Señor director. Si nos vamos a los orígenes del mundo “según las sagradas escrituras”, al Génesis cap. 1, se lee que en principio el mundo era todo oscuro y que Dios hizo la luz y vio que era buena. Eso explicaría en parte el porqué hay mayormente materia oscura. En ausencia de luz todo es oscuridad, pero esta no tiene nada de malo, y más si a partir de ella existió todo lo demás, sin embargo ha sido despreciada, catalogándola de mala y de ser el referente de toda la maldad y negatividad que existe hoy día.

Los humanos somos los autores de esta creencia y de implantarla en todos los demás. Y de hecho así mismo actuamos, al que piensa diferente lo calificamos de ignorante y le restamos valor a sus pensamientos. Esto se ve claramente en las diferentes religiones, solo la nuestra salva, en las diferentes ideologías políticas, solo la nuestra es eficaz y quiere el bien común, en las diferentes sociedades culturales, solo la nuestra hace las cosas como deben de ser, lo demás es atrozmente castrante e insano… Me pregunto… ¿Hasta qué tamaño crecerá este entramado de desavenencias? ¿Hasta dónde llegará a multiplicarse ese odio y enemistad política, social y religiosa? ¿Hasta cuando seremos verdugos, y jueces ignorantes de la realidad?

¿Cómo vamos a romper esas numerosas cadenas de esclavitud física y emocional, que debido a nuestra ceguera y bloqueo espiritual y divino, ataron sin compasión a nuestros pensamientos y a nuestro accionar, la egoísta insatisfacción, la malsana manipulación, la rabia contenida, el odio inducido e implantado, y el desamor incrustado a fuerza de dolor?

Ya no es tiempo de juzgar, si no de limpiar y sanar toda esa enfermedad mental que poco a poco nos fue invadiendo el alma y el buen hacer espiritual. Es tiempo de reconocer y aceptar, para darle un giro a toda esa incertidumbre emocional y ambiental, tiempo de cambiar el pensamiento colectivo humano y vivir para hacer lo humanamente correcto y amorosamente divino, para ser entes de amor y no de odio, mensajeros de paz y no de guerra, de unión y no de dispersión… Es tiempo de vivir en pos del bienestar común, no el de uno mismo. Sin egoísmo cesa la ambición y la indiferencia al prójimo, y sin ellas, no hay maldad ni desamor. Podemos vivir en armonía respetando, tratando de no lastimar, y si es inevitable el roce, no hagamos tanto alboroto, pidamos perdón y juntos zanjemos los daños. Se avecinan tiempos más difíciles aún antes de dar ese cambio de consciencia, seamos solidarios de verdad, no desde la comodidad de dar lo que no necesitamos, si no de lo que nos hace falta, compartirlo, y si hemos de morir hagámoslo con humanidad y dignidad, enterremos ya el egoísmo y la ambición. Lo único eficaz para combatir la miseria, las enfermedades y la falta de felicidad, ES EL AMOR, que se nutre de compasión, comprensión y generosidad, que nos son regaladas por la gracia divina. La unión hace la fuerza y el amor hace el milagro…
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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