El otro Rafa Rosario

Existe un Rafa conocido: el líder de Los Hermanos Rosario. Dirige una orquesta perfecta. Todo es armonía y ritmo. Es como una constelación de estrellas donde cada una se coloca en el lugar preciso para iluminar los escenarios y vestir de alegría&#8230

Existe un Rafa conocido: el líder de Los Hermanos Rosario. Dirige una orquesta perfecta. Todo es armonía y ritmo. Es como una constelación de estrellas donde cada una se coloca en el lugar preciso para iluminar los escenarios y vestir de alegría hasta los rostros más tristes.En las fiestas los asistentes dudan entre bailar entusiasmados un merengue que les llega al corazón u observar a los virtuosos en la tarima. Es un agradable dilema, pues quieren aprovechar al máximo el espectáculo. Muchos, en plena pista, optan por dar “dos pasitos y una vueltecita” con su pareja y luego ver y admirar a esos extraordinarios exponentes de nuestra música, y así se mantienen durante toda la noche: bailando y mirando. ¡Gozadera total!

Bonifacio, Luna coqueta, Mil horas, La dueña del swing, Nuevecita de caja… los éxitos son innumerables. Y cuando se habla de ellos en el exterior, la gente dice: “Me fascinan los hermanos bomba”. En una reciente visita que hice a Colombia, cada vez que en alguna plaza colocaban un vídeo del grupo, de inmediato la gente empezaba a moverse.

Pero hay otro Rafa Rosario, aplaudible extensión de su personalidad, uno que aunque es distinto del famoso, es a la vez su complemento. Esa faceta es vital en el proceso de desarrollo de alguien que como Rafa ha recorrido los caminos de la gloria, pero que sabe que debemos evolucionar y contemplar nuevos horizontes para seguir adelante, buscando siempre la calidad que merece el público. Y eso se logra cultivando el espíritu y el saber.
La primera vez que conversé con Rafa quedé impresionado. Las musas se apoderaron del ambiente y hablamos de poesía. Recitamos a coro a Rubén Darío (mi preferido) y recordamos a Miguel Hernández, Pablo Neruda, Antonio Machado… Concluimos conversando sobre las canciones de Silvio Rodríguez; Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina; Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa… intérpretes de los que Rafa nos ofreció datos interesantes.

Nos hicimos amigos. Es un hombre noble. En los días siguientes tocamos temas literarios. Y cada vez que yo mencionaba un libro, ya Rafa lo había leído, desde los clásicos hasta los modernos, desde la Ilíada y la Odisea de Homero, hasta El Perfume de Patrick Süskind. Los analizaba con profundidad. En lo particular, me impresionó su seguimiento a José Saramago y a Gabriel García Márquez.

Y si a esto se agrega su amplia cultura universal y la sabiduría de sus palabras, concluimos que estamos en presencia de un artista completo, cuyos laureles no son producto del azar, sino de una preparación constante y de profundas reflexiones sobre la vida. El Rafa con el que estamos familiarizados es admirable; el otro también.

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