Los peligros de la travesía desde México hacia Estados Unidos

La travesía escabullida desde México hacia Estados Unidos está llena de bandas criminales que hacen de los migrantes una mercancía con buen capital. Los carteles de alcance nacional mantienen control en puntos de entrada y salida de la frontera.&#8230

La travesía escabullida desde México hacia Estados Unidos está llena de bandas criminales que hacen de los migrantes una mercancía con buen capital.
Los carteles de alcance nacional mantienen control en puntos de entrada y salida de la frontera. Y estas bandas no solo tienen al narco como fuente de ingreso, los continuos golpes y persecución a esta actividad han diversificado sus mecanismos de financiamiento: robo de combustibles y vehículos, minería y secuestro, tráfico y trata de personas.

Incluso, se ha hablado de tráfico de órganos sobre estas redes, a costas de indocumentados. El 5 de julio del año pasado el diario “La Jornada” publicó un artículo basado en denuncias del sacerdote Alejandro Solalinde, que a su vez provenían del FBI, sobre una red de tráfico de órganos que opera en México y cuyas víctimas son migrantes. Al sacerdote, coordinador de la Pastoral Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano, le enseñaron cadáveres de jóvenes con el pecho abierto, según su testimonio. “Los migrantes son una mercancía, un laboratorio mundial de lo que se puede hacer con el ser humano.
Dudo mucho que los migrantes de otras partes del planeta estén llegando a ser presa de esta comercialización tan brutal como aquí en México, donde tenemos 10 mil desaparecidos. Hay varias cuentas, el Movimiento Migrante Mesoamericano estima que hay cerca de 70 mil migrantes desaparecidos”, decía el religioso de corte liberal y autocrítico, al punto de atacar a los que fustigan el matrimonio gay.

Los indocumentados duran unos tres días caminando a pie, en las montañas o el desierto, según calcula Blanca (prefiere el anonimato), que en 13 años cruzó seis veces, y un total de 12 en los 47 años que tiene de vida. Ella vivió en Estados Unidos, sin papeles, desde sus 15 años. Volvía a su tierra por periodos cortos e hizo de Nogales, Arizona y la ciudad mexicana que también lleva el mismo nombre, su camino seguro.

“En las montañas subes como puedes. Gateando, agarrándote de los árboles, no sabes de dónde sacas fuerzas… Cuando vas escalando, mira que no soy delgadita, pero el aire te tira. En este camino andas las noches con oscuridad impecable y miedo de pisar víboras”, recuerda. Pero Blanca no compara esas sensaciones con los dos días que pasó secuestrada, en su último intento (fallido) para cruzar. Ahora, cuenta su testimonio desde un albergue para mujeres en la ciudad mexicana de Tijuana.

Los mayores temores, los peligros más graves para los indocumentados lo representan los criminales y sus vías lucrativas, entre ellas secuestros, violaciones sexuales y hacer de mulas a sus víctimas para el transporte de drogas.

Secuestros sin distinciones

Los secuestros son probablemente los crímenes más comunes contra migrantes en este viaje, y suceden de esta forma: a punta de pistolas los agarran, los aíslan y los obligan a contactar a la familia para repetir la mentira de que ya cruzaron al norte y que pueden enviar el dinero, que termina parando a manos de los delincuentes.

Esta actividad no tiene distinción de nacionalidad. Y así lo demuestran los resultados del “Informe sobre secuestro de migrante en México (2011)”, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CIDN), que de 178 testimonios de migrantes que analizó, 158 eran víctimas directas de secuestros. Un sorprendente porcentaje de 44% de las víctimas eran hondureñas, seguidas de salvadoreños (16%), guatemaltecos (11%) y mexicanos (10%).“La pasmosa frecuencia con que ocurren secuestros, extorsiones, trata de personas, violaciones y homicidios, coloca las penurias sufridas por los migrantes centroamericanos en tránsito hacia México en el primer lugar entre las peores emergencias humanitarias del Hemisferio Occidental”, resumía el estudio “La otra frontera de México” de Washington Office onLatinAmerica (WOLA), con fecha 2014.

Los “coyotes” -criminales especializados en el tráfico de migrantes indocumentados- pagan cuotas de sus ganancias ilícitas a los carteles, es decir, formas de “peaje” para seguir la ruta. Luis, un mexicano deportado que pretendía volver a hacer el viaje, ya tenía todo amarrado para irse por Nogales y pagar 3,500 dólares (RD$157,500), de los cuales sabía que una parte iba a parar a las bandas criminales.

En este viaje, los mismos “coyotes” pueden ser los auspiciadores de los secuestros a migrantes y obtener el dinero, sin necesidad de completar el servicio. Y es por eso que Blanca estima que son muy pocos los que llegan y la mayoría los que quedan en camino.

Los dos días que Blanca pasó los recuerda como si no fuera ella. “Tú sabes que te expones a eso cuando vas a cruzar, pero todo eso lo ves lejos y cuando lo estás viviendo sientes que no eres tú la que estás ahí… Yo te lo puedo explicar y lo escuchas, pero no lo sabes”, dice como tratando de excusar sus cortas palabras, por más exactas, en el intento de describir lo que vivió.

Blanca tenía 15 años cuando cruzó por primera vez. Lo hizo a esa edad con su esposo, el mismo que ahora le espera a su regreso en Denver, Colorado, junto a sus tres hijos. A Blanca quien más le duele es su chiquita de 9 años, que le ha preguntado por qué no vuelve, que si es que ya su madre no la quiere.

Blanca podría aplicar a una visa tipo U, para víctimas de crimen y violencia doméstica. Si con eso no puede volver, pagará a un coyote una tarifa de 14 mil dólares (RD$630,000), para cruzar sin pasar las montañas. “Estoy dispuesta a pagar 14 mil dólares y más, porque sé que cuando cruce y llegue donde yo tengo que estar, que es con mi familia, yo multiplico ese dinero porque voy a Estados Unidos a trabajar”, reflexiona.

El “síndrome Ulises”, un mal de migrantes

El “síndrome Ulises” o lo mismo, estrés crónico del migrante, es un mal que supone la separación forzada de la persona de sus seres queridos. El psicólogo Jorge Ramos, del movimiento de madres deportadas mexicanas “Dreamers’Mom”, describe algunas características; entre ellas, sumirse en un estado que les impide socializarse y con ello lograr asuntos tan cotidianos como trabajar. Estas personas sufren una ruptura de identidad y su estado mental puede llegar a somatizarse, al punto de desarrollar enfermedades estomacales, cardíacas… “Son historias que conmueven, historias de amor, de reencuentro con ellos mismos y de desapego, de asimilar su realidad y proyectos”, dice Ramos.

Este trabajo fue realizado con apoyo de la 
International Women´s  Media Foundation (IWMF) 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas