“Si no fuera por el arte estaría en el manicomio”

Cuando se mudó a Santo Domingo, en enero de 1944, Centenario de la República (tenía cinco años, cumpliría seis en febrero) se instaló en la calle 19 de Marzo esquina Salomé Ureña. En su interior latía, desde entonces, una intensa atracción&#8230

Cuando se mudó a Santo Domingo, en enero de 1944, Centenario de la República (tenía cinco años, cumpliría seis en febrero) se instaló en la calle 19 de Marzo esquina Salomé Ureña. En su interior latía, desde entonces, una intensa atracción por el arte que logró definir gracias al buen ojo de su padre y a que supo seguir sus instintos. Hoy día, gracias a que supo definir claramente su pasión, contamos con uno de los dramaturgos, actores y directores más talentosos que ha dado la República Dominicana: Iván García Guerra, hombre de un conmovedor amor por su país y por su profesión. Sincero hasta los tuétanos, pero con un sentido del humor tan inteligente como ingenuo. A sus 77 años, aspira a seguir aportando con autenticidad y sin dobleces, sus enseñanzas.

¿Cómo fue el proceso de descubrir que quería ser actor?
Fue gradual. Desde jovencito tenía cierta inclinación hacia el arte, así en abstracto. Mi padre era médico pero tenía un espíritu artístico, tocaba flauta y tenía una discoteca con grandes compositores clásicos. Lo primero que me llamó la atención fue la pintura. Al doblar de mi casa quedaba la librería Amengual. Compraba los paquitos y dibujaba sus figuras. Se fue incrementando y mi papá me inscribió en la escuela de pintura de Bellas Artes. Aprendí a dibujar de verdad, con carboncillo, acuarela y óleo. Luego se me comenzó a filtrar la música.

Dicen que algunos actores, sobre todo de teatro, son por naturaleza rebelde. ¿Tiene algo que ver?
Bueno, sí. Aunque los que encontré cuando llegue a Bellas Artes, año 55, era gente pausada, acomodada, de edad. Y de esos jovencitos que estaban conmigo, todos tuvimos algo que ver con las conspiraciones, como La Guerra de Abril. Creo que el fervor revolucionario con el fervor artístico, fueron caminando parejo.

¿Siempre ha hecho críticas sociales?
Sí, yo no me he engañado nunca. Precisamente por eso dejé de participar en partidos políticos, porque durante la misma Guerra de Abril, vi cómo se estaba resquebrajando todo. Y eso no me cabía en el espíritu. Pero si veo algo malo me veo en la obligación de decirlo.

¿Ha podido desahogarse a través del teatro?
Claro que sí, mucho. Soy de un temperamento esquizoide. Genéticamente hablando, mi tipo tiene esa tendencia. Por un desequilibrio caería en la esquizofrenia. Me he mantenido estable, a Dios gracias, por poder sacar de mí lo que tengo que decir. Eso me ha conservado en el equilibrio. Soy bastante normal y con un sentido del humor increíble.

En sus 60 años de carrera, ¿cuál ha sido el talón de Aquiles que ha podido ver del teatro?
Siempre he estado en una lucha semiabierta contra el teatro comercial. No tengo nada en contra de él, siempre que sea de calidad. Porque es otra forma de teatro. Siempre ha habido pequeños roces pero soy muy cuidadoso porque no me gusta ofender a la gente. Pero lo que tengo que decir, lo digo. Ese tipo de teatro superficial, vacío, mal actuado, bien montado porque tienen dinero para hacer la escenografía, pero las actuaciones son buenas para televisión pero no para el teatro. Hasta que después comencé a ver que se estaba haciendo de nuevo un teatro de calidad. Hace dos años, por lo menos lo que se monta en la Sala Ravelo, Casa de Teatro… son obras bien escritas, bien montadas, bien actuadas, con imaginación para sortear la falta de dinero.

La industria del cine tiene menos tiempo en el país y tiene más arrastre que el teatro. ¿A qué se debe?
El cine es más barato y se le hace una publicidad estupenda, eso puede muchísimo. Al igual que el teatro, las que más éxito comercial tuvieron fueron las realizadas con la gente de televisión, de ese grupo. Pero, cuando estábamos filmando la última en la que participé, “No hay más remedio”, fueron la gente de los cines, que son tiranos, los que manejan el negocio, a darnos las gracias por hacer algo que se saliera de eso; porque ya el público estaba comenzando a descender con aquel tipo de cine. Y parece que el resultado fue bueno, porque nos están defendiendo ahora. Y ellos son comerciantes, no les importa el arte.

¿Cómo se puede vivir con tantos personajes?
Si le preguntas a mi hija, la más pequeña, te dirá que he pasado mucho con los restos de mis personajes. El primero fue, “León en invierno”. Hacía el papel de Enrique II que es un hijo… todo lo critica. Llegaba a la casa que disparaba con el personaje. Siempre he tenido un humor negro pero no hiero a la gente. Y pasé varias semanas con eso. Quizás el que más me ha influenciado ha sido Duarte, porque más de 30 años haciéndolo todos los años. Y estaba en una situación que caminaba por la calle y no era Iván García, era Duarte. La forma que se paraba, la expresión (me sentaba a ver la estatua) buscando alimentarme de un personaje del que se sabe tan poco… Y cuando iban a hacer la estatua de Duarte en la UASD, Prats Ventós, que fue quien la hizo, me tiró fotos para usarme como modelo de Duarte.

¿Como Duarte, ¿ha sentido ese dolor por la patria?
Sí, mira, ahora con lo de la Constitución… Me duele el no ver que hay “ring”, que nadie que pueda romper con eso, no hay un Duarte, ni un primo de Duarte, ni un vecino de Duarte. Y ya yo estoy muy viejo para meterme en esa vaina.

¿Que significó recibir el Gran Soberano?
Lo mismo. Fue una absoluta sorpresa, porque yo vivo peleando con Acroarte. Y le he dicho cosas y ellos no me nominaban. Hace varios años, sabiendo yo que había tenido grandes actuaciones que merecían por lo menos una nominación, porque no me engaño. Sé cuando hago las cosas bien y cuando no. Entonces, alguien publicó que los tres candidatos eran Fefita la Grande, Vargas y yo. Y mis amigos estaban diciendo cosas y yo les digo, “no le hagan caso a eso, no me van a dar nada, a ellos no les gusta lo que pienso de ellos”. El día de la premiación, sentado junto a mi esposa, escucho que dicen mi nombre. Y lo primero que me vino a la mente fue: “y ahora que yo digo”. Estaba en blanco. Cuando estaba en el tercer escalón para subir al escenario, pensé: “Iván, este premio no es tuyo, es del Teatro”. Y yo fui y hablé del teatro. 

Conexión
El éxito de una obra de teatro es cuando se logra conectar con la gente no inteligente, que es en toda parte del mundo, en todas las épocas de la historia, gente corriente de la calle”.

Política
De las obras que he escrito, todas tienen matiz político, de protesta. En mí, la actividad artística y la social han estado muy parejas, muy acompañadas, todo el tiempo”.

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