Familia y economía

Cuando salimos a comprar un vehículo, tomamos en cuenta su precio y el del combustible que utiliza.

Cuando salimos a comprar un vehículo, tomamos en cuenta su precio y el del combustible que utiliza. Mientras más caros sean, menos probable será que lo compremos. También consideramos qué otras alternativas de transporte existen y cuánto dinero tenemos.

Este tipo de razonamiento está también presente en las decisiones familiares del tipo “cuántos hijos tener” y “si conviene o no divorciarse”.

Hace 65 años, por ejemplo, la cabeza del hogar era “el hombre de la casa”. Este señor salía a trabajar, pagaba las facturas y decidía cuánto ahorrar. Bajo su protección, la mujer limpiaba, cocinaba y cuidaba los hijos que Dios mandara. ¡Y ni opinaba!

Pero este modelo fue cambiando: los aparatos agilizaron el trabajo doméstico, la fuerza física perdió relevancia en el mercado laboral y los métodos anticonceptivos proliferaron. Estos cambios facilitaron que la mujer saliera a desarrollarse profesionalmente.

A medida que fue consolidando su presencia en las empresas, dejar de trabajar para “ser mamá” costaba cada vez más, por el salario al que tenía que renunciar. Al mismo tiempo, el costo de educar aumentaba, porque el mundo exigió más estudios.

Los hijos y su “combustible educativo” subieron de precio y los métodos para evitarlos bajaron su costo. Entonces la mujer “compró menos hijos” (la mitad, para ser exactos, en la mayoría de los países desarrollados)
Y no solo eso. Como ya no le salía tan caro divorciarse, porque podía comprar casa, nevera y equipo de música, comenzó a aguantar menos y a divorciarse más.

Las mujeres del 1950 no eran mejores madres ni esposas que las de ahora. Eran simplemente igual de racionales: hacían lo que les convenía. En ese entonces, lo que convenía era quedarse donde estaban, protegidas por un proveedor y sin más remedio que llenarse de hijos. Y esto no era el gran sacrificio, porque no había nada mucho mejor para ellas en otra parte.
La naturaleza económica (racional y calculadora), no se limita pues al mundo de las compras y ventas. Está también presente en decisiones amorosas y fraternales. Aunque a algunos altruistas les encantaría convencernos de lo contrario.

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