La muerte asecha en la carretera

Con ese título se insertaba en la década de los 60 y 70 un mensaje del radiodifusor Radhamés Aracena, dirigido a que los conductores de vehículos manejaran prudentemente, sin exceso de velocidad.Para entonces, el parque vehicular dominicano…

Con ese título se insertaba en la década de los 60 y 70 un mensaje del radiodifusor Radhamés Aracena, dirigido a que los conductores de vehículos manejaran prudentemente, sin exceso de velocidad.

Para entonces, el parque vehicular dominicano no llegaba ni al 10% de lo que es hoy, cuando cuenta con más de tres millones de unidades y un 50% del universo compuesto por motocicletas, esa frágil y peligrosa categoría de transporte que por lo regular tiene una alta siniestralidad. En una recopilación de estadísticas de accidentes automovilísticos que elCaribe publica en otra parte de esta edición bajo el tan dramático como real título “Sangre tiñe carreteras”, se describe una alarmante situación de muertes masivas en vuelcos y choques en las vías del país.

Pero lo más alarmante de los casos narrados es que reflejan un patrón, una especie de común denominador: manejo imprudente casi siempre de la mano con bebidas alcohólicas.

Los accidentes con cifras múltiples de muertes se están afianzando como una pandemia en la República Dominicana. El ocurrido este jueves en la Autovía de Samaná le confirma al país un posicionamiento o récord que ninguna nación desea exhibir, el de ser el segundo en el ranking mundial de más muertes por accidentes de tránsito. Es un indicador para sentir pena o preocupación, pero jamás orgullo.

En esta misma edición se publica un reportaje dando cuenta de la forma olímpica cómo conductores desaprensivos violan la ley de tránsito de una forma tan descarada que parece reflejar que es un comportamiento habitual, una práctica que sólo se desarrolla en un nivel tan libre cuando no hay riesgo de una drástica sanción.

Estacionar donde hay letreros que lo prohíbe, doblar a la izquierda donde dice expresamente que no se debe, rebasar en curvas, adelantar en cuestas donde el conductor no tiene visión o dominio de la vía, son violaciones y formas de manejo irresponsable y temerario tan usuales que parecen en ocasiones ser aspectos a llenar en una competencia contra la Ley.

El resultado de ese libertinaje en el manejo no puede ser otro que convertir las calles y carreteras del país en vías de tránsito hacia la muerte. Pero esa situación no puede ni debe mantenerse. Hay que hacer algo para que las calles no se sigan tiñendo de sangre. El país no puede cruzarse de brazos ante esa máquina de muerte que son los accidentes automovilísticos.

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