un final satisfactorio para esta peliaguda disputa que puede llevarles a propiciar desenlaces infelices para ambos pueblos y para los habitantes de las islas.

Al acercarse el 30 aniversario de la Guerra de las Malvinas, los países vecinos y sus respectivas cancillería, recibirán como de costumbre los detalles acerca de los intereses de ambas naciones en estas islas y tendrán la oportunidad de replantearse elementos significativos acerca de este conflicto, y, de seguro, aunque este tipo de decisiones muchas veces es difícil para los hacedores de políticas en los Estados, podrán adherirse a posiciones sustantivas en torno al apoyo a una u otra parte, justo cuando los ánimos en las relaciones diplomáticas entre Argentina y Reino Unido vuelven a estar en un punto álgido.

Por lo pronto, la República Dominicana ha reiterado su firme apoyo al reclamo de Argentina sobre estas islas, toda vez que, siendo  las Malvinas en el Atlántico sur parte de los 16 territorios en la lista de las Naciones Unidas de Territorios No Autónomos bajo supervisión del Comité de Descolonización de la ONU y sobre  cuya situación, aunque aún está en estudio, se ha referido en varias ocasiones su secretario general, Ban Ki-moon, emplazando al comité a que busque soluciones creativas que eliminen el colonialismo, se percibe una clara definición, por lo menos política, de la posición de América Latina sobre el conflicto con Argentina y sobre su ingente necesidad de solución.

Argentina exhibe hoy una mayor fortaleza tanto a nivel interno como externo, aunque esto no signifique necesariamente que el asunto se resolverá a su favor. A nivel interno, la situación de fortaleza institucional y democrática, sin mencionar el estado de relegitimación de la presidenta Cristina Fernández a raíz  de las recientes elecciones y del desarrollo económico y social que se vive hoy en ese país, le coloca en una posición cómoda para hacer reclamos internacionales y llevar a cabo negociaciones en pos de su interés nacional.

En lo que respecta al factor externo, la presencia asiática y de intereses de la comunidad europea en la región, han desplazado el peso que históricamente tuvo Reino Unido en estos lares, además de que su principal soporte, Estados Unidos, no tiene ni la influencia que tenía antes en América Latina ni la intención y mucho menos la fuerza para abrirse un frente más y gastar capital político defendiendo una causa que tiene un porcentaje grande de la comunidad internacional en contra.

En adición a esto, el escenario geopolítico imperante en América Latina en estos momentos es la antítesis del que existía en el momento de la Guerra de las Malvinas en 1982, sobre todo por las posturas antiimperialistas y anticolonialistas de los gobiernos de turno en los países de la región. Y aquellos países que, como Brasil, que no exhiben esa tendencia antiimperialista, por lo menos no les interesa la presencia en la zona de ninguna potencia extra regional que pueda limitar su liderazgo político; o como Chile que, aun teniendo un pasado de connivencia con el Reino Unido de Thatcher y de tener un gobierno de derecha, busca la forma de afianzar sus relaciones en la zona y ha alcanzado importantes acuerdos con Argentina con quien comparte casi un 90% de su frontera Este. 

Al parecer los colonialismos decimonónicos, y los afanes imperialistas de algunas “potencias” del siglo XX no tienen más cabida en las relaciones estaduales y en la conformación taxativa y práctica de la comunidad internacional, la cual los rechaza. Y en América Latina, la regionalización pasa por una etapa importante de readecuación en la que están inmersos la mayoría de sus países con el fin de hacer frente, en bloque, a amenazas externas.

Por primera vez, el equilibrio de poder entre las partes puede hacerse presente en este conflicto y, si se utilizan las herramientas diplomáticas adecuadas, pueden conducirlo  a feliz término para las tres partes, incluyendo para los ciudadanos de las Malvinas.

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