“La credibilidad se consigue sosteniendo las mismas ideas”

Entre los alegres saltos y los fuertes ladridos del inquieto Tobi, Armando nos contó sus vivencias. Esas que comenzaron en la calle 19 de Marzo de la capital y que se desplazaron por casi toda la geografía nacional, debido a que sus padres, dos…

Armando Almánzar: “La credibilidad se consigue sosteniendo las mismas ideas”

Entre los alegres saltos y los fuertes ladridos del inquieto Tobi, Armando nos contó sus vivencias. Esas que comenzaron en la calle 19 de Marzo de la capital y que se desplazaron por casi toda la geografía nacional, debido a que sus padres, dos…

Entre los alegres saltos y los fuertes ladridos del inquieto Tobi, Armando nos contó sus vivencias. Esas que comenzaron en la calle 19 de Marzo de la capital y que se desplazaron por casi toda la geografía nacional, debido a que sus padres, dos maestros de profesión debían ir, cada año, a diferentes pueblos, trasladados por la Secretaría de Educación.

En sus primeros años de vida vio llegar y partir a muchos amigos, a los que tenía que dejar cada vez que sus padres debían cambiar de residencia.
Sin embargo, al llegar a la adolescencia, pudo permanecer en la capital por un tiempo más largo. Aquí comenzaba una nueva etapa. Aquí logró cosechar amistades más fuertes y duraderas.

Pasó por las mismas dificultades que le tocó a todo el que vivió la llamada Era de Trujillo, pero, sin mayores consecuencias, quizás por su juventud o por esa forma tan pacífica con que acostumbra enfrentar las cosas.

Durante la Revolución de Abril del 65, se dedicaba a proyectar películas a los combatientes, de ahí surgió su gran pasión por el séptimo arte y nació el crítico de cine. Un par de años más tarde comenzó a escribir cuentos y novelas, algo que piensa hacer por el resto de su vida.

1. Hijo de maestros
Mis padres, los dos, eran maestros y como en esa época trasladaban mucho a los maestros, aunque yo nací en la capital, en la calle 19 de Marzo, a un par de cuadras del Malecón, viví en Santiago, en La Romana, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, en Baní, en Azua y en La Vega. A todos esos sitios trasladaban a mi papá, primero como maestro de escuela, después como director de escuela, más tarde como inspector de educación pública, después como intendente, que ahora ya no existe, y que era una especie de supervisor regional, hasta llegar a ser secretario de Educación. Mi papá se llamaba Armando Almánzar y mi mamá, Luz Rodríguez. Éramos cuatro hermanos. Yo soy el mayor, me siguen, dos hermanos varones y una hermana, que es la más pequeña.

2. Educación
Tuvimos una buena educación, lo único malo era que como mis padres eran maestros, yo recibía clases en la escuela y en la casa. Entonces yo era carita de los profesores, es decir, que era el favorito de los profesores, porque claro, yo sabía más que mis compañeros. Además, todos mis compañeros eran más grandes que yo, pero eso pasa mucho en los pueblos, que los alumnos son más grandes que los de la capital.

3. De un lugar a otro
La vida de un pueblo a otro es un problema, porque uno no logra hacer muchos amigos. Cuando estás en un barrio cualquiera, tienes todos los amigos del mundo en ese lugar, pero viviendo en un pueblo y otro, los amigos solo te duran uno o dos años. Así mismo pasaba con las novias. Cuando uno ya estaba en los 16 y 17 años, que uno comenzaba a conocer muchachas y a salir con ellas, cuando uno estaba más entusiasmado, se tenía que mudar. Mis mejores recuerdos son de la capital porque cada vez que veníamos aquí, nos quedábamos en casa de los abuelos. Yo vine a la capital a estudiar la secundaria y la universidad, aunque la universidad la dejé de una vez. Al permanecer períodos más largos aquí, conservé más amigos, porque fueron años consecutivos.

