Por causas más que obvias, el Pleno de la Junta Central Electoral (JCE) pospuso la celebración de las elecciones para escoger al Presidente y al Vicepresidente de la República Dominicana y a los senadores y diputados que habrán de ejercer durante los próximos cuatro años a partir del 16 de agosto.
Como debía esperarse, surgen las más disímiles opiniones, pero las más sensatas sugieren que ante la pandemia generada por el coronavirus, apenas a un mes y un día de la fecha fijada por la Constitución de la República para esas elecciones, es decir, el próximo 17 de mayo, es más que evidente que no hay posibilidad de que el panorama pueda cambiar significativamente para que haya condiciones que faciliten ese propósito.

Olvidemos que el tiempo que resta a los candidatos para presentar sus propuestas o para hacer la campaña, resulta corto. Es que las condiciones materiales, espirituales y hasta morales, hacen imposible montar unas elecciones.

Es que está en riesgo la vida de la gente. Y a nadie se le puede ocurrir estimular a las personas a concurrir a un certamen como si se dirigieran a un derriscadero o a un suicidio colectivo. No debe olvidarse que muchos de los contagios con el coronavirus se produjeron durante las pasadas elecciones municipales, con saldos fatales conocidos.

Entonces, el Pleno de la JCE, con todas las calidades que le confiere la Constitución de la República, en medio de un estado de emergencia nacional que puede prolongarse más allá de mayo, y durante el cual el Poder Ejecutivo está investido de poderes especiales, y, dada la naturaleza del coronavirus, la concentración de personas constituye un factor de multiplicación; al margen de que en diversos territorios del exterior donde viven dominicanos con derecho al voto, predominan situaciones similares, no tenía más alternativa que proceder como lo ha hecho, posponiendo las votaciones.

Además, en medio de esta situación, es seguro que el nivel de participación ciudadana sería mínimo, lo que haría ilegítimos los resultados.

En consecuencia, respaldamos la posposición de las elecciones. No había otra opción. Ahora habrá que esperar qué nos depara el destino, con el 5 de julio en la agenda.

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