Destituyen a Lugo de la presidencia de Paraguay

ASUNCION (AP) — En tiempo récord y con abrumadora mayoría, el Senado destituyó al presidente Fernando Lugo.

ASUNCION (AP) — En tiempo récord y con abrumadora mayoría, el Senado destituyó al presidente Fernando Lugo.

Lugo fue destituido tras cinco horas de debate con una votación de 39 a favor, 4 en contra y 2 ausentes de los 45 senadores que integran la Cámara Alta.

El vicepresidente Federico Franco, de 49 años, militante del oficialista Partido Liberal Radical Auténtico y médico de profesión, asumirá el mando para completar el periodo de gobierno de cinco años hasta agosto de 2013.

Lugo, de 61 años y enfermo de cáncer linfático, siguió el desarrollo de su juzgamiento —por el cargo de mal desempeño en sus funciones— en el palacio de gobierno a través de la transmisión televisiva.

Asumió el poder el 15 de agosto de 2008 luego de ganar las elecciones de abril de ese año desalojando del gobierno al Partido Colorado que llevaba 60 años de hegemonía política.

Gobernó por 3 años, 10 meses y 7 días.

La destitución ocurrió siete días después de la muerte de 17 personas en un enfrentamiento armado entre policías y campesinos sin tierra, que fueron desalojados de una reserva forestal.

Esa revuelta se convirtió en un tinglado político que desembocó en la acusación formal porque las tensiones, que venían creciendo entre el mandatario y sus antiguos aliados políticos, finalmente explotaron

Los políticos de la coalición que llevaron a Lugo al poder venían reclamando, desde hace años, una mayor participación burocrática e injerencia en la toma de decisiones del gobierno.

«Los choques del viernes (pasado) por los conflictos de tierras fueron un catalizador», dijo Grant Hurst, analista de la consultora IHS en Londres. «(Fue) magnificado por la tierra donde se produjo la invasión, de propiedad del ex senador Blas Riquelme».

La gota que llenó la copa fue el nombramiento de dos personas del núcleo duro de Lugo como Ministro del Interior y Jefe de la Policía sin ofrecer participación a los aliados que lo llevaron a la presidencia.

«Lugo ha sido un presidente políticamente débil desde el comienzo de su mandato», dice Michael Shifter del Diálogo Interamericano. «Fue el primer presidente paraguayo en más de seis décadas que no era del Partido Colorado. El apoyo de Lugo ha ido erosionado y los opositores de su gobierno se han fortalecido con el tiempo».

«La oposición simplemente no estaba de acuerdo con las políticas de Lugo y no aprobó la forma en que gobernó», agregó Shifter. «Como resultado de ello, la oposición manipuló el sistema, adhiriéndose a la letra de la ley pero apartándose del principio democrático. En este caso, es difícil discutir con quienes argumentan que la voluntad del pueblo que eligió a Lugo no está siendo respetada. Es difícil ver las acusaciones dirigidas contra él no sean más que un pretexto para la eliminación de un presidente impopular. Si los presidentes fueron derrocados por las razones citadas, habría pocos presidentes latinoamericanos que se queden en la presidencia».

La primera decisión que no gustó a sus antiguos aliados fue haberles dado una escasa participación en su primer gabinete ministerial al Partido Liberal Radical y a la Alianza Patriótica.

La tensión siguió creciendo al no incluirlos en la toma de decisiones importantes, como el manejo de las ocupaciones de tierras por parte de las organizaciones campesinos o el presunto retiro de tropas del Ejército ordenado por él cuando tenían acorralados al grupo guerrillero Ejército del Pueblo Paraguayo que opera en la selva, al norte del país, y se dedica principalmente al secuestro extorsivo.

El gobierno del mandatario depuesto tuvo una agenda de izquierda que tampoco gustaba a sus antiguos aliados.

Desde que asumió el gobierno, organizaciones de campesinos sin tierra invadieron grandes fincas ganaderas o de soja, de propiedad de paraguayos o extranjeros, para forzar una expropiación que Lugo dijo que pagaría. Pero del presupuesto paraguayo no hubo recursos para pagar las indemnizaciones.

Sobre Lugo también pende la espada de Damócles de haber pedido al senado paraguayo que archivara un proyecto de ley que convertía en letra muerta uno de los principios de toda democracia: salir pacíficamente de su gobernante.

El proyecto buscaba una adición de 50 millones de dólares al lánguido presupuesto nacional para que las autoridades electorales pudieran contratar a unos 10.000 funcionarios encargados inscribir a nuevos votantes y para pagarle a los jurados el día de las elecciones.

Lugo no hizo comentarios sobre el tema. Por esos días reconoció la paternidad de un segundo hijo de una cuarta mujer. Su jefe del gabinete dijo que «no podemos permitirnos el lujo de invertir 50 millones de dólares, o parte de esa suma en operadores políticos cuando existen necesidades perentorias y otras prioridades en el país».


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