4. Adolescencia
En la Era de Trujillo, uno no podía hablar mucho. Por ejemplo, cuando yo llegué de La Vega, nos reuníamos en el parque y ahí hablábamos mal del gobierno, hasta que un día se sopló algo, y me llamaron diciendo que el general, fulano de tal, que estaba en la fortaleza, me quería ver, me llevaron a mí y a los tres o cuatro que estaban conmigo y en la fortaleza comenzaron a preguntarnos. Yo lo único que les dije fue: “bueno, ¿a qué va la gente al parque?, es a hablar”, y ellos insistían en que era a hablar mal de Trujillo y nosotros le decíamos que no sabíamos de dónde habían sacado eso. Era una situación muy incómoda. Además, aunque papá no era trujillista, trabajaba en el gobierno, a miles le pasaba lo mismo. Mi papá era maestro y una vez lo mandaron de castigo, porque en un discurso no mencionó a Trujillo. Lo mandaron de San Pedro de Macorís a Monte Plata. Era una vida difícil.

5. Después de la dictadura
Al principio de la caída de Trujillo, la cosa era peligrosa, por ejemplo, durante uno de los mítines que hizo el PRD en el parque Colón, los que estábamos ahí comenzamos a escuchar un ruido raro que hacía una guagua que venía por la Arzobispo Merino. Era la guagua de la orquesta de la Marina de Guerra, pero no venían tocando instrumentos, ahí venía un paquete de guardias armados hasta los dientes y se armó un despelote. En la confusión hubo gente que brincó la verja grande que todavía tiene la catedral. Esa reja enorme la brincó muchísima gente. Yo estaba sentado ahí con un amigo y un primo, y vimos un grupo de gente corriendo y los guardias detrás, pero nosotros nos quedamos ahí mismo sentados y después que pasó todo el mundo, entonces nos levantamos nosotros. Ahí nos encontramos carteras, zapatos, pantis, cachuchas, de todo.

6. ¡Viva Trujillo!
Recuerdo una vez que estaba en El Conde y llegaron los famosos paleros, venían corriendo desde el parque Colón repartiendo golpes a todo el mundo. A mí me atrapó uno que estaba en la puerta de un bar, que se llamaba Sublime, me amagó con la culata del fusil y me dijo: “diga viva Trujillo”. Y yo haciéndome el guapo, me quedé callado y el hombre seguía diciéndome que dijera viva Trujillo y yo callado. No me reventó la cabeza, de milagro, y mira que yo no creo en los milagros, pero ese fue uno.

7. Durante la guerra
Para mí, es muy triste recordar la desaparición y la muerte de algunos amigos durante la Era de Trujillo, después de la Era de Trujillo y durante la época de Balaguer, que para mí es el hijo de la gran p… más grande que ha existido, porque con Trujillo, uno sabía a qué atenerse, que era un tirano, todo el mundo lo sabía, pero el otro era el ilustrado, el encantador de serpientes, el individuo suave, que quemaba por debajo. Después de la guerra los americanos mandaron una lista con gente que había que eliminar y él aceptó y aquí, todos los días desaparecían tres o cuatro personas de las que participaron en la guerra. Yo no tiré ni un tiro en la guerra, pero estaba en la sede principal organizando tandas de películas para los combatientes. Los distribuidores de películas estaban todos en la zona y los martes y jueves proyectábamos películas en el Leonor y los miércoles y viernes en el Santomé. Repartíamos tickets en los comandos.

8. El escritor
Desde el 65 hasta la fecha, me he dedicado a escribir. Ya desde el 63 yo escribía de cine. Escribo cuentos y novelas y cuando terminó la guerra, la Sociedad Cultural La Máscara, que pasó a ser Casa de Teatro, organizó un concurso de cuentos a nivel nacional y el jurado estaba integrado por Máximo Avilés Blonda, Héctor Incháustegui y Juan Bosch. Entonces yo participé, envié cinco cuentos y gané dos menciones y el primer premio lo ganamos tres, Miguel Fonseca, Abel Fernández Mejía y yo.

