Un fenómeno como una tormenta sobre un territorio siempre deja secuelas. Dependerá de la velocidad de los vientos y del volumen de agua que deje a su paso.
La tormenta Isaías, que todavía a la medianoche sus vientos surtían efecto en el Nordeste de la República, y el litoral Norte, generó abundante lluvias, y ya en la tarde había provocado una víctima fatal en El Seibo e inundaciones en distintas provincias.
Las alertas roja, amarilla y verde persistían anoche prácticamente en todo el territorio, y será hoy cuando podrán verificarse los daños.

La esperanza será siempre que una tormenta deje mucha agua, que no impacte negativamente, que los principales embalses se llenen y queden atenuados los largos períodos de sequía en las regiones, con pérdidas altísimas para productores que dependen de las precipitaciones.

Con la pandemia del coronavirus entre nosotros, lo último que necesitábamos era un fenómeno natural dañino. Hasta anoche, sugería que al menos los vientos no resultaron devastadores para las viviendas y la agricultura. Sin embargo, el COE reportó impactos sobre 25 sistemas de suministro de agua potable que afectan a 335,150 personas. Habrá que esperar las evaluaciones al día de hoy.

En los casos en que se hagan inevitables las evacuaciones y trasladar ciudadanos a albergues, es fundamental que se respeten las normas previstas para evitar la propagación de la COVID-19. En esas circunstancias, habrá dificultades, pero los responsables sabrán sortearlas.

Desde anoche las autoridades hacían el levantamiento sobre la situación. Las tormentas de relativa baja intensidad no suelen ser muy destructivas con la fuerza de sus vientos, pero las aguas pueden provocar daños mayores.

Hoy se requieren acciones orientadas a reparar daños y garantizar vidas. Esperemos tener suerte…

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