El ejemplo de Guatemala

En Guatemala, Centroamérica, ha ocurrido un hecho político que no parece de estas latitudes: el presidente Otto Pérez Molina, un ex general, tuvo que dejar el poder asediado por la población por gravísimos cargos de corrupción. Pero antes, su…

En Guatemala, Centroamérica, ha ocurrido un hecho político que no parece de estas latitudes: el presidente Otto Pérez Molina, un ex general, tuvo que dejar el poder asediado por la población por gravísimos cargos de corrupción. Pero antes, su vicepresidenta Roxana Baldetti debió renunciar, y la semana pasada terminó en prisión por cargos de cohecho, fraude y estafa contra el Estado.

El renunciante presidente junto con una caterva de funcionarios cayó por su involucramiento, se habla de principalía, en estructuras mafiosas en el aparato estatal. La mayor de las estafas contra el fisco fue descubierta en las aduanas, donde una organización criminal propiciaba masivas evasiones.

Un escándalo de dimensión extraordinaria que llevó a Guatemala a la crisis que estamos viendo. Ministros renunciantes, presos o perseguidos, las dos principales autoridades en la cárcel, sometidas a un proceso vergonzoso.

Si bien el destape se debe a las investigaciones de la Fiscalía y la Comisión Internacional Contra la Impunidad, el factor que decantó el proceso fue la rebelión de las organizaciones cívicas y políticas que no cesaron de manifestarse hasta que el ex general finalmente dejó el poder.

Es decir, que esta vez la lucha contra la corrupción dio resultados. Si bien Guatemala entra en la parte final de un proceso electoral, destaca como un elemento interesante que los hechos se han desarrollado pacíficamente.
Asimismo, se han agotado los procedimientos previstos en la Constitución y todo sugiere indicar que pese a la crisis ese país logrará mantener sus instituciones. Ha sido una prueba que fortalece la democracia.

Ocurre en un momento en que otros países y gobernantes están bajo fuego cruzado, precisamente por escándalos de corrupción.

Guatemala es una señal y una advertencia. Indica que los pueblos van evolucionando y que no están dispuestos a tolerar la destrucción de sus instituciones a causa de los crímenes contra el Estado, sin castigo.

Es un espejo para los gobernantes y líderes de América Latina y el Caribe. Se los elige para gobernar, para servir, y no para enriquecerse de manera tan perversa.

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