Un rebelde llamado Pinocho (2)

Las espeluznantes y espeleznudas aventuras y desaventuras de Pinocho componen un total de 36 capítulos que muestran al muñeco de cuerpo entero, pasan revista a una serie de personajes y lacras sociales y dan al conjunto una visión oscura, poco…

Las espeluznantes y espeleznudas aventuras y desaventuras de Pinocho componen un total de 36 capítulos que muestran al muñeco de cuerpo entero, pasan revista a una serie de personajes y lacras sociales y dan al conjunto una visión oscura, poco apacible del mundo, un mundo injusto en el que los ideales son puro espejismo y triunfa la ley del malvado: La dura escuela de la vida a la que asistió Pinocho.

El agraciado empieza a hacer travesuras desde que era un pedazo de madera, un tronco parlante que encuentra por casualidad el carpintero Cereza, al cual casi mata de un susto. Acto seguido provoca una agria discusión entre Cereza y su amigo Gepeto, que ha venido a visitarlo.

A este último, que también es carpintero, obsequia Cereza el madero “para construir un muñeco maravilloso, que sepa bailar, tirar a las armas y dar saltos mortales”. Primero le pone nombre, le hace los cabellos y la frente, una nariz que no deja de crecerle. En cuanto le hace los ojos, Pinocho lo mira con descaro, cuando le hace la boca se ríe y se burla de él, le saca la lengua. Cuando le hace las manos le quita la peluca y se la pone en la cabeza, cuando le hace las piernas le da una patada en la nariz, cuando lo enseña a caminar escapa. El anciano Gepeto lo persigue, lo atrapa con ayuda de un carabinero y, al intentar castigarlo de manera ejemplar, el mismo carabinero se lleva a Gepeto a la cárcel.

Pinocho regresa solo a la casa, conoce a un grillo centenario que le da buenos consejos, le reprocha su mal comportamiento, Pinocho le arroja un martillo de madera y lo aplasta. Es un delincuente nato.

Pinocho sufre las punzadas del hambre y sale a pedir comida, pero sólo consigue agua, un cubo de agua que le echan generosamente encima en una noche gélida. El frío se suma al hambre, mete los pies en un brasero con buena lumbre para calentarse, se duerme, y amanece sin ellos.

Gepeto, regresa, lo reconstruye, le da los únicos alimentos que traía para desayunar, después de haber amanecido en prisión, vende su única chaqueta para comprarle un abecedario y poder mandarlo a la escuela. El delincuente juvenil lo vende “para ir a ver el pequeño teatro de las marionetas”, donde éstas lo reconocen como uno de los suyos. Cae en manos de Comefuego, el cruel titiritero, se salva de que lo echen al fuego y salva de la misma muerte a otro títere. Su primer gesto de altruismo.

Después los acontecimientos precipitan en forma atropellada: “Comefuego regala cinco monedas de oro a Pinocho para que se las lleve a Gepeto”, “el Zorro y el Gato lo engañan para quitárselas, diciéndole que hay un monte mágico donde el dinero crece si lo siembras”. “El Grillo que habla regresa y le dice a Pinocho que vuelva a casa y no se deje engañar”. “Pinocho, por no haber hecho caso de los buenos consejos del Grillo que habla, se encuentra con unos asesinos” que lo cuelgan de un árbol. Un hada lo salva, Pinocho dice mentiras y le crece la nariz, se vuelve a dejar engañar y robar por el Zorro y el Gato, denuncia el robo y lo meten preso, un campesino “le obliga a hacer de perro guardián en un gallinero”, “corre peligro de que lo frían en la sartén como pescado”, se lo come un tiburón, lo arrojan al mar, salva a Gepeto de morir ahogado, promete ser un buen niño pero se escapa al país de los juguetes y se convierte en burro, alguien lo pone en venta, “quiere hacer un tambor con la piel”.

“Finalmente, en el capítulo XXXVI , Pinocho deja de ser una marioneta y se convierte en un niño”.