9. El crítico de cine
Todos los amigos míos de la 19 de Marzo, la Padre Billini, todos íbamos al cine, incluyendo cines de barrio que ya no existen. Un día en 1963, entre julio y mayo, me preguntaron que por qué si yo hablaba tanto de cine, por qué no escribía de cine. En ese entonces solo existían los periódicos elCaribe y La Información, pero me dijeron que iba a volver a salir el Listín Diario. Pedí una cita con don Rafael Herrera, me la concedió y me pidió que le llevara un par de trabajos y cuando salió el primer periódico en agosto de 1963, ahí estaba yo. De eso hace ya 51 años. Salí del Listín y me fui a El Nacional, porque yo pensé que como ese diario lo había comprado Pepín Corripio, me iban a pagar más. Me pagaban más, pero cuando pedí aumento de sueldo, no lo conseguí. Trabajé en La Noticia, donde pagaban muy bien y de ahí volví al Listín, hasta hoy.

10. Un hombre saludable
A mí, desde el setenta y pico hasta la fecha solo me han dado dos o tres gripes. Soy una persona muy saludable. Eso me hace recordar que una vez, yo tenía una noviecita en el colegio, en ese tiempo, uno tenía que tener amores escondidos. Entonces, teníamos una cita para encontrarnos ese fin de semana, en el tercer piso del cine Rialto, eso fue como un jueves que hicimos ese acuerdo y el viernes se me desató una gripe, que me volvió un disparate. La noche del día de nuestra cita, yo me paré en el patio de mi casa y le vociferé de todo a Dios, porque me había echado a perder mi cita. Me siento saludable y feliz. Me he casado dos veces. Mi primera esposa, Emilia Melgen, con ella tuve tres hijos. Ella trabajaba publicidad con Freddy Ginebra, en la Publicitaria Cumbre y vivímos en varios lugares en la capital. Nos divorciamos y después de eso duré un par de años vagando, de pica flor, hasta que conocí a Patricia García y se armó el bollo otra vez. Nos casamos, no tenemos hijos, pero tenemos a Tobi, nuestro perrito que es la gran alegría de esta casa. 

Para ser creíble hay que ser coherente

Yo he tenido programas de televisión y tengo programas de radio, a mí me han llamado personas. A mí me llamó el gerente de Cinema Centro, porque yo dije una vez que en el cine de ellos del Malecón, la puerta de escape tenía puesta una cadena con candado y entonces si se armaba un lío o un fuego, nadie se iba a salvar. Yo lo dije y lo escribí. Él me llamó para decirme que quería patrocinar el programa, pero eso era para que yo no volviera a decir nada, así que le dije que yo tenía mi patrocinador. Después, dije que en el Palacio del Cine de la 27 de Febrero, le cayó un pedazo de plafón mojado a una señora. Lo dije y lo escribí. Al jueves siguiente cuando traté de entrar, el señor de la puerta me dijo que yo no podía entrar, le pregunté por qué y dijo que solo me podía decir eso. Yo no pago para entrar a los cines desde hace mil años. Entonces le dije que iba a comprar mi entrada y me respondió que no podía entrar ni pagando. Le dije que estaba bien y me fui para mi casa. Al llegar a mi casa, llamé por teléfono a todos los periódicos y al otro día salí en primera plana y me llamaron para decirme que había sido un error. No aceptar dinero, no comprometerme con nadie, esa forma de pensar la he mantenido y pretendo mantenerla por 50 años más. Por otro lado, la gente se queja de que hay muchas películas malas en el país y eso es verdad, pero nosotros empezamos a hacer cine hace treinta y pico de años, pero los argentinos, los americanos, los franceses, tienen ciento y pico de años haciendo cine y continúan haciendo porquerías. Entonces, de qué tanto es que se quejan. En Estados Unidos la gente va al cine y se ríe con Adam Sandler y aquí se ríe con Raymond y Miguel, es la misma cosa. Poco a poco se va afinando la puntería.

Honestidad
Cuando digo que una película me gustó o no, es con argumento serio. No como algunas personas que negocian para hablar bien de una película”.

