Hoy, 21 de marzo, empieza la primavera, y con ella el proceso de despedida de las noches largas y los amaneceres tardíos. Los árboles reverdecen, aún en nuestro trópico. Con el período se acelera la floración de una gama inmensa de nuestras plantas, que a decir verdad se precipita desde antes del inicio de la nueva estación. Como los mangos, que empiezan a florecer desde diciembre, o los aguacates tradicionales que se terminan de cubrir de flores en estos días.
En general, disfrutamos un cambio moderado, toda vez que termina el efecto otoño-invernal para entrar en esta etapa que precede el verano. Y este año tenemos la dicha de que aunque amenazados por la mosca del Mediterráneo, la cuaresma no ha sido dura. No se puede hablar de una sequía temprana o prolongada, con la esperanza de que continúe como va y se torne hembra, preñada de lluvias.
El 21 de marzo es también el Día Mundial de la Forestación. Aquí en el trópico caribeño, casi al borde de los hemisferios, vivimos de manera muy especial los cambios de temporada, que no son tan bruscos como en otras latitudes, pero sí perceptibles.
De todas formas, en el Día Mundial de la Forestación, casi olvidado por estos predios, este diario ha querido recordarlo con una entrega especial de fin de semana.
Es oportuno para recordar el valor de los árboles en la tierra; cómo la protegen, y cómo influyen para mantener el equilibrio en general, para la conservación de las especies y recursos tan imprescindibles como el agua. Sin los árboles es imposible que podamos disfrutar un ambiente limpio o al menos respirable.
En consecuencia, cuidar los árboles es fundamental para la vida. Y especialmente aquellos que están en las montañas y en todas las cuencas proveedoras de agua de la isla.
Es importante que el Estado continúe con sus programas de reforestación y protección forestal y que cada vez más dominicanos valoren la importancia de esa fuente de vida.
