Los pobres del cristianismo, el capitalismo y el socialismo

Los seres humanos siempre se han agrupado en núcleos religiosos o políticos cuyos líderes han mantenido el discurso permanente de la reivindicación de la gente, pero fundamentalmente de la gente más pobre que, por ser la más sufrida, siempre…

Los seres humanos siempre se han agrupado en núcleos religiosos o políticos cuyos líderes han mantenido el discurso permanente de la reivindicación de la gente, pero fundamentalmente de la gente más pobre que, por ser la más sufrida, siempre espera por mejores condiciones de vida.

Desde sus orígenes, el cristianismo se ha proclamado como la religión de los pobres y los desamparados, pero muchas veces los pobres y desamparados han debido donar sus escasas monedas para construir algunas iglesias muy ricas que luego se olvidan de esos mismos pobres y no utilizan parte de esas riquezas para dar pan y medicina a los necesitados.

En algunas iglesias se repite con frecuencia aquel pasaje bíblico del Evangelio de Marcos (12:41-44 ) que hace referencia a una viuda muy pobre que por dar las únicas dos monedas que tenía, el Señor le veía como una persona que había dado más que los ricos que apenas daban una ínfima parte de sus fortunas, y el mensaje, poco entendido por los feligreses, es que los pobres deben darle a su iglesia todo lo que tienen, y los ricos también, pero luego usted se entera que parte de esas recaudaciones han sido utilizadas por la jerarquía de la Iglesia para pagar indemnizaciones por errores cometidos por sacerdotes que ante Dios y la sociedad juraron castidad, en lugar de utilizar esas riquezas para la mejoría de la sociedad. Como cristiano que aspira a una mejor distribución de las riquezas terrenales, entiendo que la Iglesia debe reorientar las luchas para disminuir la pobreza, porque el modelo aplicado no ha funcionado y debe ser revisado y modificado.

De igual modo, el capitalismo siempre se ha concentrado en producir grandes riquezas que siempre se quedan en muy pocas manos, mientras millones de seres humanos mueren de hambre por no tener pan, mueren de enfermedades hídricas por vivir a orillas de cañadas donde se ven obligados a consumir aguas contaminadas por desechos cloacales, y mueren de enfermedades prevenibles por no tener acceso ni siquiera a medicamentos genéricos baratos.

Al igual que el cristianismo, el capitalismo ha sido exitoso produciendo riquezas, pero ha fracasado por no saber distribuir equitativamente esas riquezas, y por permitir que tanta gente muera en la extrema pobreza en medio de una sociedad que diariamente produce tanta riqueza, evidenciando que el modelo capitalista debe ser revisado y modificado. De ahí que algunas naciones decidieron cambiar el capitalismo por un socialismo que prometía distribuir igualitariamente las riquezas, y aunque hay que reconocerle al socialismo que hizo un gran esfuerzo para distribuir las riquezas disponibles entre quienes vivían en extrema pobreza, los líderes socialistas se olvidaron que si solamente se distribuyen las riquezas existentes, y no se producen nuevas riquezas, combinando el capital, el suelo, el subsuelo y el trabajo, con especial énfasis en el correcto aprovechamiento de todos los recursos naturales, tecnológicos y humanos, se termina repartiendo pobrezas, y a nadie le interesa que le repartan pobrezas, quedando claro que, si bien es cierto que el modelo socialista es el más humanista, ese modelo también debe ser revisado y perfeccionado para beneficio del ser humano.

Pero, ¿qué ha impedido que estos tres modelos sean conjugados en uno solo capaz de producir riquezas, como bien sabe hacerlo el capitalismo, y distribuir equitativamente esas riquezas, como bien sabe hacerlo el socialismo, para reducir la pobreza, pudiendo ser una nueva iglesia cristiana, con una nueva visión del humanismo cristiano, la que diseñe el modelo de justa distribución de las riquezas de cada nación?, y la respuesta es que el egoísmo y la ambición del ser humano han sido las razones de esos errores, pues mientras los seres humanos no abandonemos ese afán desmedido de quererlo todo, y de creer tener la razón en todo, seguiremos conviviendo con un cristianismo, un capitalismo y un socialismo cuyas prédicas de luchar contra la pobreza caminan por las estrechas sendas del individualismo, pudiendo tener discursos coherentes y coincidentes que logren un verdadero beneficio de toda la gente, pero principalmente de la gente pobre.

Como cristiano que vivo en una injusta sociedad capitalista aspiro a que en algún momento la visión humanista de la filosofía socialista ilumine al cristianismo y al capitalismo, y que la verdadera prédica cristiana ilumine al socialismo y al capitalismo, para que todos juntos aprendamos de los éxitos y de los fracasos que hemos tenido, pero fundamentalmente aprendamos a producir más riquezas y aprendamos a distribuirlas equitativamente para superar viejos y oxidados modelos que sólo producen y distribuyen pobreza e inequidad que cada día se expanden para perjuicio de toda la sociedad, recordando que la mejor forma de reducir la pobreza es enseñando y ayudando a los pobres a producir riquezas.

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