De las aventuras de Pinocho o Piñoncito existen versiones edulcoradas, sin garra, en las que todo se reduce a una simple moraleja, la historia de un Pinocho ligeramente descarriado y luego domesticado, recuperado, integrado, como el de la famosa película de Walt Disney, un Pinocho que ingresa al redil de la obediencia y las buenas costumbres, que se adapta al mundo real y se convierte seguramente en ciudadano modelo, posiblemente republicano o demócrata:

“Lo largo que es el cuento original de Carlo Collodi, narra excesivas aventuras negativas, pudiendo llegar a ser de difícil lectura. La versión original, como sucede en muchos cuentos clásicos, es un poco cruda y tenebrosa. Los cambios introducidos en la historia por Disney la hacen más apropiada para los niños de hoy día”.

Pinocho sería entonces simplemente “un excelente cuento, con un análisis educativo muy enriquecedor, centrado en los valores de la obediencia, la responsabilidad, la sinceridad y el amor, reflejo de los problemas generados por la falta de voluntad y el rechazo al estudio, al esfuerzo”.

Pinocho sería un “excelente cuento para enseñar a los niños valores como la obediencia, la generosidad y la sinceridad y el perdón. Nos ayuda a explicar a los niños las posibles consecuencias de sus actos. Refleja las dificultades en la relación padres-hijos. Muestra el valor de la buena conciencia, y la necesidad de cultivarla positivamente”.

Supuestamente “la adaptación del cuento de Carlo Collodi al cine fue realizada de forma magistral por Walt Disney, quien mantuvo la esencia del cuento, sólo haciendo unos pequeños cambios a la personalidad de Pinocho. La película de Disney, es uno de los más grandes de sus clásicos, y una obra maestra indiscutible de la animación”.

En realidad lo que hizo Disney fue tratar de despojar a Pinocho, “Las aventuras de Pinocho, de su mordacidad social, pero hay, en esta obra, por suerte, muchas cosas que no pueden integrarse al paisaje ideal de las buenas conciencias”:

“Huelga decir que esta película es ahora un elemento básico en la cultura popular de hoy. ¿Cuántas personas no han visto esta película? Por otro lado, ¿cuántas personas son conscientes del significado subyacente del verdadero Pinocho? Detrás de la historia de la marioneta tratando de convertirse en un buen chico hay una historia espiritual profunda que tiene sus raíces en las escuelas de misterio y en el ocultismo. A través de los ojos de un iniciado, esta historia de niños acerca de ‘un ser bueno’ lleno de lecciones acerca de ‘no mentir’ se convierte en la búsqueda del hombre por la sabiduría y la iluminación espiritual. Los comentarios sociales brutalmente honestos de Pinocho representan una visión sombría de nuestro mundo moderno y establecen, tal vez, una manera de escapar de sus trampas. A través de los antecedentes del autor y referencias literarias, uno puede entender el sentido gnóstico oculto de Pinocho”. (Infoguerra, “La interpretación esotérica de Pinocho”).

En la menos conocida e incomparable versión cinematográfica de Luigi Comencini (un “serial televisivo” de 1972), Pinocho no es una marioneta sino un niño que se convierte en marioneta cuando dice mentiras, pero es siempre un rebelde, un desobediente. He aquí la verdadera naturaleza del genial personaje de la obra maestra de Collodi:

“Pinocho siempre desobedece: al desobedecer suceden demasiadas cosas terribles y estupendas: Pinocho no sabe desobedecer a la desobediencia. No desobedecer significa sumergirse en el ominoso anonimato de los comunes mortales: de un largo año en que Pinocho se porta bien -como de sus cuatro meses transcurridos en prisión- no hay nada que decir, salvo eso. La obediencia es incompatible con su historia. En términos literarios, su historia es siempre la historia de una desobediencia; supone un error, una deserción a la norma, una condición patológica”. (Guillermo Piro “Pinocho y Collodi”).

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