III Congreso Internacional de Estudios Caribeños: Ortiz y Césaire las redes dispersas del Caribe

Entre otras masacresCon todas sus fuerzas chocanel sol y la lunalas estrellas caen para atestiguarla moralcon una carga de nervios grisesno tengas temor atiende a las crecidasaguas que desbordan el límite…

Entre otras masacres

Con todas sus fuerzas chocan
el sol y la luna
las estrellas caen para atestiguar
la moral
con una carga de nervios grises
no tengas temor atiende a las crecidas
aguas que desbordan el límite de
los espejos
han salpicado el lodo en mis ojos
y veo yo veo terriblemente veo en
todas las montañas en todas las islas
que no queda nada más que algunos
malditos colmillos de la
impenitente saliva del mar, Aimé
Césaire

La profesora Amanda Alfaro Córdoba de la Universidad de Costa Rica, presentó una hermosa ponencia titulada “ORTIZ Y CÉSAIRE: REDES DISPERSAS EN EL CARIBE”, refiriéndose a la obra poética de los grandes poetas: el cubano Fernando Ortiz y el martiniqués Aimé Césaire.

Inicia su ponencia afirmando que la construcción del conocimiento antropológico, lingüístico y cultural construido desde hace siglos, ha colocado de forma consciente en la más grande marginalización de la población heredera de los esclavos negros provenientes de África. Gracias, a poetas sensibles estas vidas no quedaron en el olvido:

Fernando Ortiz y Aimé Césaire nacieron y se desarrollaron intelectualmente en espacios aún colonizados, si bien Cuba se independiza el año en el que Ortiz cumple 17 años, a lo largo de su vida experimenta no sólo la guerra de independencia sino también la ocupación estadounidense de la isla, las dictaduras de Gerardo Machado, Fulgencio Batista y el proceso de revolución. Es decir, habitó una Cuba con dinámicas coloniales durante la mayor parte de su vida. Césaire crece, estudia, vuelve, (d) escribe y gobierna una isla que aún cinco años después de su muerte continúa siendo un Territorio de Ultramar francés. Si bien vivió unos 8 años en París, el resto de su vida lo dedicó intelectual y experiencialmente al espacio y las dinámicas de la condición colonial.

Estos intelectuales, formados en Europa, el continente que esclavizó y explotó a los africanos que venían de África y eran vendidos como animales, convirtieron la condición colonial de sus islas, pero más aún la exclusión del negro y lo negro en el discurso, en sus objetos de estudios y preocupaciones.

Ambos se dedicaron, convirtiéndolos como un apostolado, a divulgar sus reflexiones. Ortiz publicaba en la Revista Bimestre Cubana, publicación que había sido fundada en 1831. Césaire  por su parte, escribía  para L’etudiant noir, una revista fundada por él mismo en los años 30 del siglo XX. Como afirma la profesora Alfaro:

Más allá del ánimo de adquirir “conciencia histórica” o representación, identidad o sintonía conceptual, los cuales son evidentes en ambos autores; los esfuerzos de Ortiz y Cesaire dan cuenta de un desarrollo sincrónico, muy probablemente inspirado en las mismas circunstancias históricas, pero separado por dos mil insalvables kilómetros y dos vertientes colonizadoras distintas que los harían circular en ámbitos intelectuales divorciados.

Es la misma naturaleza colonial-europea la que provee una raíz lingüística (la latina) desde la cual leer las propuestas de estos dos sujetos, quienes escriben y piensan en la lengua de sus colonizadores y, al mismo tiempo, es esa condición de colonialidad la que parece separar sus ideas ejerciendo un mecanismo de control que afecta sus propios discursos y consigue dominar el acontecimiento aleatorio de la denuncia.

Afirma la autora, la profesora Alfaro, que tanto Fernando Ortiz como Aimé Césaire luchaban con pasión y gallardía, haciendo uso de sus mejores armas: las palabras. Buscaban enfrentar el desarraigo que a los ojos de estos dos sensibles poetas antillanos era la responsable de la marginalización material.
Ambos sostienen que la negritud ha sido vista como estigma. Fernando Ortiz para exponer sus ideas utiliza el término de transculturalidad o transculturación.
Lo desarrolla como la mezcla sorprendente de códigos culturales que provienen de distintos grupos gracias a la unión entre diferentes grupos étnicos: africanos, indígenas y europeos. Esta transculturación, afirma Ortiz en sus obras, no es más que un neologismo que nació de la necesidad de una alternativa al concepto de aculturación. Dice el escritor y pensador cubano que la transculturación ostentaba un lugar privilegiado en Cuba, como ocurría en los demás pueblos de América. Definió lo cubano, indicando que era, y es, “su manera de ser, su carácter, su índole, su condición distintiva, su individuación dentro de lo universal”.

