No hay dolor más grande

P ara cualquier persona no resulta muy fácil establecer cuál es el recuerdo más feliz de su vida. Sin dudas, serían muchos…

P ara cualquier persona no resulta muy fácil establecer cuál es el recuerdo más feliz de su vida. Sin dudas, serían muchos los que pasarían por su mente si tratara de enumerarlos.

Sin embargo, para quien ha visto morir a un ser querido, la respuesta no sería tan difícil. El día, la hora y las circunstancias que rodearon ese momento quedan registradas para siempre en nuestra memoria. 

No hay dolor más grande. Lo sé. Lo he vivido. He sentido ese dolor, y también he visto los estragos que causa en otras personas que lo sufren. En esta semana conversé con una persona, que a pesar de haber perdido a su padre hace 20 años, asegura que aún no lo ha superado.

Unos días después, en un programa de televisión hablaban precisamente sobre la muerte, el dolor y vacío que deja ésta en quienes ven desaparecer físicamente a un ser amado. Me quedé escuchando con atención algunos testimonios y llegué a la conclusión de que nadie logra superar la pérdida de un ser querido.

En ese programa, un joven que había perdido a su hermana, cuando eran niños, continuaba sufriendo y extrañándola como el primer día.

En medio de su tristeza sólo atinaba a decir que sencillamente, “ella no debía haber muerto”. Me llamó mucho la atención un consejo que una persona de la audiencia le dio al afligido hombre. “Escríbele una carta y cuéntale todas las cosas que han pasado en tu vida, desde que ella partió y que no pudieron compartir. Dile cuánto la extrañas y lo mucho que la amas”.

Él así lo hizo y más tarde contó que mientras escribía la carta, las lágrimas corrían por sus mejillas. En ocasiones, sentía que no podía continuar, sin embargo, siguió escribiendo hasta el final. Terminó su carta y la quemó. Al finalizar, sintió como si ciertamente hubiese hablado con su hermana, que había partido de este mundo cuando aún les faltaban tantas cosas por compartir, tantas travesuras por hacer.

El dolor es menos severo, pero no ha desaparecido, está ahí, presente en las fechas importantes, en los días tristes y en los más felices, nublados por la imposibilidad de compartirlos con quien ya se ha ido. Eso, él no lo dijo, eso lo sé, es el mismo sentimiento para quienes hemos tenido que despedir a un ser amado. l

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