Redacción Ciencia, 16 nov (EFE).- Aun siendo de diferentes grupos comparten, cooperan y si es necesario agreden conjuntamente al que se porta mal pero sin llegar a ser letales: un sorprendente estudio con bonobos ha desmontado la creencia establecida hasta ahora de que el conflicto es inherente al ser humano, y algo inevitable desde el punto de vista evolutivo.

La sospecha de que, por su similitud con los humanos, esta especie casi extinta ayudaría a responder muchas preguntas sobre la biología de la evolución humana llevó al científico a crear un centro de investigación en la remota selva de Kokolopori (República Democrática del Congo) en el año 2016.

Habituar a los animales a las observaciones

«Tardamos entre tres y cuatro años en habituar a los animales a las observaciones de los humanos», recuerda en una entrevista con EFE.

Una vez logrado, investigadores y rastreadores locales siguieron diariamente a tres grupos diferentes de bonobos en esta frondosa selva tropical.

«En un día normal, salíamos del campamento con las linternas frontales hacia las 04:30 de la madrugada para encontrar a los bonobos en los nidos donde habían pasado la noche, les seguíamos desde que se despertaban y registramos su comportamiento hasta la noche, cuando volvían a construir el nido en otro lugar», dicen.

Esa minuciosa y constante labor de monitoreo ha dado lugar al hallazgo de otra especie, más allá de los humanos, capaz de tejer alianzas y ayudarse de manera altruista. Este jueves aparece el descubrimiento -del que Surbeck comparte autoría junto a la investigadora del Centro de Primates Alemán, Liran Samuni- publicado en la revista Science.

«Rastreando y observando múltiples grupos de bonobos en Kokolopori nos sorprendieron los elevados niveles de entendimiento entre los miembros de diferentes grupos de bonobos y cómo eso allana el camino hacia la cooperación entre grupos, sobre todo para repartirse el alimento», indica Samuni.

Los investigadores encontraron conexiones muy estrechas entre los vínculos de cooperación de los grupos de bonobos con los existentes en las sociedades humanas.

Entre otros, han visto que los bonobos, al igual que suelen hacer los humanos, «no interactúan entre ellos al azar, sino que la cooperación se da preferentemente con miembros concretos de otros grupos a los que ven más proclives de devolverles el favor en caso de necesitarlo», detalla Surbeck.

Alianzas y sororidad

Esta red de alianzas entre las distintas comunidades de bonobos se fundamenta en «individuos muy activos dentro de los grupos» y la cooperación tiene como objetivo prioritario «compartir la comida».

Y en este último aspecto viene otra de las grandes similitudes con la especie humana, advierte Surbeck, y es que las hembras bonobo «parecen particularmente buenas formando alianzas para compartir comida entre grupos y tratar de ser equitativas en el reparto».

Si los machos se portan mal, los investigadores observaron cómo hembras de diferentes grupos se unen para agredir al macho agresor, incluso las que pertenecen a su mismo grupo.

Esta ‘sororidad’ en la defensa nunca llega a traducirse en agresiones letales -hace hincapié Samuni- como, por el contrario, sí ocurre con los chimpancés.

Precisamente, la inexistencia de esa cooperación y alianzas entre los chimpancés -los ‘parientes’ de los humanos más estudiados- es parte de lo que hace este descubrimiento en los bonobos tan novedoso.

«Las relaciones entre los distintos grupos de chimpancés son predominantemente hostiles y las agresiones letales suelen ser comunes. Por ese motivo, los modelos de evolución humana daban por supuesto hasta ahora que la hostilidad y la violencia de grupo son innatas a la naturaleza humana», detalla Samuni.

A juicio de los investigadores, las conclusiones de los bonobos «cuestionan la idea de que compartir cultura y normas sociales son condiciones imprescindibles para que surja la cooperación entre grupos».

«Los bonobos demuestran que la guerra constante entre grupos vecinos no es necesariamente un legado humano y es perfectamente evitable desde el punto de vista evolutivo», según Surbeck.

El estudio de cómo surge la cooperación en una especie tan estrechamente emparentada con los humanos «ha aportado una nueva visión sobre las condiciones que promueven la cooperación entre grupos frente al conflicto», coinciden.

«Es indudable que tener una cultura, tradición y normas sociales similares facilita la cooperación entre sociedades humanas, conduce al intercambio de recursos y conocimiento, pero vemos cómo los bonobos también cooperan sin necesidad de compartir normas sociales, tradiciones o cultura», sostiene.

Surbeck y su equipo, en estrecha colaboración con las ONG Vie Sauvage (en la República Democrática del Congo) y Bonobo Conservation Initiative (EE.UU.) aún tienen mucho por observar y analizar a los bonobos para aprender más de la evolución y naturaleza humana en «algo tan necesario en estos momentos: la cooperación y resolución de conflictos».

Una de las preguntas que intentan responder, por ejemplo, es si los individuos más proclives a la cooperación se sienten y son percibidos como parte de un grupo u otro, o de otro modo.

Por eso, precisamente, los investigadores llaman la atención sobre la necesidad de conservar esta especie y su delicado hábitat. EFE, Caty Arévalo.

Posted in Ciencia

Más de ciencia

Más leídas de ciencia

Las Más leídas