Cine local
Empezamos a hacer cine hace treinta y pico de años, pero los americanos y los franceses tienen ciento y pico y continúan haciendo porquerías”.

Ejemplos
De mi padre, recuerdo su seriedad, formalidad e inteligencia, al igual que él, mi madre también era muy inteligente”.

El futuro
Espero seguir escribiendo, viendo y hablando de películas. Como padre no he sido muy recto, pero mis hijos han salido buenos muchachos”.

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Entre los alegres saltos y los fuertes ladridos del inquieto Tobi, Armando nos contó sus vivencias. Esas que comenzaron en la calle 19 de Marzo de la capital y que se desplazaron por casi toda la geografía nacional, debido a que sus padres, dos maestros de profesión debían ir, cada año, a diferentes pueblos, trasladados por la Secretaría de Educación.

En sus primeros años de vida vio llegar y partir a muchos amigos, a los que tenía que dejar cada vez que sus padres debían cambiar de residencia.
Sin embargo, al llegar a la adolescencia, pudo permanecer en la capital por un tiempo más largo. Aquí comenzaba una nueva etapa. Aquí logró cosechar amistades más fuertes y duraderas.

Pasó por las mismas dificultades que le tocó a todo el que vivió la llamada Era de Trujillo, pero, sin mayores consecuencias, quizás por su juventud o por esa forma tan pacífica con que acostumbra enfrentar las cosas.

Durante la Revolución de Abril del 65, se dedicaba a proyectar películas a los combatientes, de ahí surgió su gran pasión por el séptimo arte y nació el crítico de cine. Un par de años más tarde comenzó a escribir cuentos y novelas, algo que piensa hacer por el resto de su vida.

1. Hijo de maestros
Mis padres, los dos, eran maestros y como en esa época trasladaban mucho a los maestros, aunque yo nací en la capital, en la calle 19 de Marzo, a un par de cuadras del Malecón, viví en Santiago, en La Romana, Puerto Plata, San Pedro de Macorís, en Baní, en Azua y en La Vega. A todos esos sitios trasladaban a mi papá, primero como maestro de escuela, después como director de escuela, más tarde como inspector de educación pública, después como intendente, que ahora ya no existe, y que era una especie de supervisor regional, hasta llegar a ser secretario de Educación. Mi papá se llamaba Armando Almánzar y mi mamá, Luz Rodríguez. Éramos cuatro hermanos. Yo soy el mayor, me siguen, dos hermanos varones y una hermana, que es la más pequeña.

2. Educación
Tuvimos una buena educación, lo único malo era que como mis padres eran maestros, yo recibía clases en la escuela y en la casa. Entonces yo era carita de los profesores, es decir, que era el favorito de los profesores, porque claro, yo sabía más que mis compañeros. Además, todos mis compañeros eran más grandes que yo, pero eso pasa mucho en los pueblos, que los alumnos son más grandes que los de la capital.

3. De un lugar a otro
La vida de un pueblo a otro es un problema, porque uno no logra hacer muchos amigos. Cuando estás en un barrio cualquiera, tienes todos los amigos del mundo en ese lugar, pero viviendo en un pueblo y otro, los amigos solo te duran uno o dos años. Así mismo pasaba con las novias. Cuando uno ya estaba en los 16 y 17 años, que uno comenzaba a conocer muchachas y a salir con ellas, cuando uno estaba más entusiasmado, se tenía que mudar. Mis mejores recuerdos son de la capital porque cada vez que veníamos aquí, nos quedábamos en casa de los abuelos. Yo vine a la capital a estudiar la secundaria y la universidad, aunque la universidad la dejé de una vez. Al permanecer períodos más largos aquí, conservé más amigos, porque fueron años consecutivos.

