Pensamiento estratégico en las relaciones internacionales

Los recursos se convierten en “medios” en la medida en que se articulan, se organizan y se orientan, de manera armónica y estratégica, al logro de un “fin” específico. De manera que sin ese “fin” determinado no se asumen como un “medio”

Los recursos se convierten en “medios” en la medida en que se articulan, se organizan y se orientan, de manera armónica y estratégica, al logro de un “fin” específico. De manera que sin ese “fin” determinado no se asumen como un “medio”, y no pasan de ser un mero talento, una gracia, un “peso en el bolsillo”, sin ninguna aplicación lógica.

Es esta quizás la explicación simple del dicho “el fin justifica los medios” atribuido, casi siempre peyorativamente, al genio del pensamiento estratégico, Nicolás Maquiavelo.

El concepto moderno de estrategia es el resultado de una constante evolución. Primero, desde los tiempos en los que la estrategia era justamente no tener ninguna, sino más bien improvisar acciones de tipo reactivo.

Luego esta palabra asume un carácter eminentemente militar, alejado de lo político incluso, y, tal como lo explica Clausewitz, limitada solo a la articulación del combate para lograr los fines de la guerra.

Con la I Guerra Mundial y al término de la II, el concepto varía. La estrategia se basa en preparar para la guerra. La política asume aquí un puesto de importancia. Es de notar que siempre estuvo orientada a las relaciones con un actor externo, independientemente de que éste fuera enemigo o no.

Que estas relaciones internacionales estuvieren basadas en la amenaza o uso de la fuerza es lo interesante. Eran, en esencia, la resonancia objetiva de la máxima latina “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra).

Sin embargo, al concluir la Guerra Fría y con el desarrollo las armas nucleares, el peligro potencial de una catástrofe de destrucción mutua, obliga a los países en pugna a variar sus estrategias. De ocuparse de la preparación para la guerra se pasa a disuadir al mundo de la pertinencia de estas.

Se produce así un maridaje entre la estrategia de carácter militar y la policy, propiciando el surgimiento de planes nacionales que articulan elementos del poder interno, orientados esta vez al logro de objetivos específicos en el concierto de naciones, sobretodo en escenarios de paz.

La esencia de estos esfuerzos, establecidos en la estrategia de los países, trataba de alcanzar un determinado posicionamiento a nivel internacional, el cual estaba, como en el presente, sujeto a la articulación interna de recursos humanos y económicos, así como apoyo y voluntad política decisiva.

Lograda esa articulación a nivel interno, los tomadores de decisión y, mucho más, los estrategas de la política exterior (no siempre son la misma cosa) deben profundizar en la capacidad de adaptación a distintos escenarios. Esto así porque, si la estrategia se fundaba hasta hace poco en la idea de inventar el futuro, en estos momentos debe ocuparse de la creación de las capacidades necesarias para adaptarse a él.

Para eso, expertos señalan la pertinencia de regirse por “principios orientadores” posibles, más difusos, especializados en áreas temáticas específicas y de carácter modesto, pero que representen posibilidades más allá del corto y mediano plazo, y que, en términos concretos, propicien el surgimiento de armonía en el apoyo interno a la política exterior del Estado y en la apreciación del país como actor de relevancia a nivel internacional.

La política exterior dominicana y la Estrategia Nacional de Desarrollo

La articulación interna a la que hacía referencia más arriba deberá siempre preceder a la acción internacional.

Es mandatorio que la Política Exterior, de forma estratégica, y quizás utilizando el concepto de los “principios orientadores” a los que hacíamos alusión, se organice de forma tal que propicie el reposicionamiento positivo del país a nivel internacional, siguiendo siempre lo establecido en la Estrategia Nacional de Desarrollo como marco objetivo sobre el cual hacer, en el caso nuestro, las dos cosas de manera precisa.

El objetivo específico número 1.4.2 del primer Eje Estratégico de la END “que procura un Estado Social Democrático de Derecho” conmina textualmente al Estado a: “Consolidar las relaciones internacionales como instrumento de la promoción del desarrollo nacional, la convivencia pacífica, el desarrollo global, regional e insular sostenible y un orden internacional justo, en consonancia con los principios democráticos y el derecho internacional”.

Para ello, establece líneas de acción precisas. Menciono solo algunas de ellas: “Gestionar eficientemente la cooperación internacional en favor del desarrollo nacional…”…/…“Consolidar espacios de diálogo con la República de Haití que permitan la definición e implementación conjunta de proyectos de interés mutuo y coadyuven al desarrollo sostenible insular”.

La Estrategia Nacional de Desarrollo no podría ser más objetiva. De ahí que, las acciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, en estos renovados esfuerzos de implementación de una política exterior más eficiente y proactiva, no solo cumplen con lo que ha establecido en legislador en la END, sino que evidencian la utilización metódica y programática de un equilibrado pensamiento estratégico que podría colocar al país, en poco tiempo, en otra dimensión a nivel internacional.

Es el trasvase de la percepción de una política exterior que consistía, paradójicamente, en no tener política exterior para algunos temas, a la confección estratégica de una política (en el sentido de Policy) que sea una especie de guía de comportamiento y de gestión  para alcanzar metas específicas en aspectos medulares de las relaciones internacionales de nuestro país.

Es necesario, en ese sentido, el desarrollo de las capacidades de adaptación de las instituciones nacionales hacia los procesos que se abrirán como parte de esta nueva política exterior coordinada por Cancillería, así como la selección escrupulosa de los principios orientadores a implementar hacia el Caribe, Centroamérica y nuestro más cercano vecino, Haití.

Estos elementos de carácter estratégico deben contribuir a  convertir a República Dominicana en un referente de obligada mención en cuanto a desarrollo, convivencia pacífica e influencia política y comercial positiva en toda la región.

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