José Asunción Silva

[Quizás el colombiano José Asunción Silva (1865-1896), precursor del modernismo, fue el poeta más trágico y el más…

[Quizás el colombiano José Asunción Silva (1865-1896), precursor del modernismo, fue el poeta más trágico y el más vilipendiado de América Latina. Nacido en la abundancia, en la riqueza, vio desvanecer la fortuna familiar en una quiebra infame, y vio morir a cuatro hermanos, entre ellos una hermana de 19 años a la que quería más que a ninguno, la dulce Elvira.

Según datos de Wikipedia: “Cuenta con diez años cuando muere su hermano Andrés Guillermo a causa de una epidemia de sarampión. Un año más tarde, en 1875, fallece su hermano Alfonso, a los 52 días de nacido y, coincidencialmente, un 24 de mayo, fecha en la que veinte años después él mismo se despojaría de la vida. Y faltaría todavía el deceso de la tercera hija del matrimonio Silva-Gómez, Inés Soledad, quien de-saparece cuando el poeta está cercano a cumplir sus trece años de edad. En el hogar nacerían, además, otras dos niñas: Elvira, el 2 de marzo de 1872, y Julia, el 10 de octubre de 1877.

A esta racha trágica se sumarían otros sucesos perturbadores. El abuelo del poeta, quien se desempeñó como comerciante y tuvo inclinación por la lectura, había sido asesinado en 1864 por ladrones que asaltaron la hacienda Hatogrande, de su propiedad, dejando también herido a su hermano Antonio María Silva Fortoul, quien después del insuceso prefirió residenciarse en París, donde moriría en 1884, días antes de la llegada de José Asunción”.

En 1981 muere su adorada Elvira, de la que dice:

«Mi vida queda apenas alumbrada por otras luces y no volverá a tener nunca la claridad triunfal de mediodía con que ella la iluminaba».

Su muerte, después de tantas muertes familiares, lo derrumbó por completo y sólo sacó fuerzas para escribirle el famoso Nocturno III en 1894,que la maledicencia y solo la maledicencia atribuyó a un amor enfermizo, como si no bastara la tragedia familiar, las tantas pérdidas, el desgarramiento por la muerte de su hermana. Para peor. “La iliquidez también lo afecta y no tiene fondos con qué cubrir el préstamo que solicita para pagar el sepelio”.

“Harto ya de estar harto”, terminará pegándose un tiro en el corazón, en el lugar exacto donde, supuestamente, un amigo médico le había pintado una cruz o un círculo para que no fallara el tiro. Numerosos dolientes despidieron sus restos en el ‘cementerio de los suicidas’, cerca del basurero de la ciudad, pero posteriormente fueron colocados en un lugar de honor en el Cementerio Central de Bogotá, junto a su hermana Elvira.

El Nocturno III deslumbró a mucha gente por la extraordinaria intensidad, musicalidad y modernidad de sus versos, pero no fueron pocos los que quedaron perplejos ante una pieza que rompía moldes establecidos y se entregaba a una plena libertad de movimiento, al libre vuelo de una forma en la que se plasmaron algunas de las más audaces imágenes de la época.

Impecable en su ingeniería poética. Impresionante como paisaje del más intenso desgarramiento. (PCS)].

Nocturno III. Una noche

Una noche / Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas, /

Una noche / En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas, /

A mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida, / Como si un presentimiento de amarguras infinitas, / Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara, / Por la senda florecida que atraviesa la llanura /Caminabas, / Y la luna llena / Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, / Y tu sombra / Fina y lánguida, / Y mi sombra / Por los rayos de la luna proyectadas, / Sobre las arenas tristes / De la senda se juntaban, / Y eran una, / Y eran una, / Y eran una sola sombra larga / Y eran una sola sombra larga / Y eran una sola sombra larga… / Esta noche / Solo; el alma /Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, / Separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia, / Por el infinito negro / Donde nuestra voz no alcanza, / Mudo y solo / Por la senda caminaba… / Y se oían los ladridos de los / perros a la luna, / A la luna pálida, / Y el chillido / De las ranas… / Sentí frío; era el frío que tenían en tu alcoba / Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, / Entre las blancuras níveas / De las mortuorias sábanas, / Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte / Era el frío de la nada, / Y mi sombra, / Por los rayos de la luna proyectada, / Iba sola, / Iba sola, / Iba sola por la estepa solitaria / Y tu sombra esbelta y ágil / Fina y lánguida, / Como en esa noche tibia de la muerta primavera, / Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas, / Se acercó y marchó con ella / Se acercó y marchó con ella… / Se acercó y marchó con ella… / ¡Oh las sombras enlazadas! / ¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas… / ¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!… l

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