El doctor Heriberto Pieter publicó en 1908 un opúsculo sobre la enseñanza de la Medicina en el país y sus recomendaciones hacia un nuevo y mejorado plan de estudios. Estas notas nos muestran la realidad de los estudiantes de Medicina a principios del siglo XX. No se había reabierto aún la universidad y el centro de estudios era el Instituto Profesional. Sería en 1914 cuando el doctor Ramón Báez durante su breve período como Presidente de la República reabriera la antigua casa de estudios con el nombre de Universidad de Santo Domingo.

Decía el doctor Pieter: “ La enseñanza de la medicina entre nosotros, así como en la mayor parte de los Estados hispanoamericanos, no corre pareja con los crecientes progresos de la época, i lo que es más grave, ni con las imperiosas necesidades del medio”.

En su planteamiento proponía un curso preliminar libre, esto es, sin restricciones de tiempo, al que optarían los bachilleres o los que tenían un título de Maestro Normal. Las asignaturas de ese curso eran , la química, la física y la historia natural médica. Luego de esto el estudiante se presentaría ante un jurado que al aprobar las pruebas pertinentes le permitía inscribirse en la Universidad para la asistencia puntual a los cursos anuales, que serían cinco.

En el primer año los estudiantes tendrían como asignaturas anatomía humana normal, anatomía topográfica y anatomía comparada. Durante ese año debían acudir cada día a un hospital debidamente certificado, y recomendaba el Hospital Militar. Como metas en ese año debía conocer los instrumentos usados en las exploraciones clínicas y en cirugía menor y debería hacer curas. En el segundo año las materias de fisiología, histología, disección. En el hospital realizar las cirugías menores, exploración clínica y tener conocimientos de enfermería. El tercer curso tenía como temario la patología general, interna y externa. También la terapéutica. Y en el Hospital ejercicios de clínica en el lecho del enfermo y conocimientos de los medicamentos. Ya en ese curso debían concursar para las plazas de internado, que eran limitadas. Al avanzar el programa de estudios en el cuarto curso tomaban medicina legal, higiene pública y privada así como clínica obstétrica y ginecológica. En el Hospital debían realizar trabajos de laboratorio y asistir al laboratorio municipal. Debían asistir obligatoriamente a todas las causas judiciales en que se presentara un peritaje médico. En este curso debían asistir a un mínimo de diez partos acompañando a un médico o a una comadrona titular. El quinto y último curso constaba de patología y clínica intertropicales, bacteriología y dermatología. Ya en el hospital debían realizar todos los trabajos de la clínica médica, realizar operaciones quirúrgicas bajo la supervisión de un profesor y debían preparar su tesis sobre un sujeto original. De hecho el doctor Pieter proponía un premio de 100 pesos de la época, unos 100,000 actualmente para el mejor trabajo en el área de la medicina intertropical.

Esta idea de un plan de estudios que integra al alumno a los conocimientos necesario para estar con los enfermos y poder examinarle, orientarse en su diagnóstico y conocer los tratamientos pertinentes parece novedosa aún hoy. Los estudiantes de la actualidad disponen de un enorme arsenal de información, de medios, de acceso a pruebas diagnósticas y facilidades para entrenamiento con simuladores y equipos especiales. En su escrito el doctor Pieter, muy sabiamente reflexiona sobre las enfermedades de nuestro país y la preparación de nuestro médicos. Ese es un tema al día de hoy pendiente. En nuestro libro sobre la medicina dominicana del siglo XX nos encontramos con que todos los perfiles de los egresados de nuestras escuelas de medicina eran distintos en muchos aspectos.

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