El SOS a favor de Haití pedido por el presidente Danilo Medina a la comunidad internacional, debe ser visto como un acto más de solidaridad de la República Dominicana hacia su vecino más cercano.“Por favor, ayuden a Haití” pidió el mandatario dominicano ante la 69 Asamblea General de las Naciones Unidas, al lanzar un nuevo llamado al mundo para que acuda en auxilio de Haití, el país más pobre del hemisferio. Esta vez, el pedido de auxilio fue para documentar a los haitianos, tanto a los que viven en su territorio como a los que están en suelo dominicano. Quizás en vez de “por favor” el Presidente debió decir “por piedad”, para que el llamado resultara más acorde con el drama haitiano, matizado por una gran proporción de la población desprovista de documentos.
Un ser humano sin documentación es una especie de muerto vivo, pues vive pero no existe. Y en Haití esa parece ser una condición predominante. Por esa situación, el programa de regularización de extranjeros que se ejecuta en la República Dominicana, en la parte de los haitianos, que son la mayoría, confronta problemas.
El escenario escogido por el presidente dominicano para pedir ayuda para Haití fue el más adecuado, debido a que la Organización de las Naciones Unidas es un organismo mundial compuesto por varias agencias, algunas de las cuales trabajan temas como el de los derechos humanos. Y todo el mundo tiene derecho a vivir existiendo.
También desde la ONU surgen acciones de críticas, protestas o condenas cuando hay situaciones que afectan a uno de sus países miembros. Ahora Haití necesita un programa masivo de documentación de su gente, el cual no puede ejecutar porque sus recursos técnicos y económicos son limitados.
Para hacer su llamado, el presidente Medina recordó que una serie de organismos internacionales y países han mostrado inquietudes por el destino de los inmigrantes haitianos, puntos que el presidente dominicano dijo que comparte por motivos humanitarios y porque afecta al territorio dominicano, el principal receptor de esos inmigrantes.
De ahí que la afirmación del gobernante de que el momento es inmejorable para que la comunidad internacional pase de la teoría a la práctica, cayó como anillo al dedo, como el “manos a la obra”, que acuñó para sus arengas locales, aunque el escenario para esa expresión quizás no era el más adecuado.
