MIAMI (AP) — El militante anticastrista cubano en el exilio y ex agente de la CIA Luis Posada Carriles, quien fue acusado de organizar una serie de ataques con bombas a hoteles de La Habana en 1997 y de derribar un avión cubano de pasajeros, falleció el miércoles en Florida, dijo su abogado. Tenía 90 años.

Posada, que había sido diagnosticado con cáncer de garganta hace unos cinco años, murió el miércoles en un hogar de cuidados especiales para veteranos de guerra ancianos en el condado Broward, al norte de Miami, dijo Arturo Hernández, abogado del militante exiliado.

“Concluye una vida extraordinaria”, expresó Hernández a The Associated Press. “Es una mañana muy triste para mí despedir a una gran persona”.

En 2011 un jurado federal de El Paso, en el estado de Texas, absolvió a Posada de una serie acusaciones que incluían haberle mentido a las autoridades estadounidenses sobre su papel en los ataques de La Habana para obtener su asilo político.

Formó parte de un grupo de exiliados cubanos entrenados por la CIA a comienzos de la década de 1960 en el fallido intento de derrocar al incipiente gobierno comunista de Fidel Castro. A diferencia de muchos otros activistas, Posada nunca renunció a la violencia como método para generar un cambio en la isla.

“Si Castro entrara por la puerta lo mataría, no porque lo odio sino porque también mataría a una cucaracha”, dijo Posada a AP en varias entrevistas entre 2009 y 2010.

Humberto Díaz Argüelles, presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de los Cochinos, dijo que Posada acudió el 17 de abril en silla de ruedas a un acto de rememoración de la invasión y se lo veía “en muy malas condiciones” de salud.

“Al último ya casi no podía hablar”, dijo Argüelles.

Para muchos exiliados mayores Posada era un combatiente por la libertad que hacía lo necesario para tratar de derrocar una dictadura. Otros lo consideraban un terrorista impenitente.

“Aquí en el exilio la mayor parte lo respetaba, aunque también tenía sus detractores”, expresó Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia que se opone a los métodos violentos y aboga por una lucha cívica para lograr cambios en la isla. Su muerte “tiene un impacto por la dedicación que le dio a la lucha”, consideró Sánchez, quien conoció personalmente a Posada hace tres años de casualidad en un hospital de Miami.

Para Peter Kornbluh, jefe del proyecto Cuba del Archivo Independiente de Seguridad Nacional que durante años trató de obtener documentos confidenciales relacionados con Posada, “la CIA creó y desató un Frankenstein”.

El sitio de internet del gobierno cubano Cubadebate lo describió el miércoles como un “terrorista” cuyas víctimas incluyeron a pasajeros inocentes de un avión que explotó tras despegar de Barbados en 1976. Dijo que murió “sin haber pagado por este crimen ni por los otros tantos actos terroristas que figuran en su historial criminal”.

Posada siempre negó toda participación en la bomba en el avión que mató a 73 personas, la más mortífera de su tipo hasta la explosión en un vuelo de Pan Am sobre Lockerbie, Escocia, en 1988.

En una entrevista con The New York Times en 1998 asumió la responsabilidad por los ataques en La Habana, en los que murió un turista italiano, pero luego se retractó.

Interrogado por AP sobre esa entrevista Posada dijo que no había escuchado o comprendido las preguntas del Times, después mencionó a su abogado y finalmente se rio y encogió de hombros.

El exiliado cubano tuvo una relación oficial y a veces turbulenta con la CIA hasta 1975. Pero durante sus años de vida en Latinoamérica mantuvo algunos contactos con funcionarios estadounidenses, hasta el juicio y absolución en 2011. La comunidad cubana de Miami lo recibió como un héroe.

Nacido en Cienfuegos, Cuba, en 1928, Posada estudió química en la Universidad de La Habana y trabajó en la fábrica de neumáticos Firestone. Tras la victoria de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959 se sumó a la oposición y pasó un breve período en la cárcel. Huyó a México y llegó a Estados Unidos en 1961.

Después de varios años en Estados Unidos se divorció de su primera esposa y se casó con Elina Nieves. La pareja, que tuvo un hijo y una hija, vivió separada durante mucho tiempo, pero durante años él se jactaba de que Nieves seguía lavándole la ropa.

Posada se entrenó para la invasión de Bahía de los Cochinos de 1961 pero no participó. Fue entonces que trabó amistad de por vida con el influyente exiliado Jorge Mas Canosa y juntos se graduaron de la escuela de entrenamiento de oficiales del ejército en Fort Benning, Georgia.

Posada dijo en varias ocasiones que Mas Canosa le dio ayuda económica.

Desde el principio, sus jefes en la CIA lo consideraron una voz confiable e incluso razonable entre los exiliados, sobre los cuales estaba dispuesto a informar, de acuerdo con documentos desclasificados por pedido del grupo independiente Archivos de Seguridad Nacional.

Posada dirigía su propia firma de seguridad en Venezuela cuando lo acusaron de coordinar la colocación de la bomba en el avión de que explotó sobre el Caribe en 1976. Lo arrestaron cuando dos empleados de su firma confesaron haber colocado el explosivo.

Posada, que tenía fuertes lazos con el por entonces gobierno venezolano, fue absuelto por un tribunal militar. Escapó de la prisión vestido de cura mientras esperaba un segundo juicio en una corte civil.

Pudo llegar a El Salvador, donde ayudó al gobierno de Ronald Reagan y al coronel Oliver North a abastecer a los rebeldes de la Contra nicaragüense contra el gobierno sandinista.

Se trasladó luego a Guatemala, donde en 1990 sobrevivió a un atentado que le dejó cicatrices en la cara y el cuerpo y le alteró permanentemente el habla.

En 2004 fue condenado en Panamá en relación con un atentado fallido contra Castro, pero la presidenta Mireya Moscoso lo indultó por pedido de varios legisladores cubano-estadounidenses de Florida.

Reapareció en Miami en 2005 y fue arrestado bajo la presión internacional para que el gobierno de George W. Bush le aplicara los mismos criterios que a otros presuntos terroristas.

Estados Unidos se negó a entregarlo a Venezuela o Cuba por temor a que fuera torturado. Tampoco lo juzgó por terrorismo sino solo por violación de las leyes de inmigración.

Las opiniones sobre el veredicto fueron tan divergentes como sobre el mismo Posada. Algunos dijeron que era demasiado poco para un presunto terrorista, otros que era un juicio político a un patriota anciano. Otros dijeron que la absolución, al cabo de tres horas de deliberaciones, fue una burla a la justicia.

Lo sobreviven sus dos hijos y su esposa.

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