Señor director. La vida la definen como un largo camino por andar, con sus llanos y sus pendientes, por momentos con relieve regular y poco accidentado, y por momentos con relieve irregular, tortuoso y altamente peligroso. Los humanos, como somos seres arriesgados y curiosos por naturaleza, gustamos de transitarlos y no rendirnos fácilmente, unas veces por obligación, otras por placer y diversión, y mayormente por ninguna razón especial, que no sea la de andar y recorrer camino. En ese transitar vamos dejando huellas, con estelas de poder y dominio, o mansedumbre y sumisión, pero mayormente marcadas de valentía, tesón y un carácter aventurero. Al menos en los inicios de nuestra raza éramos así, un poco salvajes y violentos, y otro poco domésticos y dóciles. Se podría decir que en porcentajes mínimos, en unos prevalecía lo salvaje sobre lo doméstico, y en otros era todo lo contrario, lo doméstico era más evidente, pero ambas características se mantenían niveladas y en control, así fuimos creando las sociedades…

En esencia seguimos siendo así, pero han variado los porcentajes y se han salido de control.

La parte salvaje y violenta se manifiesta con exceso de dominio, como brutal valentía, que si hurgamos bien es cobardía disfrazada de violencia, viene a ser como una trampa, tratar de escapar nos produce un gasto excesivo de energía.

La parte doméstica y dócil se manifiesta con exceso de mansedumbre, como penosa cobardía, que si hurgamos bien es valentía disfrazada de resignación, viene a ser como un atajo, nos permite vivir con menos conflictos y una notable reducción de energía.

Viéndolo de esta manera, el mundo se ha repoblado de valientes y cobardes, de dominantes y dominados, de violentos y mansos, de trampas y atajos…

Todos los extremos son perjudiciales, lo mucho agrede y enerva, y lo poco inhibe y perturba. La violencia engendra violencia, y los mansos ponen la otra mejilla para no dejarse llevar de sus instintos salvajes. Lo ideal es no tener muy marcada ninguna de estas dos actitudes, ambas tienen ese no se qué, que descoloca. Lo mejor es mantenerse en el intermedio, ni muy violentos, ni muy mansos, equilibrados.

Las trampas son engañosas o muy peligrosas y los atajos desconcertantes o adictivos, la vida es para vivirla, pero dentro del ámbito de la cordura y el equilibrio emocional. Cualquier gota que colme el vaso, creará un mar interno, que lejos de permanecer en calma, podría provocar un tsunami externo.
Tratemos de mantener el vaso a la mitad, siempre al mismo nivel, así controlamos mejor el que no se rebose, ni se vacíe.

Hay una nueva tendencia, son los que nada les importa ni interesa, se manifiestan en dos vertientes, unos se mantienen al margen de todo, aislados, y otros son como lapas, se apegan a todo, subyacen bajo sombras.

Traemos un paquete de información que nos será revelada mediante trampas y atajos. Como en un juego, nuestra misión es mantenernos a salvo, cuidarnos de las trampas, poder evadirlas, y saber cuándo usar los atajos, no siempre llevan por un mejor camino.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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