Señor director. Abordar el tema de la responsabilidad es abrir un debate público acerca de lo que cada cual entiende por este vocablo, que independientemente de su significado, le hemos dado otro más particular y acomodaticio a las conveniencias sociales o de otros, no las nuestras; por eso, es un tema engorroso y delicado para muchos, que se han familiarizado y fanatizado con ese significado acomodaticio, pero que en realidad nos resulta incómodo y sacrificado llevar a cabo por su carácter de obligatoriedad. Responsabilidad siempre tendrá un matiz de obligación, y hasta de resignación, ya que no siempre el ser responsable nos agradará y producirá felicidad; a veces, es lo contrario, nos deja una gran amargura en el alma, porque no necesariamente es lo que deseamos hacer, lo hacemos por no romper los esquemas y reglas, por complacer, para evitar castigos, por costumbre, pues suponemos que si no actuamos de tal o cual manera nos censurarán, incluso hasta sin saber por qué.

Todo lo que necesitamos saber para cumplir la misión que tenemos en esta vida, lo sabemos al llegar. Desde que nacemos, empiezan a darnos un cúmulo de instrucciones; bueno, a nuestros padres, y ellos las acatan y nos las transmiten. Desde el horario para comer, asearnos y dormir, a esto le siguen los consejos de abuelas, madres, amigas y las visitas al pediatra, cada una con su respectivo instructivo. En vista de eso, somos un juguete valioso y peligroso en manos inexpertas, empezamos a confundirnos, entretenernos y distraernos, molestarnos y defendernos y a olvidar lo que aprendimos.

Luego, nos captura la escuela y el sistema educativo social, con una caterva de disciplinas y un exceso de instrucciones y deberes por cumplir; nos preparan para una guerra que ni ellos entienden, y nos enseñan a ser “responsables”, o sea, a responder a sus reglas, convenientes para el sistema, no para nosotros, ya que nos privan de libertad y del libre albedrío, que debemos ejercer para bien de todo el conglomerado universal, no para satisfacer a unos cuantos. Nos reclutan, mal educan, reforman y moldean, nos pisotean y boicotean nuestra personalidad y felicidad, nuestros anhelos, nos reducen a nada, o en el mejor de los casos a más de lo mismo. Nos echan en cara errores ajenos y nos crean falsas responsabilidades, basadas en sus necesidades, no las nuestras. Necesidades mezquinas de poder y manipulación.
La responsabilidad debe ir de la mano con la armonía, felicidad, justicia, respeto, empatía y paz, con la necesidad de cada cual. Debemos cooperar con el colectivo, pero tenemos aspiraciones y sentimientos diferentes, conocimiento de nuestra valía y valentía, que van de la mano con la libertad, pasión por la vida y el verdadero gozo, el interior. No es la responsabilidad lo que te debe empujar a actuar, si no el respeto a tu libertad y la necesidad de conservarla, el deseo de vivir en armonía y amor, de participar de lleno en la vida, y ser felices.
Idalia Harolina Payano Tolentino
CiudAdana

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