Chinos en el Caribe: El Barrio Chino de Pochi, (2)

Es la primera hora de la nocheEs la primera hora de la nochey mis lágrimas brotan;destrozado tengo el corazón.Apoyada en un biombodescanso mi mejilla en la mano.Mi amante no ha venido.Debe estar con otra…

Es la primera hora de la noche
Es la primera hora de la noche
y mis lágrimas brotan;
destrozado tengo el corazón.
Apoyada en un biombo
descanso mi mejilla en la mano.
Mi amante no ha venido.
Debe estar con otra en
la Calle de las Flores.

A la tercera hora duermo;
entonces mi amor viene en el sueño;
compartimos nuestra almohada,
y riendo, felices,
saboreamos los placeres del lecho
El viento sopla mientras rompe el alba,
las campanas suenan bajo los tejados,
me despierto asustada de mi
sueño inconcluso.
El lecho permanece vacío,
aún estoy sola.
Poema chino anónimo

El barrio chino de Santo Domingo fue una idea que acariciamos todos, pero tenía que venir una persona con el mismo sueño, pero con la voluntad y el arrojo para materializarlo: Rosa Ng, Pochi. Nuestra “plima” querida sacrificó tiempo y dinero para dedicarse como un Quijote más, como los que ha parido el mundo, para transformar sus propias herencias. Ella supo sumar otras voluntades, tocó todas las puertas posibles, tendió la mano para pedir ayuda y la consiguió. Nosotros, los descendientes de esos valientes migrantes que llegaron hasta esta cálida tierra del Caribe, estaremos eternamente agradecidos de esta valiente “plima” que lleva con orgullo los rasgos orientales en su rostro. A continuación presentamos la segunda parte del hermoso y emotivo discurso de mi otro “plimo” del alma, José Chez, leído en la presentación del libro “El barrio chino de Santo Domingo”. Repetí la hermosa oración que engalanó el artículo pasado, porque resume nuestro sentir de agradecimiento a nuestros progenitores:

“Si bien es cierto que en ciertas áreas cercanas (calles Barahona, Ravelo, Caracas, José Martí, Francisco Henríquez y Carvajal y un largo etcétera) a lo que hoy en día es el Barrio Chino existía una gama de variopintos restaurantes, cafetines y prostíbulos, eso no era lo único. Vienen a mi memoria realidades culturales y de la vida cotidiana como los “telépatas” del parque con sus barajas y culebras; las carteleras de la lucha libre con los emblemáticos Fu Lin Chang y Relámpago, luchadores “técnico” y “rudo” respectivamente; las escenificaciones teatrales de los “indios” con sus penachos en época de carnaval; la tienda del señor De la Rosa, padre del actual educador y profesor universitario Jesús de la Rosa, donde comprábamos las postalitas de los álbumes de peloteros, la pluma Esterbrook y su tinta así como variados útiles escolares. Gran parte de esa historia está guardada en las actuales calles del Barrio Chino que ha de contribuir, cuando las circunstancias lo permitan, a ordenar esa pequeña área de una ciudad caracterizada por el desorden, agravado por el desinterés, la desidia y la indolencia de una alcaldía que hasta hace meses era sostenida por una ciudadanía abúlica e inconsciente. Pero, gracias a Dios, hoy existe la ilusión y la esperanza de que las actuales autoridades edilicias contribuyan a mejorar la situación del Barrio y sus entornos en los aspectos de seguridad, limpieza, ornato, recogida de la basura e iluminación. De esa manera, como afirma el Arq. Leopoldo Franco, seguirá fortaleciéndose “la singularidad de ese conglomerado en el tejido urbano, por el tipo de comercio, por su naturaleza social y por la gran identidad que los une (a los inmigrantes) a través de su cultura y tradiciones. Es uno de los conglomerados urbanos dentro de la región metropolitana con identidad tan fuertemente definida y que se irradia hacia su entorno.
Es para visitarse y disfrutar sus calles, restaurantes y negocios”.

