Señor director. Cuando niños somos pequeños de estatura, por lo cual, tenemos el anhelo de crecer, para ser grandes y ser tomados en cuenta y tratados con respeto, y también, para alcanzar esas cosas que queremos tomar y no alcanzamos o nos tienen vetadas y controladas. La niñez es una preciosa edad, quizás la mejor vivida, porque somos curiosos, auténticos, con una increíble e irresistible imaginación creativa y con un espíritu casi puro, con pocas interferencias exteriores, tenemos un rico e inmenso mundo interior que nos impulsa a tocar, probar, aprender y sacar nuestras propias conclusiones.

Luego vamos creciendo, y las interferencias exteriores, el exceso de dominio y el irrespeto a esa alma que nos habita y tiene sus gustos y finalidad propia, hacen que vayamos perdiendo autenticidad y terminemos imitando, y conformándonos con menos de nuestra verdadera personalidad, gustos y anhelos.
Entonces desarrollamos una dualidad interna que nos perturba y provoca miedo, vamos perdiendo las ganas de explorar y el gusto por vivir, aumenta el deseo de ser aceptados y valorados por los demás, nos perdamos de vista y olvidamos alcanzar las cosas que al principio anhelamos. Olvidamos que somos viajeros del tiempo, que estamos de paso y vinimos a aprender, compartir, tocar almas, dar amor, transformarnos y partir sin apegos. Creo que muy pocos no tienen apegos, todos o casi todos nos apegamos a algo o alguien, buscamos al menos un motivo para perpetuarnos y estar aquí, vivos aunque mal viviendo; con sonrisas falsas, rostros amargados, mirada vacía y perdida, un corazón apático y destrozado, sin ilusiones, sin emociones verdaderas, sin magia y encanto, sin entender el porqué de nuestra existencia…

¿Quién te dice que no puedes, que careces de talentos, que no eres nadie y no vales nada? ¿Quien te desprecia y necesitas ser otra persona? ¿Quién es el verdugo que te flagela y castiga por no creer en ti, en tu poder divino y fuerza interior, en tu belleza y grandeza como ser humano y como ente indivisible de la consciencia universal’ ¿Quién se dejó llevar, perder el control?
¿Quién no se está reconociendo y se busca con desesperación, identificándose con otros falsos yo?…! Quién sino tú!
¿Quien acabará por entender y recuperar su vida al mirarse desnudo al espejo, fijamente a los ojos, sin máscara ni pertenencias ajenas, sin miedos ni culpas, con valor y dignidad, con ternura y amor, con la inocencia del niño que una vez fue, y un día sin darse cuenta marginó y ocultó por sentir vergüenza de él ante todos? ¿Quién será? Solo si te lo propones, ese serás Tú.
Cada uno es dueño de su vida y como tal, tiene el derecho de defenderla y tomar el control, pero se hace perentorio que reconozca su verdadero ser, identifique los motivos y finalidad de estar en este plano y así poder manifestarse con autenticidad y hacer eso que sabe hacer mejor que nadie,” Ser quién es”. Para lograrlo es necesario liberarse, soltar cargas inútiles y ajenas, elevarse y alcanzar aquello que parecía inalcanzable y está a una sacudida y estiramiento mental.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

Posted in Correo de lectores

Las Más leídas