Un joven ciego por las torturas recibidas a manos de esbirros de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en la siempre laboriosa ciudad de La Romana es el protagonista de la nueva novela del escritor y político Laureano Guerrero. La pérdida de la visión, gracias a la llamada “ley de compensación”, desarrolla en Pedro, “El estudiante ciego”, nuevas facultades, como una extraordinaria intuición, junto a la agudización de los sentidos del tacto, la audición, el olfato y el gusto.
Manuel González, el narrador omnipresente en la trama novelística, conoce a Pedro en el aula del Cuarto Año del Bachillerato en Filosofía y Letras, donde van a parar los estudiantes que sentían fobia por la física y las matemáticas. Es precisamente la profundidad reflexiva del joven invidente que cautiva al primero, abrumado por la bullanguería pseudo revolucionaria de los años que siguieron al fin de la dictadura.
Ambos jóvenes se cuentan sus historias y descubren que provienen de familias marcadas por la desgracia. Pedro perdió un hermano asesinado por la tiranía, que antes había torturado hasta la locura a su padre, un abogado laborista que cayó en la trampa de creer en la supuesta apertura democrática en la Era de Trujillo en la década de los cuarenta. Manuel, en tanto, sufrió el ahorcamiento de su padre después que, afectado por el sonambulismo, acuchilló a su madre al confundirla con un intruso que penetró al hogar a matar uno de sus hijos.
El estudiante ciego es una novela verista que conjuga un realismo humanista con la sencillez de un relato estéticamente depurado. Otros personajes son El Negro Gómez y Rungo Morillo (¿será Runguito el del barrio Río Salado), podrían describirse como estampas psicológicas y espirituales de la época y los escenarios descritos en la obra. Guerrero, quien había publicado anteriormente las obras “Mi niño lindo”, “Mozura” y “Cheché”, logra con esta nueva novela un texto que lo consagra definitivamente en el canon de la narrativa dominicana.
