La solidaridad con Haití

Como en el relato de la viuda de las dos monedas recogido en los evangelios, en su apoyo a Haití, la República dominicana ha puesto de manifiesto su enorme vocación solidaria al dar de lo que le hace falta. Al evaluar los efectos del huracán Matthew,&

La solidaridad con Haití

Las reiteradas acusaciones de que el país practica políticas de discriminación contra haitianos formuladas por organismos y ONGs internacionales, extrañamente impulsadas incluso por grupos y políticos locales, carecen de fundamento porque si…

Solidaridad con Haití

Estados Unidos, Canadá, Francia y muchos otros países son bastante estrictos en cuanto a su política migratoria y la deportación de ilegales, pero las ONG’S y grupos que en teoría defienden los derechos humanos no dicen nada.

Como en el relato de la viuda de las dos monedas recogido en los evangelios, en su apoyo a Haití, la República dominicana ha puesto de manifiesto su enorme vocación solidaria al dar de lo que le hace falta. Al evaluar los efectos del huracán Matthew, se ha podido determinar el desastre provocado en lo que respecta a las pérdidas de vidas humanas y la destrucción de viviendas, caminos y carreteras en el vecino pueblo haitiano. Por eso hoy, múltiples organismos internacionales hablan de una nueva y lamentable crisis humanitaria.

Otra vez, la República Dominicana da el primer paso en la asistencia solidaria a Haití. Antes lo había hecho en medio del desastre provocado por el terremoto del 2010. En esta ocasión, la solidaridad inició con la visita del presidente dominicano a esa nación, en un gesto que tiene que ser reconocido y lo ha sido por las autoridades haitianas. La ayuda se hizo efectiva a partir del envío de alimentos, materiales de construcción, equipos y trabajadores dominicanos a Haití. Este acto de desprendimiento debe servir de estímulo a las naciones poderosas para que contribuyan más ampliamente con este hermano país.

Deberá también ayudar a borrar la percepción internacional de que entre los pueblos que comparten esta isla del Caribe, existe una relación conflictiva. Esto no existe, a pesar de que a ambos lados de la frontera hay sectores que apuestan al distanciamiento y la confrontación y han trabajado intensamente para ello. Por el contrario, la solidaridad expresada en la actualidad, se inscribe en una tradición de colaboración y apoyo mutuo entre ambos pueblos, durante los momentos difíciles por los que han atravesado.

La colaboración dada por el Gobierno dominicano es valiosa, no solo por lo que significa para los haitianos afectados, sino porque al ayudar a Haití, nos estamos ayudando a nosotros mismos. Parte de la crisis humanitaria provocada por el más reciente fenómeno atmosférico, tiene que ver con el incremento del cólera en esa nación, lo que sin duda tendrá un impacto sanitario en toda la isla. Por otro lado, el incremento del hambre y la pobreza generan una mayor presión migratoria hacia este lado de la frontera.

Sabemos que lo aportado por el país es solo un granito de arena para enfrentar la crítica situación por lo que atraviesa esa nación. Sin la colaboración de países como los Estados Unidos, Canadá y Francia y sobre todo, sin la voluntad y la concertación de la clase política haitiana, Haití no podrá revertir su condición de ser una de las economías más pobres del mundo.

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Las reiteradas acusaciones de que el país practica políticas de discriminación contra haitianos formuladas por organismos y ONGs internacionales, extrañamente impulsadas incluso por grupos y políticos locales, carecen de fundamento porque si ha habido gestos reales de solidaridad hacia el vecino estado han provenido del gobierno y el pueblo dominicano. Ciertamente hay actitudes racistas individuales, como en cualquier otro lugar, pero ni el gobierno ni la sociedad las fomentan y es una imperdonable ofensa a la dignidad nacional atribuirnos una conducta que los hechos desmienten con innegable contundencia.

Los envíos de ayuda humanitaria a Haití en los momentos más críticos de la historia reciente de esa nación han contribuido a paliar los males de sus tragedias y han sido iniciativas voluntarias, movidas por un sincero sentido de fraternidad y solidaridad, que ningún otro país, salvo quizás Estados Unidos, han mostrado. Su costo ha sido incluso tal vez a expensas de programas de asistencia social, porque a pesar de nuestra relativa situación de holgura económica, también tenemos precariedades, como nación en desarrollo que somos.

Un ejemplo de esa solidaridad se dio nuevamente con la sorpresiva visita realizada por el presidente Danilo Medina a Haití, para evaluar los daños del paso del huracán Matthew, haciendo una pausa al monitoreo de los daños locales, que también han sido muchos. El país gasta enormes sumas del presupuesto para socorrer problemas de salud derivados de la creciente inmigración ilegal y la industria de la construcción es una fuente de empleo y recursos que sostienen y alimentan en Haití a miles de hogares. Y en la frontera el comercio bilateral se da a diario entre iguales, sin discriminación alguna.

A pesar de las acusaciones, lo cierto es que el más de millón de haitianos en el país tiene aquí más oportunidades que en el suyo y eso es fácil de comprobar.

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Estados Unidos, Canadá, Francia y muchos otros países son bastante estrictos en cuanto a su política migratoria y la deportación de ilegales, pero las ONG’S y grupos que en teoría defienden los derechos humanos no dicen nada.República Dominicana, en cambio, no es tan fuerte en su política migratoria como debiera. Con los haitianos, el principal flujo migratorio hacia suelo dominicano, hemos sido tan flexibles que aún ante amenazas contra nuestro derecho a la salud fuimos incapaces de tomar necesarias medidas como el cierre total de la frontera cuando desató el brote de cólera.

Hemos permitido por demasiado tiempo una enorme cuota de ilegales haitianos, la mayoría de los cuales ha recibido en nuestro país educación, atenciones médicas, empleos y hasta el trato que no reciben muchos dominicanos.

La solidaridad con que Gobierno, empresariado, iglesias, fundaciones, particulares y en general, el pueblo dominicano ha colaborado con Haití, enrostra una paradoja: el país al que algunos llaman xenófobo y racista y han sentado en el banquillo de los acusados con dicho argumento es justamente el que más ha ayudado al vecino.

Y esto se opone nueva vez en evidencia ahora con el paso del huracán Matthew, pues mientras Estados Unidos sólo se ha preocupado por el posible impacto del mismo en parte de sus costas y los demás países de la comunidad internacional han brillado por su silencio en República Dominicana preparamos incluso una “Operación Relámpago” para asistir al pueblo haitiano.

Haití agoniza y lentamente pero de forma sostenida allí mueren millares de personas de hambre y enfermedades que en otros lugares del mundo ya están erradicadas. La mayoría tiene décadas viviendo en condiciones infrahumanas en su país y la comunidad internacional no ha tenido iniciativas serias para lograr la reconstrucción de Haití.

Con todo lo que hemos hecho deberíamos ser altamente valorados por una comunidad internacional que no ha jugado su papel ni ha sido tan responsable con el problema haitiano como las circunstancias ameritan. Sin embargo, somos el culpable favorito de organizaciones y personas que nos atacan pero que no dedican ni una parte de sus recursos a trabajar por los haitianos allá en Haití.

República Dominicana debe jugar un papel protagónico en la transformación del hermano país, pero dicho papel no se trata de intentar encargarse de problemas que por razones objetivas no tiene la capacidad para resolver, sino de exigir a la comunidad internacional que asuma la responsabilidad que le toca con Haití.

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