Hacernos a la idea de vivir con delincuencia no es fácil. Es algo difícil de aceptar, pero ya es la dura realidad de nuestro país. La actitud entonces es esperar que no nos toque a nosotros y si nos toca, si somos objeto de asalto o robo en la calle o la vivienda, pues que perdamos solo pertenencias y no la vida. Podemos considerarnos afortunados si solo perdemos eso. Cuando los delincuentes no son solo delincuentes, sino también criminales, la cosa es más preocupante. El homicidio de Domingo Bretón, hermano del arzobispo de Santiago, monseñor Fredy Bretón, muerto por delincuentes en ocasión de asalto, pone de nuevo sobre el tapete la cuestión de la letalidad de nuestra delincuencia. Consternante y perturbador.

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