Césaire comienza sus andanzas intelectuales desarrollando el concepto de negritud. Utilizando este concepto rechazaba de forma vehemente la cultura dominante francesa, fomentando la noción de cultura “africana” con toda la complejidad que suponía. Su trabajo más reconocido e impactante es Cahier d’un retour au pays natal (1939/ 1969):

un poema inscrito en el surrealismo que a un tiempo funciona como definición de la naturaleza de las Antillas y como manifiesto de la particularidad del ser caribeño[1], retoma la idea de negritud para exponer lo que siente al volver a Martinica, anticipando su regreso pues su estancia en Francia se dificulta a raíz del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

El espíritu del poeta regresa a todo el pasado doloroso de su raza y lo hace suyo por identificación ardiente. Nos describe las mil formas de muerte y de tortura de los esclavos en América, tras su oblación del África. Ante la razón que ha sido instrumento de ignominia, el poeta, en su furioso corazón, reivindica la “demencia precoz, la locura ardiente, el canibalismo tenaz”, los poderes mágicos de la creación, la exaltación iluminada de los instintos y las reminiscencias de los antepasados.

Se pregunta la investigadora: ¿En qué se parecen estos dos intelectuales? ¿Tienen puntos comunes? Se responde diciendo que tanto Aimé Cesaire como Fernando Ortiz son productos de sociedades que se crearon a consecuencia del mismo sistema económico colonial, y en sus obras denuncian el despojo sistemático que vivieran los africanos desgarrados y desarraigados de todo: 
Tanto en Cuba como en Martinica, alrededor de los puntos de redistribución de los mercados de seres humanos esclavizados, quedaron rezagadas poblaciones enteras de africanos alienados, desheredados de sus construcciones culturales previas. Estas poblaciones quedaban como sobrevivientes de un sistema que los subyugaba, les cercenaba la dignidad, tanto Ortiz como Césarie, cada uno a su manera, apuntan hacia la incapacidad que los seres humanos esclavizados, y más adelante sus herederos, encontraban al querer crear sentido de su propia proveniencia o existencia.

Al leer a la autora me pregunté entonces. ¿Existen diferencias entre estos dos pensadores? No tuve que buscar mucho para encontrar una interesante respuesta:

Mientras Césaire se pone a sí mismo como protagonista de esta identidad y apela a formas mucho más libres para expresar el dolor, la violencia, la desigualdad; Ortiz escribe desde el código de la descripción antropológica, lingüística y económica la procedencia y el destino de los migrantes forzados que durante más de 300 años cruzaron el Atlántico para desarraigarse…

Al mismo tiempo, la transculturación de una continua chorrera humana de negros africanos, de razas y culturas diversas, procedentes de todas las comarcas costeñas de África, desde el Senegal, por Guinea, Congo y Angola, en el Atlántico, hasta las de Mozambique en la contracosta oriental de aquel continente. Todos ellos arrancados de sus núcleos sociales originarios y con sus culturas destrozadas, oprimidas bajo el peso de las culturas aquí imperantes, como las cañas de azúcar molidas entre las mazas de los trapiches.

Tanto Ortiz como Césaire reparan en la “orfandad” de la procedencia de sus espacios (Cuba, Martinica), en el caso de Ortiz esa orfandad se describe como el desprendimiento (arranque de) los “núcleos sociales originarios”. Para Césaire, Martinica crea habitantes bastardos de la herencia africana -también de la europea- ambos argumentan su preocupación ante la apatía con la que se trata el tema del legado africano en ambas antillas, apoyados en el daño que puede sufrir el conocimiento sociológico, lingüístico y humano.

Una realidad es que los dos intelectuales caribeños, antillanos, desarrollaron sus propuestas teóricas con aspectos semejantes y también diferentes. Son dos discursos cercanos pero inscritos en tendencias distintas. Cada propuesta habla de una herencia lejana a la de la otra, Ortiz critica el modelo colonial español, mientras que Cesaire el francés.  Se diferenciaban también en la forma. Cesaire tenía un lenguaje poético y político; Ortiz por su lado intentaba reelaborar “las percepciones del entorno a partir de neologismos que matizan las nociones de cultura, identidad fenotípica, herencia y describen desde el ensayo o la poesía las formas de dominación propias de cada uno de estos espacios coloniales.
¿Interesante el ensayo? A mí me encantó. Lástima que por razones de espacio tuve que cortar. Y me doy cuenta, al leer y resumir estos ensayos, que el Caribe es rico, diverso y todavía desconocido para este pueblo nuestro que habitando en el corazón mismo del mar, vivimos de espaldas a las islas que nos acompañan en nuestro viejo hábitat.

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