4. Adolescencia
En la Era de Trujillo, uno no podía hablar mucho. Por ejemplo, cuando yo llegué de La Vega, nos reuníamos en el parque y ahí hablábamos mal del gobierno, hasta que un día se sopló algo, y me llamaron diciendo que el general, fulano de tal, que estaba en la fortaleza, me quería ver, me llevaron a mí y a los tres o cuatro que estaban conmigo y en la fortaleza comenzaron a preguntarnos. Yo lo único que les dije fue: “bueno, ¿a qué va la gente al parque?, es a hablar”, y ellos insistían en que era a hablar mal de Trujillo y nosotros le decíamos que no sabíamos de dónde habían sacado eso. Era una situación muy incómoda. Además, aunque papá no era trujillista, trabajaba en el gobierno, a miles le pasaba lo mismo. Mi papá era maestro y una vez lo mandaron de castigo, porque en un discurso no mencionó a Trujillo. Lo mandaron de San Pedro de Macorís a Monte Plata. Era una vida difícil.

5. Después de la dictadura
Al principio de la caída de Trujillo, la cosa era peligrosa, por ejemplo, durante uno de los mítines que hizo el PRD en el parque Colón, los que estábamos ahí comenzamos a escuchar un ruido raro que hacía una guagua que venía por la Arzobispo Merino. Era la guagua de la orquesta de la Marina de Guerra, pero no venían tocando instrumentos, ahí venía un paquete de guardias armados hasta los dientes y se armó un despelote. En la confusión hubo gente que brincó la verja grande que todavía tiene la catedral. Esa reja enorme la brincó muchísima gente. Yo estaba sentado ahí con un amigo y un primo, y vimos un grupo de gente corriendo y los guardias detrás, pero nosotros nos quedamos ahí mismo sentados y después que pasó todo el mundo, entonces nos levantamos nosotros. Ahí nos encontramos carteras, zapatos, pantis, cachuchas, de todo.

6. ¡Viva Trujillo!
Recuerdo una vez que estaba en El Conde y llegaron los famosos paleros, venían corriendo desde el parque Colón repartiendo golpes a todo el mundo. A mí me atrapó uno que estaba en la puerta de un bar, que se llamaba Sublime, me amagó con la culata del fusil y me dijo: “diga viva Trujillo”. Y yo haciéndome el guapo, me quedé callado y el hombre seguía diciéndome que dijera viva Trujillo y yo callado. No me reventó la cabeza, de milagro, y mira que yo no creo en los milagros, pero ese fue uno.

7. Durante la guerra
Para mí, es muy triste recordar la desaparición y la muerte de algunos amigos durante la Era de Trujillo, después de la Era de Trujillo y durante la época de Balaguer, que para mí es el hijo de la gran p… más grande que ha existido, porque con Trujillo, uno sabía a qué atenerse, que era un tirano, todo el mundo lo sabía, pero el otro era el ilustrado, el encantador de serpientes, el individuo suave, que quemaba por debajo. Después de la guerra los americanos mandaron una lista con gente que había que eliminar y él aceptó y aquí, todos los días desaparecían tres o cuatro personas de las que participaron en la guerra. Yo no tiré ni un tiro en la guerra, pero estaba en la sede principal organizando tandas de películas para los combatientes. Los distribuidores de películas estaban todos en la zona y los martes y jueves proyectábamos películas en el Leonor y los miércoles y viernes en el Santomé. Repartíamos tickets en los comandos.

8. El escritor
Desde el 65 hasta la fecha, me he dedicado a escribir. Ya desde el 63 yo escribía de cine. Escribo cuentos y novelas y cuando terminó la guerra, la Sociedad Cultural La Máscara, que pasó a ser Casa de Teatro, organizó un concurso de cuentos a nivel nacional y el jurado estaba integrado por Máximo Avilés Blonda, Héctor Incháustegui y Juan Bosch. Entonces yo participé, envié cinco cuentos y gané dos menciones y el primer premio lo ganamos tres, Miguel Fonseca, Abel Fernández Mejía y yo.

