El antesalista de Minnesota habló con elCaribe sobre los complicados días que vivió tras la muerte de sus hijas en 2014

Boston. En lo que a Miguel Sanó concierne, el 2014 fue un año para el olvido. Su esposa, Daniela Reynoso Montilla, tenía dos gemelas en su vientre y ambas fallecieron. Una no se formó y la otra tuvo unas complicaciones por mala práctica médica, según relató el fornido jugador de los Mellizos durante la entrevista en el Fenway Park de esta ciudad.

Ese golpe demoledor le dejó sin fuerzas para nada. De hecho no quería seguir en este mundo.

“Yo pensé quitarme la vida”, dijo Sanó a elCaribe en las gradas del estadio de más edad en las Grandes Ligas.

“A la que quedó viva me le pusieron una inyección y le dio un paro”, comentó. “Entonces yo decía que para mí la vida ya no era nada, con dinero y no poder tener mis hijos. Yo dejé a mi niña bien en la Capital para irme a San Pedro y al otro día después de entrenar me llamaron que fuera urgente y cuando veo a mi niña negra, negra”, agregó. El fornido bateador de Minnesota no comía, no salía de la casa. Era un cuadro de depresión que en la soledad de una habitación en su residencia de San Pedro de Macorís hizo el intento de suicidarse. “Yo tenía una escopeta y tenía una nueve milímetros. La escopeta la sobé y me la puse así (en dirección) en la boca y le daba y le daba y nada de nada.
Cuando cogí la pistola le di también y nada de nada, pero cuando tiré al piso ahí disparé y vino mi familia que qué me pasa que si yo estoy loco. Yo dije que yo no soy nadie en la vida, que mi hija murió, entonces mi mamá (Melania Sanó) habló conmigo, pero yo duré tiempo sin comer, me estaba volviendo loco”, reveló Sanó.

Fue varias semanas después que pudo salir de su cuarto ante la insistencia de un conocido de la familia que tiene el apodo de “Amoi”. Caminó un poco con esa persona, que le dijo “tranquilo Amoi, que ya las niñas están en el cielo”.

Sanó entonces procedió a visitar la tumba de su hija. “Después de eso jamás he vuelto a verla. No me siento con fuerza para estar ahí. Si la veo me pongo mal”, comentó.

Otros procesos difíciles

Sanó, de 26 años de edad, debutó en las Grandes Ligas el dos de julio del año 2015. Su historia está llena de episodios difíciles porque su firma para el profesionalismo fue todo un proceso traumático. “No creían que tenía esa edad (16 años) y me hicieron todas las pruebas del mundo y como quiera dudaban”, dijo.

El béisbol era su vía de escape de la pobreza que matizaba su entorno familiar. Tras llegar a las Mayores ha tenido situaciones difíciles, unas por lesiones y otras, como lo admite, por mala cabeza. “Uno joven y sin experiencia comete errores”, admitió el antesalista de 6´-4´´ de estatura y 270 libras que es el padre de un varón. “Pero uno lo que hace es aprender y madurar. No soy el mismo de antes ni hago muchas cosas que hacía antes. Todos mis pasos son guiados por Dios y Él es que me tiene aquí en Grandes Ligas”, añadió Sanó, que ha pegado 27 jonrones para los Mellizos este año.

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