La democracia postrujillista

A 53 años del tiranicidio, el fantasma del trujillismo gravita con fuerza en la sociedad dominicana. Por razones históricas que la sociología política algun día deberá desentrañar, vivimos inmersos en una sociedad inferior frente al trujillismo.&#8

A 53 años del tiranicidio, el fantasma del trujillismo gravita con fuerza en la sociedad dominicana. Por razones históricas que la sociología política algun día deberá desentrañar, vivimos inmersos en una sociedad inferior frente al trujillismo. La democracia postrujillista ha sido incapaz de superar el modelo del dictador. Lejos de consolidarlo la democracia ha quebrado el Estado, y ha llevado el país al retroceso político, económico y social. Porque los grandes problemas nacionales han sido complicados, profundizados, empeorados, en vez de ser resueltos. Entonces Trujillo queda ante los ojos del dominicano común como paradigma insuperable, pese a todas sus perversidades y alevosos crímenes.

Si Trujillo instaló el sistema de agua potable, la democracia lo destruyó. Si Trujillo pagó la deuda externa, la democracia la convirtió en una deuda impagable y peligrosa para la estabilidad del Estado, una amenaza permanente a la soberanía nacional. Si Trujillo edificó el sistema de alcantarillado pluvial hoy vemos las grandes inundaciones cuando llueve. Si Trujillo estableció orden, limpieza y disciplina en las calles, la basura es hoy una marca-país que promueve el dengue y la chikungunya abarrotando hospitales sin medicina. El transporte público es de los peores del mundo.

Aunque hablamos de una democracia plural, en la realidad vivimos en el sistema de partido único trujillista. Dos partidos han gobernado casi 40 años de los 53 que tiene la democracia, tras la muerte de Trujillo, en 1961. El reformismo con Joaquín Balaguer gobernó 22 años, el peledeismo con Leonel Fernández y Danilo Medina cumplirá 16 años y, como si fuera poco, amenaza con seguir hasta el 2044 para rebasar la dictadura. Si sumamos los tres gobiernos del PRD (Hipólito-Jorge Blanco y Antonio Guzmán) en el fondo es todo más de lo mismo: incompetencia.

Con la agravante de que el sistema político es controlado no por la voluntad libérrima de la población mayoritaria, sino por el que tenga más billete para comprar votos y voluntades. Los partidos son maquinarias devoradoras de millones. Un candidato a senador necesita  hacer una inversión de más de cien millones de pesos para hacerse con el cargo. Y un candidato a la Presidencia necesita tener en las manos el Presupuesto Nacional para repartirlo, derrocharlo.
La política es para los más ricos, nunca para los pobres ni de clase media. El acceso al poder está bloqueado para la gran mayoría. El poder del dinero destruyó al principal partido opositor, el PRD, que como el PRSC, ya no sirven más que como maquinaria-alicate sostenedoras del partido gobernante. Si miramos el Congreso y la Justicia es como para llenarse de pánico. Con tres partidos, pero el Congreso opera como si fuera uno solo: el Partido Dominicano en la Era del Jefe. Levantar la mano y derrochar muchos millones en prebendas es la función fundamental del Congreso. La justicia está vendada para los de abajo. Premia a los delincuentes y castiga a los inocentes. Si no, pregúntele a Negro Veras y a su hijo, Jordi Veras. Entonces, nos quejamos de que impera la delincuencia callejera. El dominicano no es trujillista, pero todos anhelamos más respeto, autoridad y orden.

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