9. El crítico de cine
Todos los amigos míos de la 19 de Marzo, la Padre Billini, todos íbamos al cine, incluyendo cines de barrio que ya no existen. Un día en 1963, entre julio y mayo, me preguntaron que por qué si yo hablaba tanto de cine, por qué no escribía de cine. En ese entonces solo existían los periódicos elCaribe y La Información, pero me dijeron que iba a volver a salir el Listín Diario. Pedí una cita con don Rafael Herrera, me la concedió y me pidió que le llevara un par de trabajos y cuando salió el primer periódico en agosto de 1963, ahí estaba yo. De eso hace ya 51 años. Salí del Listín y me fui a El Nacional, porque yo pensé que como ese diario lo había comprado Pepín Corripio, me iban a pagar más. Me pagaban más, pero cuando pedí aumento de sueldo, no lo conseguí. Trabajé en La Noticia, donde pagaban muy bien y de ahí volví al Listín, hasta hoy.

10. Un hombre saludable
A mí, desde el setenta y pico hasta la fecha solo me han dado dos o tres gripes. Soy una persona muy saludable. Eso me hace recordar que una vez, yo tenía una noviecita en el colegio, en ese tiempo, uno tenía que tener amores escondidos. Entonces, teníamos una cita para encontrarnos ese fin de semana, en el tercer piso del cine Rialto, eso fue como un jueves que hicimos ese acuerdo y el viernes se me desató una gripe, que me volvió un disparate. La noche del día de nuestra cita, yo me paré en el patio de mi casa y le vociferé de todo a Dios, porque me había echado a perder mi cita. Me siento saludable y feliz. Me he casado dos veces. Mi primera esposa, Emilia Melgen, con ella tuve tres hijos. Ella trabajaba publicidad con Freddy Ginebra, en la Publicitaria Cumbre y vivímos en varios lugares en la capital. Nos divorciamos y después de eso duré un par de años vagando, de pica flor, hasta que conocí a Patricia García y se armó el bollo otra vez. Nos casamos, no tenemos hijos, pero tenemos a Tobi, nuestro perrito que es la gran alegría de esta casa.

Para ser creíble hay que ser coherente

Yo he tenido programas de televisión y tengo programas de radio, a mí me han llamado personas. A mí me llamó el gerente de Cinema Centro, porque yo dije una vez que en el cine de ellos del Malecón, la puerta de escape tenía puesta una cadena con candado y entonces si se armaba un lío o un fuego, nadie se iba a salvar. Yo lo dije y lo escribí. Él me llamó para decirme que quería patrocinar el programa, pero eso era para que yo no volviera a decir nada, así que le dije que yo tenía mi patrocinador. Después, dije que en el Palacio del Cine de la 27 de Febrero, le cayó un pedazo de plafón mojado a una señora. Lo dije y lo escribí. Al jueves siguiente cuando traté de entrar, el señor de la puerta me dijo que yo no podía entrar, le pregunté por qué y dijo que solo me podía decir eso. Yo no pago para entrar a los cines desde hace mil años. Entonces le dije que iba a comprar mi entrada y me respondió que no podía entrar ni pagando. Le dije que estaba bien y me fui para mi casa. Al llegar a mi casa, llamé por teléfono a todos los periódicos y al otro día salí en primera plana y me llamaron para decirme que había sido un error. No aceptar dinero, no comprometerme con nadie, esa forma de pensar la he mantenido y pretendo mantenerla por 50 años más. Por otro lado, la gente se queja de que hay muchas películas malas en el país y eso es verdad, pero nosotros empezamos a hacer cine hace treinta y pico de años, pero los argentinos, los americanos, los franceses, tienen ciento y pico de años haciendo cine y continúan haciendo porquerías. Entonces, de qué tanto es que se quejan. En Estados Unidos la gente va al cine y se ríe con Adam Sandler y aquí se ríe con Raymond y Miguel, es la misma cosa. Poco a poco se va afinando la puntería.

Honestidad
Cuando digo que una película me gustó o no, es con argumento serio. No como algunas personas que negocian para hablar bien de una película”.

Cine local
Empezamos a hacer cine hace treinta y pico de años, pero los americanos y los franceses tienen ciento y pico y continúan haciendo porquerías”.

Ejemplos
De mi padre, recuerdo su seriedad, formalidad e inteligencia, al igual que él, mi madre también era muy inteligente”.

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