Este dicho de la sabiduría popular se refiere a la actitud de las personas que dan mayor importancia a lo ajeno que a lo propio, o le prestan más interés al qué dirán los vecinos antes que a los de su casa.
Esta frase que no amerita largos ni complejos discursos, ayuda a entender el concepto de soberanía nacional. Si la aplicamos a lo que está sucediendo en nuestro país, con respecto a las decisiones entorno a los privilegios y la protección de las inversiones extranjeras por encima de intereses y recursos naturales nacionales.
Luz de la calle, cuando leyes y contratos del estado con sectores extranjeros privilegian intereses ajenos y prefieren protegerles a pesar de que ello ponga en riesgo intereses nacionales.
Riesgos como los que conlleva la minería a cielo abierto, cuando se trata de territorios que albergan manantiales de agua dulce e importantes bosques que garantizan el agua para futuras generaciones. Luz para la inversión extranjera, que no garantiza que sus operaciones extractivas van a ser diferentes de cómo antes se hizo.
Oscuridad de la casa queda para los nacionales. Cuando los intereses locales y no solo de un grupito, son dejados de lado para priorizar intereses ajenos. O cuando se entorpece el equilibrio de la naturaleza. Los intereses de quienes se llevan sus beneficios a otro lugar, no tienen sabor a soberanía nacional. La palabra “extranjera” significa que no son de casa, sus intereses muy rara vez coincidirán con los intereses nacionales.
El papel del Estado como defensor y regulador de los intereses colectivos, es garantizar que no falte la “luz dentro de casa”. Al Estado le corresponde alzar la bandera de los intereses nacionales, proteger sus ciudadanos, en su salud, educación, recursos naturales y culturales, en negocios no solo presentes sino de las generaciones futuras. l
