CLEVELAND, Ohio. Llegar a Cleveland es llegar a una ciudad con mucha tradición de deportes.Sus equipos de ligas profesionales tenían 52 años que no ganaban un campeonato hasta la corona de los Cavaliers en la temporada pasada del baloncesto de la NBA.

Esta escuadra ha elevado el espíritu deportivo de esta ciudad, con el astro LeBron James a la cabeza de esta cruzada. Los Cavaliers es el orgullo de la principal ciudad del estado de Ohio que acoge las finales de 2017 de la liga estadounidense por tercera campaña seguida y con el mismo rival: los Warriors de Golden State.

A pesar de que los Indios de Cleveland, su equipo en las Grandes Ligas, se encuentra en plena temporada de Grandes Ligas, esta urbe parece tener cierta predilección por los Cavaliers. Tal vez la diferencia es que mientras el béisbol de las Mayores ni siquiera llega a su mitad, el baloncesto está a punto de finalizar.

Pero al recorrer las calles de Cleveland, especialmente las del centro de la ciudad, se observan vallas y afiches alusivos a los Cavaliers colgados en cualquier ventana de edificios de oficinas.

El Quicken Loans Arena, la sede de los Cavaliers, está justo al lado del estadio Progressive Field, el parque de los Indios. De hecho, ambas instalaciones deportivas se comunican a través de un túnel y comparten los mismos edificios de estacionamiento.

El ambiente de serie final se respira a leguas de la Q, como también le llaman al Quicken Loans Arena. Los colores de los Cavaliers predominan por los alrededores de la cancha. Impresiona una gigantesca valla de LeBron James de espaldas con los brazos abiertos colocadas en un edificio ubicado casi al frente de la instalación.

En su camiseta, con su numero 23, no se lee el apellido James, sino el nombre de la ciudad: Cleveland.

Dos de las calles que rodean el Quicken Loans Arena, la E 6 y la Eagle, fueron cerradas. Momentáneamente es una plaza en la que los Cavaliers y la NBA tienen de todo para entretener a los aficionados que llegan horas antes del encuentro. Hay canchas de baloncesto, ventas de artículos y muchos otros entretenimientos con la seguridad propia de un show de esta naturaleza.

Para entrar a la cancha

Se acerca la hora del juego. Hay que entrar. Después de pasar por otro proceso de seguridad, a la derecha del lobbie te recibe una vitrina que, con sencillez, muestra la historia de esta organización.

Sobresalen el trofeo Larry O’Brien, que acredita a esta franquicia como la campeona de la estación 2016-17, y pedazos del tabloncillo usado en esa gloriosa temporada. Fotos de LeBron y de otros jugadores, actuales y legendarios, no se pueden quedar.

La pieza de tabloncillo es vendida en una tienda de los Cavs con un vasto inventario de artículos y suvenires. Comidas y bebidas son servidas en los pasillos de los seis niveles de la instalación.

Las marcas que patrocinan a los Cavaliers tienen estantes con un sinnúmero de regalos para los aficionados, a quienes de entrada les aguarda en sus asientos una franela del equipo alusivo a las finales que puede ser cambiado en caso de que no resulte ser el de la medida de fanático a través de un personal que funciona en los pasillos. Junto a la prenda de vestir dejan una pulsera con luces led en blanco, verde y rojo.

Arriba y al centro, imponente, está una gigantesca pantalla de cuatro lados, que es la gran entretenedora en el show que prohíbe el aburrimiento a los fanáticos en los tiempos que piden los equipos para replantear estrategias durante el desarrollo de los partidos. A la hora de la presentación de los jugadores la energía en el aforo llega a su clímax.

Las luces se apagan y el destello de colores en las pulseras de cada fanático forma un verdadero espectáculo. El locutor comienza a mencionar nombres y la cancha se quiere caer. Poco más de 19,500 almas de dejan sentir. Suenan, hasta asustar incluso, estruendosos disparos de fuego por las cuatro esquinas de la pantalla central. Se prenden las luces: comienza el show. 

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