Santiago. Unas 250 familias que están a la espera de ser reubicadas en un lugar digno entre la marginalidad, viven debajo de puente o orillas de la cañada del Hoyo de Gurabito.En un trayecto de un kilómetro, desde el Hoyo de La Javilla hasta el puente de la avenida 27 de Febrero, fueron levantadas las improvisadas casuchas de cartón u hojalata, algunas destruidas con las crecidas de las lluvias.
María Lucila de la Cruz, presidenta de la junta de vecinos, dijo a elCaribe que un reciente censo que hiciera la comunidad establece que en un solo tramo de la cañada hay 200 familias que viven en condiciones inhumanas. “Aquí solo viene la Cruz Roja y la Defensa Civil cuando llueve, pero más nadie nos ayuda a salir de esta pocilga en la que estamos metidos”, apunta De la Cruz, quien trabaja como barrendera para el departamento de limpieza de la alcaldía de Santiago.
Marginados
Su vecina,María Elena Vargas, lo perdió todo y dice que ahora no sabe adónde ir. Vargas espera que la alcaldía o el gobierno central inicien un proceso de desalojo y construya viviendas dignas, como ya se hizo con las 90 familias del Hoyo de Julia. En el Hoyo de Gurabito, la miseria es espantosa: niños improvisan una cancha de tierra a escaso metros del arroyo, contaminado por los desperdicios de materias fecales y otras aguas domésticas que salen de las letrinas e inodoros y fregaderos de las casas.
Algunos han decidido utilizar el afluente para la crianza de cerdos.
Para los que construyeron sus casas de hojalata bajo el puente, la estrechez es mayor, pues para poder subir hasta la calle deben hacerlo por angostos escalones construidos por la misma comunidad.
Freddy Gómez, nacido y criado en la barriada, sostiene que en algunos casos familias han recibido terrenos, pero los venden y retornan a las mismas condiciones.
La contaminación abunda en estos lugares
En las mismas condiciones se encuentran los residentes en la comunidad Villa Centro, con casuchas levantadas por dominicanos y haitianos en toda la ribera de la cañada. Muchas de las viviendas han colapsado por las lluvias y otras destruidas por fuego. Su condición de hacinamiento hace que los residentes en estos lugares sean presas de enfermedades infecciosas.
