Amenazas y desafíos económicos en 2017

La gente pregunta y se pregunta con frecuencia sobre las amenazas, oportunidades y desafíos económicos de 2017. Para ello es pertinente iniciar discutiendo qué nos ha dejado 2016 y los años inmediatamente anteriores, específicamente en términos&#823

La gente pregunta y se pregunta con frecuencia sobre las amenazas, oportunidades y desafíos económicos de 2017. Para ello es pertinente iniciar discutiendo qué nos ha dejado 2016 y los años inmediatamente anteriores, específicamente en términos de crecimiento, empleo y pobreza, los elementos que lo explican, y las debilidades que entraña.

Crecimiento 2013-2016 y resultados

Durante los últimos cuatro años, las tasas de crecimiento económico registradas en el país han sido elevadas (6.6% en promedio entre 2013 y 2016), por encima de la media de último medio siglo (que ha sido de 5.5%), y superiores en cerca de un 50%, a las observadas entre 2008 y 2012. Aunque en el pasado han surgido dudas respecto a la precisión de las cifras de crecimiento, en particular, la posibilidad de que haya un sesgo que las sobreestime, otras evidencias vinculadas como las recaudaciones tributarias, las importaciones o la demanda por combustibles deja poco espacio para la duda respecto al dinamismo económico reciente.

Algunos de los resultados de ese crecimiento ha sido la reducción en la incidencia de la pobreza de ingresos. Eso es esperable. Lo que sorprende es que haya sido tanto como lo indican las estimaciones oficiales (desde 40.6% en 2013 hasta 31.5% en 2016), en particular cuando se advierte también que el impacto en el empleo, aunque positivo, ha sido relativamente bajo. De abril de 2013 hasta octubre de 2016, la desocupación ampliada cayó en sólo 1.7 puntos porcentuales. La respuesta que se ha dado a esta aparente paradoja es que los ingresos de un importante porcentaje de personas ya ocupadas, pero en situación de pobreza, aumentaron lo suficiente como para sacarlas de esa situación.

Por supuesto, a pesar de ese desempeño de varios años, la mayoría de los indicadores duros de privaciones y baja calidad de vida como la mortalidad infantil, la mortalidad materna, la población con acceso a fuentes seguras de agua o la incidencia de enfermedades infecciosas siguen incólumes. Hace falta mucho más que crecer para enfrentar esas miserias.

Fuerzas detrás del crecimiento

Pero, no habiendo ocurrido cambios estructurales en la economía como un incremento en la productividad total, en las capacidades tecnológicas y en la competitividad, ¿qué ha estado empujando el crecimiento de los últimos tres o cuatro años?

Los datos del Banco Central indican que el consumo doméstico, en especial el privado, y la inversión, han sido las dos fuerzas que han impulsado la actividad económica entre 2013 y 2016. En contraste, las exportaciones tuvieron una preocupante baja incidencia.
Esto sugiere que unas perspectivas económicas positivas están empujando la inversión privada y el consumo de los hogares, y han contrarrestado el letargo exportador asociado a la débil productividad y calidad de la oferta exportable. La excepción es el turismo.

El gasto público no ha jugado un rol activo en el crecimiento sino más bien de contención del consumo y la inversión. El gasto se ha logrado sostener con deuda pública, evitando que se contraiga de forma severa, y con ello, ha contribuido a sostener la demanda y el crecimiento, pero no ha tenido liderazgo.

En promedio en ese período, el 40% del crecimiento se explica por el incremento en la demanda privada de bienes y servicios de consumo, y el 45% por la inversión privada y pública. Aunque en 2013 fue de 44% debido al efecto del inicio de las exportaciones de oro del proyecto Barrick-Pueblo Viejo (que, aunque genere pocos empleos, tienen un valor de producción elevado), fue declinando. En 2015 fue de sólo 9%, y hasta septiembre de 2016 su contribución al crecimiento registrado desde enero había sido de 18%.

Como se sugirió arriba, esta forma de crecer es vulnerable porque descansa en decisiones de inversión y consumo basadas en expectativas, y no el cambio tecnológico y de la productividad total. La muestra es que, a excepción del turismo, las exportaciones no crecen, y la producción doméstica no logra contener con efectividad la competencia de las importaciones, lo que apunta a que el aparato productivo no se ha hecho más productivo, competitivo e innovador. El empuje de la demanda es valioso, imprescindible en el corto plazo, para sostener el crecimiento, pero mucho menos a largo plazo, cuando es la productividad y la innovación las que llevan el liderazgo.

