El triste espectáculo partidario

Las renuncias de dirigentes, el endoso de siglas partidarias, el traspaso de cargos y la disputa entre líderes políticos durante las últimas semanas, es solo un adelanto de lo que exhibirán los partidos políticos a lo largo de este periodo electoral.

Las renuncias de dirigentes, el endoso de siglas partidarias, el traspaso de cargos y la disputa entre líderes políticos durante las últimas semanas, es solo un adelanto de lo que exhibirán los partidos políticos a lo largo de este periodo electoral. Lamentablemente, al margen de las aspiraciones de que se promuevan reformas para la democratización y fortalecimiento institucional de los partidos, estos se han concentrados exclusivamente en el ejercicio de su función electoral. Más que ser instancia de representación de los intereses de la sociedad, la preocupación mayor de las organizaciones políticas ha estado centrada en ser puras y simples maquinarias electorales.

Lo anterior explica el olvido en que ha caído el proyecto de Ley de Partidos. A esto se suma el desinterés de los legisladores en llevar a cabo otras reformas políticas que permitirían mejorar la calidad de la competencia electoral. Entre estas reformas está la aprobación de la Ley Orgánica del Régimen Electoral.

Aplazar estos procesos y optar por la lógica electoralista, ha permitido que se siga deteriorando la situación del sistema de partidos en el país. Por un lado, tenemos a un partido oficial entrampado en una confrontación interna entre el proyecto que alienta la reelección del Presidente, los promotores de la continuidad perpetua de Leonel y los dirigentes que quieren abrirse espacio en la competencia por la primera magistratura.

Por otro lado, la principal fuerza de oposición, en una especie de harakiri político, apostó por la división y por su auto-anulación como contrapeso en el sistema político. Efectivamente, el PRD, después de la salida de la mayor parte de sus dirigentes, se ha convertido en una fuerza política muy disminuida, al tiempo que renunció a su tradición ideológica socialdemócrata, abrazando lo más recalcitrante del conservadurismo dominicano. En tanto que el nuevo PRM, sin haber concluido su proceso de estructuración interna, ya está dando muestras de unos niveles de conflictividad interna por la candidatura presidencial, que lo podrían llevar a su división.

Parte de la crisis del sistema político se evidencia en la proliferación de un grupo de organizaciones a las que se podría denominar “partidos carroñeros”, entendidos como partidos-negocios que están a la espera de la sobra de los partidos grandes. Son los permanentes aliados que ofrecen su apoyo no en base a acuerdos programáticos, sino a cambio de dinero y de favores políticos que se hacen desde el poder. Todo esto ocurre sin que sea posible constituir un proyecto político alternativo, pues los que así se presentan, no conectan con la gente y han sido incapaces de articular una propuesta común.

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