La obra de Rosa Ng Báez consta de dos partes: Una dedicada al origen y construcción del Barrio Chino y la otra a China y República Dominicana. En la primera, contentiva de nueve capítulos, se exponen el origen de los barrios chinos o chinatowns como se les conoce; la ejecución del proyecto; las alianzas, acuerdos y convenios con instituciones públicas y privadas; los múltiples socios colaboradores; el rol de los principales protagonistas; la simbología, especialmente la del zodíaco chino, existente en las plazas, parques, paseos, calzadas e isletas; los discursos, entrevistas y publicaciones efectuadas durante el proceso de construcción, la inauguración del Barrio Chino y la lucha por los parqueos en el Barrio, consecuencia esta de la tozudez y miopía de un alcalde, felizmente ido de su cargo y que ojalá esta ciudad no vuelva a padecer uno semejante por los siglos de los siglos. En la segunda parte del libro Rosa expone las enormes e inconmensurables potencialidades de todo orden que tiene China y las grandes oportunidades para el desarrollo de nuestros países que se presentan con el establecimiento de serias y sólidas relaciones de mutuo respeto y colaboración. En ese sentido, el Barrio Chino ha de jugar su modesto papel y en un futuro que ojalá no sea muy lejano, se vean los frutos del enorme trabajo diplomático de Rosa. Aunque muchas veces ella parezca un Montesino “clamando en el desierto”, sé y confío que su perseverancia y tenacidad, unidas a su sabiduría y prudencia que tiene en demasía, harán que surja y veamos pronto un nuevo amanecer.

Hace justicia Rosa Ng Báez cuando reconoce los valiosos aportes a la construcción del Barrio Chino del expresidente Dr. Leonel Fernández, quien tuvo la honra de inaugurarlo, y el de otras instituciones estatales y privadas que creyeron y la apoyaron para que su sueño del Barrio Chino pudiese hacerse realidad. Como certeramente ella afirma en su obra la construcción del Barrio es un ejemplo de que cuando las instituciones aúnan esfuerzos y se ponen de acuerdo se alcanzan grandes logros, algunos de ellos imperecederos como el caso que nos ocupa.

Cuando se lee esta obra uno cae en la cuenta de que la edificación del Barrio Chino estaba más que justificada. No solo para venerar y rendir justiciero homenaje a nuestros antepasados, destacar los aportes de cientos de inmigrantes chinos y para que no se olviden sus ejemplos de laboriosidad y estos sirvan de estímulos a las generaciones futuras, sino porque aquel ha de servir para intensificar las relaciones de intercambio comercial, turístico y cultural entre China, que está llamada a convertirse dentro de algunos años, pocos diría yo, en la primera potencia del mundo, y República Dominicana.

Finalmente, deseo expresar mis felicitaciones a Rosa Ng Báez y confesar que no hay cómo agradecer a Rosa Ng Báez sus desvelos y sacrificios para que el Barrio Chino de Santo Domingo fuera una realidad. Ahora la deuda de gratitud se acrecienta con esta obra, importante y valiosa para la bibliografía histórica dominicana, especialmente para la historia del urbanismo. Admiro cómo ella ha plasmado en la realidad de manera brillante y digna de imitar lo que Sören Kierkegaard, padre del Existencialismo, predicaba de que “cada hombre debía tener una idea por la cual vivir y morir”. Rosa ha hecho algo trascendente que ha de sobrevivirle a ella, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Ella debe sentirse regocijada porque desde el lugar donde descansan su padre y los nuestros, el suyo en particular, amorosamente le dice que se siente muy orgulloso de ella. Y como el Barrio Chino es un proyecto no acabado y que debe estar en permanente desarrollo, “en construcción” si parodiamos al célebre historiador francés Pierre Vilar, la invito a que de vez en cuando, sobre todo en esos momentos de silencio y reflexión, o cuando sienta que sus fuerzas no le dan para seguir la lucha, le diga a su progenitor lo que el 20 de septiembre del 2008, hace ya ocho años, escribí y que dice así:

“Padre mío,
que del lejano Oriente viniste
y arribaste a esta cálida tierra.
Venerada sea hoy tu memoria.
Me dejaste como herencia de vida
tu dignidad
y silenciosa labor.
Dame hoy luz y gran fortaleza
para no desfallecer en el camino.
Siento tu presencia en el Barrio.
Tus sueños de armonía,
paz y justicia me alientan a vivir…
y a luchar.
Más protégeme…y dame tu bendición”.

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