Amenazas inmediatas moderadas

Muy seguramente 2017 será un año parecido a 2016, donde la inversión y el consumo otra vez halarán la producción. Pero precisamente por eso, el tirón de demanda podría estar sometido a algunas tensiones que en este momento parecen de moderadas a bajas.

La primera amenaza es el precio del petróleo (ver Gráfico 1). El presupuesto de 2017 fue preparado con el supuesto de un precio del barril de US$ 48.5. Sin embargo, hoy ya es 10% más elevado (US$ 53), y en un 23% más alto que el precio promedio de 2016 (US$ 43). Las implicaciones de precios del petróleo más elevado son grandes porque abarcan al fisco (p.e. suben las recaudaciones, pero también sube el subsidio eléctrico), a los precios en la economía (por razones obvias), y al tipo de cambio porque a mayores precios, la demanda de divisas es mayor, y con ello se acrecienta la presión sobre el mercado.

Hay que reconocer que es difícil que en este año supere la barrera de los US$ 60 porque a ese precio, se hace rentable mucha de la producción estadounidense en base a nuevas tecnologías, lo que incrementaría la oferta y reduciría el precio. Sin embargo, ya parece evidente que no será como el nivel previsto, y esto ameritará un reacomodo de las cuentas y de las políticas. Afortunadamente, ese no será el caso de otros commodities como los alimentos, cuyos precios se espera que se mantengan estables.

La segunda amenaza es la prometida subida de los tipos de interés en Estados Unidos. En diciembre de 2015, la Reserva Federal (el banco central estadounidense) la incrementó desde cerca de 0% (vigente desde 2008) hasta 0.5%. Un año después, en diciembre recién pasado, la incrementó hasta 0.75%. En 2017 pretende duplicarla para alcanzar 1.5%, en 2018 llevarla hasta 2% y en 2019% hasta 3% (ver Gráfico 2). Hay dos efectos inmediatos de esto. Primero, elevará las tasas de interés a las que el país podrá colocar sus bonos soberanos, aunque el pago de ellas no será inmediato. Segundo, va a ser más difícil atraer inversión extranjera porque la inversión en títulos y acciones en EEUU se hará más atractiva. Esto tiene implicaciones fiscales (el costo de la deuda subirá), cambiarias (menos divisas entrando y más divisas saliendo), y productivas (menos inversión extranjera directa).

Sin embargo, es probable que el precio del oro suba hasta US$ 1,300 por onza o más (hoy está por debajo de US$ 1,200), lo cual contribuiría a compensar parte del impacto del petróleo y el dinero más caro.

Una tercera amenaza es que el anuncio de cambios en la política industrial y comercial estadounidense, aún siendo difícil que se concreten, ahuyenten inversiones productivas que miran hacia ese mercado. El espacio para reducir esos riesgos es pequeño.

Desafíos

En términos de los desafíos, hay al menos tres, con implicaciones de corto, mediano y largo plazo.

El primero es el fiscal y consiste en contener y reducir el déficit. En 2016 no logró la meta. Habrá que esperar las cifras oficiales, pero apunta a que cerrará un 15% por encima de lo programado. El país necesita que, sin hacer un ajuste violento, el Gobierno envíe una señal inobjetable de preocupación por contener el crecimiento de la deuda pública.

El segundo, con implicaciones de mediano y largo plazo, es cerrar un Pacto Eléctrico creíble, con una ruta clara de reducción del déficit financiero del sector y de las pérdidas. Menos que eso no sirve.

El tercero es iniciar las negociaciones para transformar la fiscalidad dominicana, y hacer contribuciones inmediatas dando pasos concretos en materia de transparencia y eficacia en el gasto público.

El escándalo que se veía venir y que terminó llegando, el de Odebretch, acrecienta la desconfianza y será un obstáculo más para el Pacto Fiscal. Pero al mismo tiempo muestra lo imprescindible que es lograr que el Estado alcance más legitimidad, si lo que se quiere es que haga su trabajo, gastando más y gastando mejor.

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