Durante la ocupación militar norteamericana de 1916 se instauró un programa de salud similar al utilizado por los norteamericanos en Cuba y Panamá. En Julio del 1921 ocupa la recién creada Secretaría de Sanidad el Teniente Coronel doctor Isaac Reves.
Durante su gestión se produjo la incorporación de los hospitales a ser dependencia del Estado y la inauguración de “La Colonia de Leprosos”. Los oficiales a cargo de la salud se quejaban de la falta de colaboración de los ciudadanos, pero era un problema de rechazo puro y simple a las medidas implantadas por un gobierno militar de ocupación. Muchos de los ciudadanos de la época afirmaban que pese a no tener “nada en contra” de los Estados Unidos de Norteamérica, exigían vehementemente la recuperación de la soberanía nacional y la salida de las tropas del país.

A partir de 1921, la situación en el pais se deteriora económicamente y los aportes de la Lotería y del Gobierno a las instituciones sanitarias sufren una reducción de 60%. Al inicio del 1921 se agrava también la situación sanitaria, ya que aparecieron epidemias de sarampión, influenza y fiebre tifodea. En 1919 Samuel Guy Inman, Secretario Ejecutivo del Comité de Cooperación con Latinoamerica, presentó un reporte sobre la situación en el país en donde ofrecía datos de interés sobre la epidemia de influenza. Según su reporte, la epidemia entró al país desde Haití en 1918 y en noviembre de ese mismo año se reportaron en Barahona y Azua 827 casos con 20 fallecimientos. En diciembre en el país se registraron 18,936 casos con 331 fallecidos. Además de Barahona y Azua, se registraron muchos casos en Montecristi, Puerto Plata, Santiago y La Vega. En 1920 se habían contabilizado 96,828 personas afectadas de influenza, de las cuales fallecieron 1,654.

En el momento de empezar a aplicarse la nueva Ley de Sanidad, una de las prioridades era la vacunación. En 1920 se registró una importante epidemia de viruelas, cuyos primeros primeros casos se presentaron en Bonao. Se decía que esa epidemia venía de Haití, en donde la viruela estaba azotando la población. Había centros de cuarentena para los haitianos que querían ingresar al país. Se les tenía 14 días de vigilancia pagada por los ingenios que contrataban esa mano de obra. Se ordenó la vacunación de toda la población, sobre todo en áreas como Barahona, en donde se registraron muchos casos. Pese a ser la vacunación obligatoria, los grupos nacionalistas opuestos a la ocupación militar pedían a la población que no se vacunara. La razón no era solamente política, sino sanitaria, ya que muchas de las vacunas que trajeron estaban aparentemente dañadas y producían infección en muchos pacientes. Pese a los esfuerzos de las autoridades norteamericanas de afirmar que la vacuna era segura, cerca del 40% de la población no se vacunó. En el 1921 más de 200 personas fallecieron por la viruela y en 1922 todavía se reportaban casos de fallecimientos en la zona de Baní. Para explicar el alto porcentaje de la población que no se vacunó, hay que entender el rechazo por parte de las fuerzas nacionalistas y por otro lado, el hecho de que la vacuna que fue gratuita durante el primer semestre del 1920, se exigió luego a los ciudadanos pagar por ellas, en momentos en que la situación económica era precaria. Además de que los recursos destinados a la salud fueron mínimos en el 1921 y 1922, influía el hecho de las diversas epidemias que estaban presentes en Haití.

Otro tema fundamental era sobre las enfermedades venéreas, una de las preocupaciones principales de los militares en la ocupación. Por esta razón, el control de prostitutas era también prioritario. Debido a la mala situación económica de los primeros años del siglo XX, habían pocos prostíbulos.

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