Pocas veces dedicamos tiempo para compartir algunas impresiones muy personales sobre algunos entes, los cuales, sin lugar a duda, constituyen creadores imparables, cuyo fin es llevar al lienzo todo cuanto perciben. Aunque ese todo, en buena medida, alcanza un filtro, que asociado a la imaginería, nos regala un universo cargado de experiencia, pero sobre manera, de sentido de pertenencia.
Más claramente, la artisticidad del objeto en la obra viene dada por el carácter estético que se le imprime. En ello, es claro que cuando el artista asume el detalle de una puerta, un tapa bocinas o sencillamente de la visual de una vía de acceso en cualquier ciudad, como acontece en las obras del artista Alberto Bass, lo cierto es que su enfoque en las imágenes, se transmutan en percepciones particulares que con el tiempo van cobrando alcance general. Así, porque este tipo de imágenes se convierten en una especie de ejercicio visual que nos permiten asociarlas con los registros del subconsciente del día a día. Algunos entendidos podrán estar de acuerdo en que este tipo de prácticas es propia de la relación obra-sujeto receptor, no obstante, en el caso específico de la producción visual de Alberto Bass, notaremos que pocas veces sus obras amplían el espectro visual. Casi siempre, su obra se reduce al detalle, a la minuciosidad y, más que todo, al balance en la composición.
Nos ha sorprendido en este creador más que en ningún otro, la celeridad y perfección de sus trabajos. Pues la disciplina en Alberto Bass es admirable como lo es también su vocación de servicio y entrega para con sus colegas, amigos y conocidos. Maestro e impulsor de generaciones de artistas y figura destacada del hiperrealismo en Latinoamérica.
Es de un artista que se obsesiona en el buen sentido de la palabra con lo que hace. Asumiendo el arte como un compromiso social. De ese modo, reflecta un sin número de aspectos a veces ignorados por la mayoría y con el fin último de entregar al público la expresión más sublime de la realidad.
