Correo de los lectores

Dos países en unoSeñor director: La República Dominicana es un monumento contradictorio, con múltiples deformaciones económicas por los irrisorios privilegios y el crecimiento desigual. No hay un matiz intermedio…

Dos países en uno

Señor director: La República Dominicana es un monumento contradictorio, con múltiples deformaciones económicas por los irrisorios privilegios y el crecimiento desigual. No hay un matiz intermedio que permita dar contraste de la lógica de dos mundos que geométricamente son imperfectos y que sirven para fortalecer una espiral de falta de oportunidades y carencia de movilidad social.

En un ambiente de profundas confrontaciones, este país sufre una involución peligrosa, hemos tocado fondo y parece ser que la clase política dominante está embriagada de poder. La inercia ciudadana permite el perfeccionamiento de un Estado corruptor, sin contrapesos democráticos y en un proceso de deslegitimización. El país de las élites de los partidos, de empresarios inescrupulosos y del poder omnímodo de los sindicatos, nos doblega perpetuamente. Hoy el pesimismo recorre el país, la economía está ralentizada, el desempleo nos arropa y la mayoría de los jóvenes, ni estudian ni trabajan. Vivimos obsesionados con el fracaso y con la victimización, oxigenando un modelo caduco e inservible.

Estamos en una crónica imparable, de personajes diminutos que no tienen el tamaño de los retos que demandan tanto las generaciones de hoy como las que han de venir. Una mal llamada oposición minimalista que carece de propuestas. El sistema político es un híbrido particular que fomenta las corruptelas y los liderazgos mesiánicos. La transición electoral resultó nefasta, el país se endeuda a un ritmo insostenible. Convivimos en dos países, el de ellos y el de nosotros, y el último es el más importante porque en la medida que logremos articularnos y ser agentes propositivos, el sistema deberá reformarse. Debemos seguir buscando una alternancia verdadera, invertir los roles y aperturar con liderazgos jóvenes que no estén corrompidos. Descentralizar el poder mediático y disminuir la influencia de los poderes fácticos.

La República de la Hipocresía está en una crisis severa, malograda y sin esperanza de vida. Debemos abogar por tener un solo país lleno de vitalidad y de oportunidades para todos, desterrar la corrupción, gobernar con transparencia y por el bien de todos, ayudar a los pobres. Enterrar la época de las siglas y los colores, por un destino donde reine la felicidad en un país que sea ejemplo de que sí se pudo. Esa utopía, pronto llegará.
Hayrold Ureña
Dirigente político

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