El plan de Donald Trump hacia la Casa Blanca

Está claro que al montar su campaña contra el inmigrante indocumentado, el multimillonario Donald Trump procura levantar una oleada de patriotismo rancio que lo dispare hacia la Casa Blanca. En apariencia, la estrategia política del magnate le…

Está claro que al montar su campaña contra el inmigrante indocumentado, el multimillonario Donald Trump procura levantar una oleada de patriotismo rancio que lo dispare hacia la Casa Blanca. En apariencia, la estrategia política del magnate le ha funcionado porque está al frente en las encuestas al interior de los republicanos, en el combate por la candidatura presidencial hacia el 2016.

Son 17 contendientes. Como luce la batalla, los republicanos, que son los llamados a ocupar la Casa Blanca en el 2016 después de ocho años de la administración Obama sin las grandes glorias pretendidas, deberán escoger entre Trump y Jeb Bush, el hombre de sangre presidencialista que habla español. Es seguro que los estrategas de Trump analizaron el fracaso de Mitt Romney, el contendiente de Barack Obama en el 2012, que terminó incinerado en la hoguera del discurso desenfrenado conservador en contra de los inmigrantes en una nación que nació, creció y avanza con la fuerza del inmigrante.

El temor creciente entre los republicanos es ahora que por una mala administración de su anclada política anti-inmigrantes se vuelva a repetir el fracaso de Mitt Romney excelente candidato, tan agresivo como Trump, pero no pudo enganchar el margen suficiente de votos para arrebatarle la corona a Barack Obama, el líder demócrata que ha logrado recuperarse bastante al final de su segundo mandato, con la recuperación de la economía, reducción del desempleo, y con la apertura de relaciones con Cuba y la firma del pacto anti armas nucleares con Irán. Es lo que ha puesto a preocuparse a los líderes republicanos y a pensar seriamente si Donald Trump, con su discurso descuartizador de inmigrantes mexicanos, es la carta ideal de la derrota, Por eso ven con ojeriza las aspiraciones del multimillonario, quien parece resuelto a todo en el viaje hacia la Casa Blanca, incluido lanzarse por una tercera fuerza, si es que dentro del Partido Republicano le tronchan su camino.

Es que la campaña de Donald Trump piensa en un patriotismo nacionalista que probablemente encaje dentro de los tiempos de George Washington, el padre fundador, un rico hacendado que como líder militar encarnó el honor de ser el primer presidente de los Estados Unidos al coronarse victorioso en la Guerra de Independencia que libraron las 13 colonias originales contra la corona de Inglaterra, en 1776, dando lugar al nacimiento de los Estados Unidos. Son otros tiempos. México no es la corona inglesa ni nada parecido. Estamos en el siglo XXI, donde hay 47 millones de latinos con fuertes raíces empresariales y laborales en el cuerpo económico y social de la nación. Es probable que el sudor y las manos de muchos mexicanos hayan sido parte importante en la construcción del capital declarado por Trump, unos 18 mil millones de dólares. Revivir una ola anti-inmigrante en elecciones es la estrategia del fracaso republicano.

Si culpar a los hispanos de la criminalidad y las drogas es una buena estrategia política Mitt Romney estaría en el poder, y no Obama. El liderazgo republicano juicioso verá pronto en Jeb Bush su carta más equilibrada y ecuánime. Nunca se sabe. Pero es posible que el plan Trump llegue a cuajar desde otra plataforma política. Si ello sucede, entonces lo más probable es que el voto conservador termine dividido. Y que la oportunidad de que el republicano regrese a la Casa Blanca vuelva a incendiarse. Esta vez producto de los desaciertos de Donald Trump y sus malos estrategas, quienes todavía no ven claro el papel decisivo del latino en la economía y mucho menos en las elecciones de Estados Unidos siglo XXI.

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