La educación del futuro deberá permitirnos desarrollar una inteligencia general para acceder a un conocimiento pertinente que dé cuenta del contexto, de lo global, de lo multidimensional y de lo complejo de cualquier objeto de conocimiento o problema.
La inteligencia general es la que “opera y organiza la movilización de los conocimientos de conjunto en cada caso particular”. Es por ello que:
La educación debe favorecer la aptitud natural de la mente para hacer y resolver preguntas esenciales y correlativamente estimular el empleo total de la inteligencia general (Morin, 2013:38).
Para lograr hacer y resolver preguntas esenciales, la educación deberá asimismo utilizar los conocimientos existentes y superar los problemas provocados por el progreso en los conocimientos especializados.
De ahí la necesidad y la apuesta por un nuevo paradigma del pensamiento, por un pensamiento complejo que pueda enseñarnos a pensar de otra manera, contextualizando y uniendo los saberes fragmentarios, disciplinarios, volviendo a tejer junta la realidad para dar cuenta de sus interrelaciones y multideterminaciones. Sólo así podremos tener conocimiento del mundo, en tanto mundo, para explicarlo, para explicarnos, y para orientar nuestra acción.
Pasaremos ahora a ocuparnos de la propuesta de la ética, que se elabora desde el pensamiento complejo, y que se conceptualiza como uno de los saberes fundamentales para la educación del futuro. l