Devoción a la Virgen de La Altagracia

La Virgen Nuestra Señora de la “Altagracia” quien es la “Madre de Dios”, una mujer normal y corriente que había asumido el papel protagónico más exigente de la historia. Ella siempre es: “Bendita entre todas las mujeres”, al igual…

La Virgen Nuestra Señora de la “Altagracia” quien es la “Madre de Dios”, una mujer normal y corriente que había asumido el papel protagónico más exigente de la historia. Ella siempre es: “Bendita entre todas las mujeres”, al igual que el dulce fruto de su vientre divino y descomunal: Jesús. Para los dominicanos, en especial, los higüeyanos; sería difícil frenar la abnegada y vehemente admiración hacia ella. Sin duda alguna, si a alguien se debe veneración es a María o Virgencita de la Altagracia; “Tatica o la Chiquitica” de Higüey.
Una mujer vestida de sol.

Comparada con la Bandera y el Pabellón Tricolor, por dar al pueblo protección en cada una de sus gestas y bendecir a los devotos combatientes que alzaban plegarias en plena acción bélica.

Es difícil no encontrar una parroquia, colegio o calle, una orden o fundación benéfica que no lleve el santo nombre de Nuestra Señora de la Altagracia. Al igual, que algún dominicano o dominicana, que firme por nombre de pila Altagracia, Tati, Tatica o Tato.

Es la madre espiritual, llena de gracia, la elegida, la amada y favorecida, la servidora del señor que ayudó a Dios en su plan de sacrificio y salvación. La Virgen María la cual recibió junto a Juan, discípulo amado de Jesús, estas palabras al pie de la Cruz del Calvario: “Mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre”. Entregándole a su madre la protección de toda la humanidad.

Asimismo, múltiples canciones han sido dedicas en honor a la Virgen Nuestra Señora de La Altagracia, en géneros musicales como merengue, balada y alabanzas convirtiéndose en un homenaje tangible de fe y devoción por la benefactora del pueblo dominicano.

María fue la primera discípula unida a su hijo tanto en la alegría de las bodas de Caná, como en la terrible tarde del Calvario.

Aclaró Chiqui Vélez, gastrónoma y católica de familia devota higüeyana que, “nosotros no vemos en ella a una diosa a la que adoramos, sino a una madre que Dios nos ha dado para que interceda por nosotros como nadie más puede hacerlo ante su hijo”.

Los católicos y los ortodoxos, al igual que muchos cristianos, aman a María porque Dios la exaltó, y Jesús tuvo por ella un inmenso amor. Es blasfemia pensar que Jesús fue un mal hijo que despreció a su madre.

El origen de la advocación mariana

En efecto, el origen de la advocación mariana representada en el legendario cuadro que llamamos “La Virgen de la Altagracia” es una demostración de que se origina en la cueva en las afueras de Belén, donde milagrosamente Jesús acababa de nacer. Se aprecia la “esperanza de los años” siendo adorada por su joven madre.

Los Evangelios nos describen a María como una mujer que vivió para su hijo. Le acompañaba tanto en su vida “oculta” como en la pública. Presente en sus predicas y descansos. Y con “una espada atravesando el alma” fue testigo ocular de su muerte. Guardando todos estos acontecimientos y cosas en su corazón.

La Altagracia, una mujer respetada y reconocida entre los apóstoles. Como toda indulgente madre se ha de suponer que orientaba, aconsejaba, cuidaba y los consolaba. Repitiendo sin titubeos la enseñanzas de su hijo Jesús, en cualquier momento.

La difusión del culto mariano

La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, afirma: “la Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrenal, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros corporales de Jesús.

Dejó su legado mariano y trayectoria enraizando sin pretenderlo, una tradición religiosa de advocación, respeto y credibilidad inconmensurables que hasta la actualidad son preservadas, fomentadas y difundidas por sus adeptos, creyentes o feligreses quienes profesan el catolicismo y siguen los misterios de la Santísima Trinidad: “Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

La devoción a la Virgen de la Altagracia, nace en el rincón de una cueva en Belén. Concibe por obra y gracia del Espiritu Santo, a Enmanuel o Salvador del mundo. Su hijo Jesucristo que nació de su vientre “siempre Virgen”, sin contacto carnal o reproducción humana alguna, siendo la elegida por el todopoderoso para dar a la humanidad descendiente de Abraham; un rey, mesías o “que ha de venir”.

“Besar a Tatica”

Cuando el peregrino visita a Higüey, debe hacer dos cosas esenciales: Lo primero es subir atrás del Altar Mayor de la Basílica, para saludar a Nuestra Señora de Altagracia. La gente la llama “Tatica, la de Higüey”. La forma sencilla de saludar entre los dominicanos es el beso. Así es el “beso a Tatica”.

Esperar tranquilamente por horas en una fila compartiendo cuentos o anécdotas con el prójimo; son parte de las situaciones que la gente acepta para saludar y besar a Altagracia. Este tiempo para recogerse, prepararse y pensar en lo que van a pedir antes de subir las escaleras para encontrarse, por fin, en frente de “La Virgen”. Algunos y otros, pasan sus manos sobre la vitrina que protege el cuadro, y a seguidas se santiguan. Otros levantan una vela ya encendida, y piden un favor. Casi todos rezan un “Ave María” pidiéndole a su Hijo Jesús interceder a favor de ellos y sus familias.

Las promesas

Las promesas son parte esencial de la devoción y la confianza en los favores de María, la madre de Jesús, es casi imposible que la familia dominicana, un visitante o extranjero no tengan testimonios de la intercesión de la madre protectora para el bien de esas causas.

Son muchas las personas que en su tribulación, han realizado promesas y luego resueltas que sus dificultades o problemas vienen a Higüey, a cumplir con la Virgencita de la Altagracia.

Poblado religioso adopta tradición

Higüey, en sus inicios solo tenía pocos ranchos o casas de madera de tabla costanera, techadas de cana natural. Algunas de sus tímidas calles polvorientas y un inquieto párroco que se preocupaba de las necesidades religiosas en la localidad.

En ese entonces, se recibían predicadores desde Santo Domingo, que eran costeados con las ínfimas limosnas donadas por los piadosos que asistían.
La limosna era un toro o una primicia de la cosecha agrícola, extendiéndose más la entrega de toretes a la iglesia que luego eran rematados, como hasta la actualidad.

La tradición de la advocación mariana es un símbolo de gratitud, por medio de la donación u ofrendas de animales o “Los Toros de la Virgen”, que después de vendidos o subastados recaban los fondos que a su vez, son destinados a cubrir prioridades sociales realizadas por la Iglesia católica.

Con el objetivo de también contribuir a la celebración del “Día de acción de gracia” hacia La Altagracia, el 21 de enero. Recordando a los hombres valientes de La Limonade.

Madre de Jesús
Es la madre espiritual, llena de gracia, la elegida la servidora del señor que ayudó a Dios en su plan de sacrificio y salvación”.

Dato
El Papa Juan Pablo II, el 12 de octubre de 1992, al celebrarse 500 años de Evangelización de América, visitó el santuario de la Basílica Nuestra Señora de La Altagracia”.

Iluminación
La vela es el testimonio de la oración que lleva las plegarias hacia arriba, y seguirá encendida después de la salida de los peregrinos del santuario.

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